Para el budismo, como para cualquier sistema de pensamiento que se respete, la práctica es fundamental. Y ¿qué es lo que se practica?, pues las llamadas Ocho nobles verdades, a saber: la visión o comprensión correcta, el pensamiento correcto, el habla correcta, la emoción correcta, la acción correcta, la subsistencia o modo de vida correcto, el esfuerzo correcto, la atención consciente correcta, y la meditación correcta. Para llevar a cabo estas prácticas no se necesita ser budista ni convertirse ni abandonar lo que se es. Lo que se requiere es un trabajo consciente y una voluntad definida y clara para transformar, en principio, la propia circunstancia, y después, nuestras relaciones con el entorno. Pero, ¿qué es lo correcto? Lo correcto es no hacer daño a nadie, ni con nuestros pensamientos ni con nuestros actos. Antes al contrario, lo correcto es hacer el bien, tener compasión, bondad y amor hacia nosotros y hacia los demás. Esa es la práctica a la que invita el budismo, y esa es la práctica a la que, día tras día, durante su larga vida se ha dedicado el monje Thich Nhat Hanh, llamado reverencial y cariñosamente Thay. El maestro budista pone el ejemplo e invita a los demás a realizar una práctica diaria, consciente, a cada momento, para poder transformar el mundo y eliminar el sufrimiento.
Llevar a cabo esta práctica no es fácil. No es solamente una cuestión de decir y ya está. Al contrario, requiere de un trabajo, consciente y crítico. Uno puede decir muchas cosas y tener una imagen auto idealizada de sí mismo, pero nuestro mejor referente son los hechos. O como dijo otro gran maestro, Jesús: por sus frutos los conoceréis. Son nuestros hechos los que hablan nosotros.
La conciencia plena es una práctica para desarrollarse a diario, a cada instante. Estar atentos, conscientes, despiertos. No es que un día que se practique y al otro ya se transformó la persona. Es un trabajo permanente, de por vida, pero los frutos que se obtienen van dando cuenta de que vale la pena el esfuerzo. Hay quienes son criticados fuertemente porque al intentar llevar a cabo estas prácticas a menudo se vuelven equivocar, vuelven a ser presa de sus emociones, de la ira, celos, envidia, apegos. Esto no debe desanimarnos, al contrario, debe invitarnos a practicar con más cariño, con más conciencia. Si solamente los perfectos existieran en el mundo, y solamente ellos tuvieran derecho hablar, imperaría el silencio absoluto, porque nadie es perfecto, estamos en permanente construcción.
Estas prácticas también se llevan a cabo en el denominado budismo comprometido, y son para aplicarse en cualquier terreno, desde lo personal, hasta lo familiar, lo social, y lo político. Esto lo ha demostrado la práctica de Thich Nhat, quien ha luchado en su país, Vietnam, contra la violencia, la guerra, la injusticia, la explotación, la violación de las mujeres, y contra todo acto que atente contra los derechos fundamentales de los seres humanos.
Ante el planteamiento del Mindfulness o la plena conciencia es necesario tener un espíritu abierto y no cerrarse. O mejor dicho, hay que cerrarle las puertas al fanatismo, ya que a nadie le viene mal un buen consejo, venga de donde venga. Esto no significa que uno tenga que volverse adepto de esa religión o filosofía. Simplemente, se toma lo bueno, se lleva a la práctica en la vida, se comprueba su efectividad, y se acepta o se desecha. El Mindfulness es una práctica para experimentar, para probar, y para comprobar sus resultados.
Todas las prácticas del óctuple noble sendero son importantes, pero el maestro Thich Nhat ha hecho mucho énfasis en la práctica de la conciencia plena. De ahí derivó uno de sus libros más importantes El milagro del mindfulness (Ed. Oniro. 1ª ed. España 2011). Este texto comenzó como una carta escrita para un monje, el hermano Quang. El libro se da en el contexto de la guerra civil entre Vietnam del Norte y Vietnam del Sur, en la cual quedaron en medio estos monjes budistas, en donde uno y otro bando los atacaban. La comunidad budista no apoyaba a ningún beligerante, simplemente quería practicar la compasión, la bondad y el amor para todos, y por ello fueron perseguidos, muchos de ellos secuestrados, torturados y asesinados. Es así que el maestro Thay fue obligado a exiliarse en Francia, y desde ahí escribe una carta al hermano Quang y a la comunidad en donde les manifiesta su apoyo y les da ánimos a los que se han quedado en Vietnam, para que puedan enfrentar tan difícil situación, para que en medio de las circunstancias más difíciles no se olviden del Sutra de la respiración, de estar atentos a la inhalación y a la exhalación, para que por medio de conciencia plena permanezcan en un estado consciente, compasivo y sereno.
