I
Sí, debe ser la canícula,
esa de la que hablaban Green y Rulfo,
esa que se siente de norte a sur
y de este a oeste, en todo el país.
Por eso los cuerpos se pudren más rápido,
quizá a eso le apuesten cuando les conviene,
o quizá no importa.
¡Cuánta arena ardiendo,
cuánto esqueleto regado,
cuántos espejismos en el horizonte,
cuánta ilusión de que en el fondo
aparezca un Salvador,
alguien que detenga estas masacres..!
pero no pasa nada, ese día parece no llegar.
El dolor está sembrado por doquier.
Los hijos que preguntan por sus papás
apenas saben hablar,
las niñas comienzan a dar sus primeros pasos
antes de correr el riesgo de ser robadas.
Un par de imbéciles sonríen
mientras echan diez pesos en la sinfonola,
una música vulgar y amenazante
comienza a escucharse.
El polvo se levanta generando brumas sofocantes,
los animales del desierto huyen espantados,
las bocas de fuego amenazan apuntando
para todos lados,
¿Quién puede sonreír, quién puede guardar
esperanzas, quién quiere jalarle el gatillo
a la tristeza para terminar
de una vez con todo?
Exacto, debe ser la calor, debe ser
esa nublazón interna que todo lo ciega,
¿será el pasado, será la constelación
del Centauro dando coces?
¿Será el llanto de los niños y de las viudas,
será el llanto de las madres que nunca
educaron a sus hijos?