Nunca antes el significado de escribir las páginas de la historia ha tomado tanto sentido como en este 2020, año calificado por muchos como catastrófico, pero que para bien o para mal definirán inequívocamente el rumbo de la humanidad.
Crear un almanaque a final de cada año resulta una tarea obvia, sabida, que en ocasiones podría parecer mecánica, sin embargo, al desplazarse a través de los días y los meses, con los dedos manchados de tinta, salta a la vista el recuento de lo que se esperaba, pero al final, no fue.
El año iniciaba con el anuncio de conciertos y festivales que se planeaban desde finales de 2019, que a la postre, fácilmente podrían eliminarse con memoria cuasi profética.
Pasó enero, los motores comenzaban a calentarse; febrero dio paso a los anuncios de lo que se vislumbraba como un año de actividades en los museos y escenarios…
En marzo, las voces referían cómo los telones comenzaban a bajarse, pero la lectura parecía todavía muy lejana, hasta que irremediablemente sucedió… las noticias se tornaron en primera persona para postergar conciertos, eventos, celebraciones.
Pero la esperanza muere al último y las agendas apuntaron entonces al último trimestre del año, mientras que algunos osados optimistas se refirieron a meses como agosto.
Tras la eliminación de eventos multitudinarios y con la idea de que solo serían unos meses, los creadores comenzaron a buscar opciones refugiándose en la tecnología, que como nunca antes ofreció una ventana.
Pero la sombra de la muerte comenzó a reverberar, y no se detuvo; icónicos personajes fueron despedidos, ya sea por Covid-19 u otras causas; pérdidas de diversas nacionalidades que hasta hoy continúan sumando nombres.
Ennio Morricone, Luis Eduardo Aute, Quino; en México, Óscar Chávez, Manuel “el loco” Valdés, Héctor Suárez, y en Querétaro los decanos del teatro Paco Rabell, Jorge Smythe y Juan Servín.
La protesta social y el reclamo para poder reabrir los espacios fue generalizada, y pronto se anunció el cierre definitivo de recintos que no soportaron más la agonía, como El Café del Fondo, que quedó tatuado en la memoria colectiva de la comunidad cultural.
La oferta virtual creció hasta crear una industria que en muy poco tiempo se conformó con opciones y tecnología, imponiéndose firmemente, para probablemente determinar una nueva forma de consumir arte y espectáculos.
La idea de transportarse en una pequeña burbuja garantizando así la seguridad, exploró en el pasado para encontrar en opciones como el olvidado autocinema, el refugio personal o familiar para deleitarse en un oasis con muy pocos a bordo, dando lugar a un nuevo boom para los cinéfilos queretanos.
Entonces, una nueva fecha fue definida: 1º de septiembre, cuando por fin los artistas volverían a prepararse para retomar el escenario, ahora rodeados por una nueva dinámica que garantizara, casi casi, que respirar es seguro.
La tercera llamada llegó, los cines prepararon sus butacas primando la sana distancia y algunos conciertos y eventos –en petit comité– invitaron al público a reencontrarse con el arte, la escena y la experiencia.
Empero los esfuerzos, algunos recintos continuaban luciendo vacíos, evocando a la nostalgia, pero también a la esperanza de que pronto todo vuelva a la normalidad, o al menos, a una “nueva normalidad”.