Y ¿para qué te puede servir a ti en concreto el Mindfulness, la plena conciencia? Pues para vivir con menos sufrimientos, menos dolor, menos tristeza, y en cambio puedas vivir con más conciencia, alegría, empatía. Para que encuentres el sentido pleno de la existencia, para que practiques la solidaridad. El Mindfulness, la conciencia plena, tiene un origen muy antiguo, y ha comprobado sus verdades siglo tras siglo transformando la vida de muchas personas. Se habla poco de ello porque lo que vende es la desgracia, de lo bueno casi no se habla. La plena conciencia no es magia, no vas a ser de pronto inmensamente feliz, no se van acabar automáticamente tus sufrimientos, no te vas a volver millonario. Simplemente, tendrás una forma diferente de enfrentar cada situación que se te presente, una manera distinta de ver la vida. Apreciarás cada cosa y le encontrarás su pleno y grandioso valor a lo más pequeño, a lo que muchas veces nos pasa desapercibido. Apreciarás el aquí y el ahora, el presente.
De esto se habla en uno de los libros más importantes de finales del siglo XX: El milagro del mindfulness, cuyo autor es Thich Nhat Hanh. Lo que este texto fundamental propone es estar plenamente conscientes en cada acto de nuestra vida. A cualquiera que se le pregunte si cree estar consciente dirá que sí, pero como ya lo hemos citado, son los hechos los que hablan de nuestro verdadero nivel de conciencia. A cada uno puede servir este libro. Son prácticas para llevar a cabo de inmediato en cada una de las cosas que hacemos. Como lo señala Thay: desde lavar los trastes, conducir un auto, hablar con tus hijos, hacer el quehacer, en el desempeño de tu trabajo, en la oficina, en la profesión u oficio que desempeñes. El mundo concreto es un terreno para la práctica inmediata.
Es un texto que de entrada cuestiona nuestros más profundos y arraigados egoísmos y apegos, de esos que de tanto haberlos vivido ya no nos hemos ni cuenta, hemos perdido la conciencia de ellos, pero ahí están, y los demás pueden detectarlos fácilmente, son notorios. Sólo nosotros hemos perdido la conciencia, no nos damos cuenta de su existencia, y por tanto, no los cuestionamos. El problema es que con esta actitud de apego, de inconsciencia, nos dañamos en principio nosotros, y después, dañamos a los demás. Nuestras relaciones se ven enturbiadas pon una marasmo de actitudes que van pudriendo todo, y profundizan a tal grado que nuestra vida queda afectada en todos sus niveles para siempre. ¿Cómo poner remedio a esto? Siendo conscientes de nuestras palabras, actos, pensamientos y actitudes. Deteniéndonos, parando nuestro carro para meditar y mirar profundamente, con calma, nuestro ser y acontecer. Para ello se requiere disciplina, sabiduría, y una práctica constante y consciente, diaria, a cada instante, sólo así puede aclararse el panorama y podemos darnos cuenta del tsunami de actos y egoístas en los que estamos metidos.
La Conciencia plena es difícil de llevar a la práctica al 100%, nadie es perfecto, y una y otra vez volvemos a tropezar con esos defectos y apegos, pero la cuestión es intentarlo permanentemente, y volver a recomponer el ser una y otra y otra vez, para ir cambiando nuestro entorno por uno más feliz, pacífico, alegre, solidario, tranquilo, compasivo y amoroso. Y no desanimarse. Recordar que si sólo tuvieran derecho a hablar los perfectos nadie hablaría. Son el diálogo y la revisión crítica los que van abriendo puertas, trazando caminos, señalando sendas. Es el intercambio de opiniones, ideas, criterios, entre unos y otros, los que rinden los primeros frutos. No importa si en algún momento no se está de acuerdo. La comunicación constante permite comprender a los otros.