Topor III

Vitral

Alfonso Franco Tiscareño | Colaborador Diario de Querétaro

  · miércoles 7 de octubre de 2020

Foto: Especial

¿En dónde se pasean los tiburones morados

de los que un día mi padre me habló?

Ya no podré ir con él a bucear en el mar

al amanecer,

ni podremos acariciar los costados

de los peces de mil colores.

La cara de mi madre ha cambiado para siempre,

ya no puede reír desde ese infausto día.

La barca se mece vacía y fría sobre el agua

y los aditamentos de trabajo

se enmugran y enmohecen.

El mar ha aumentado su dimensión,

son nuestras lágrimas y las de muchos más

para quienes no habrá oídos ni justicia.


Ahora me asomo con tristeza al océano

ni siquiera mis amigos los peces

me hacen gracia. Los corales son todos

grises para mí, y ya no hay

ningún tesoro secreto que encontrar.


Como pude, por mi corta edad,

he puesto una ofrenda aunque

no sé exactamente para quién.

En una charola coloqué un angelito,

una virgen y una veladora encendida,

dos rosas blancas y una foto tuya,

de las poquitas que tenías.

Y he puesto a flotar, sobre las tranquilas aguas,

mi ofrenda para que se pierda como tú

quién sabe en dónde,

para que se hunda y desaparezca

sin saber nada, como tú.

No quiero venganza, aunque mis sentimientos

son muy contradictorios.

Tan sólo elevaré una oración a Dios

pidiendo justicia y castigo para los culpables,

porque responsables hay

aunque todos se hagan de la vista gorda.

Que quienes te mataron nunca más vuelvan a gozar

de un bello atardecer en la bahía,

que nunca vuelvan a nadar entre los bagres

y los camarones,

que no encuentren la perla sagrada

y que el azul turquesa de este mar esmeralda

jamás los cobije ni dance para ellos.

Que así sea.


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