Tania Almazán y Omar Ernesto Baas Pacheco, dos bailarines egresados del Colegio Nacional de Danza Contemporánea, junto con Álamo Blanco – ensamble del multifacético artista Desiderio Sánchez–, han reunidos sus capacidades y experiencias dancísticas en el Foro Escénico del Museo de la Ciudad de Querétaro para presentar el Umbral de la metáfora.
Su estreno se llevó a cabo el 1 de marzo y volverá a presentarse el 8 y 9 de marzo a las 20:00 horas, en este recinto.
El programa presentado del martes 1 de marzo lo constituyeron seis danzas. Generalmente las piezas se ordenan de menos a más para cerrar con el número climático. En el caso de Umbral… inicia con las dos danzas más fuertes: Cautiverio interrumpido, Ook’ ot Aquila (Danza del águila, libertad) y Tsu’unu’um (Colibrí) – ambas firmadas por Omar Baas–, por sí mismas casi hacen un programa. Invertir el orden habría sido más acertado para dejar a los espectadores con la emoción a tope, rebosante. Las otras cuatro danzas no carecen de calidad, sencillamente sus emociones son más suaves, menos encendidas y les viene bien esa comparativa suavidad que cabe en su expresividad y la construye. Cautiverio… es un trabajo solista interpretado por su autor con una amplia demostración técnica de la danza, de corporalidad plástica con movimientos poéticos que singularizan la personalidad creativa del artista. A lo anterior aúna una gestualidad teatral con la cual es muy difícil no establecer un hilo comunicativo, no seguirlo en el apasionamiento que crea y en el que se envuelve. Es además una obra en proceso creativo, a cada presentación hay una renovación que la consolida. Colibrí goza del acierto de la creación del personaje que da título a la obra. Solo he conocido la interpretación de Hanna Berrones Mejía, imposible no pensar que si un colibrí la viera, querría ser bailarina. Gracia y colorido abruman la atmósfera del espacio del Foro Escénico, regodeándose en su vuelo y recorriendo la naturaleza corporizada por el bailarín Benjamín Almazán. Ambos hacen gala de concienzuda aplicación técnica. Apenas y se echa de menos a Efrén Gorrostieta Fernández, quien se graduara espléndidamente con el mismo personaje. Microestudio de la ternura y Dis-tancia, de Tania Almazán, indudablemente cumplen a cabalidad con sus títulos. Quizá la falta de Microestudio… es que precisamente queda en la ternura cuando apenas en el principio la actuación de la autora y Omar Baas alcanza a sugerir una progresión amorosa, que más bien queda en una placentera experiencia lúdica. En el vestuario es de llamar la atención que con cuatro tonos de un mismo color logre una suficiente y agradable diferenciación.
Difícil darle corporeidad a un concepto o situación inasible, aun con guion intermedio, impenetrable para una razonable deducción. Quizá le falte trayectoria escénica —tablas— a Ma. Teresa García Jaime para decirnos qué es distancia, cómo afecta o en qué consiste la afectación que vive el personaje con la distancia. El momento más vivo, más sentido por el personaje, está cerca del final cuando nos expresa su preferencia por la cercanía con un abrazo, así sea al objeto inanimado que la ha acompañado durante su exposición. Con lo que nos dice o nos tiene que decir: ¿qué le sucede al personaje?
Gantewi, de Desiderio Sánchez, no me dijo nada. Seré consecuente. Bienaventuranzas por la decisión de Tania Almazán y Omar E. Baas P. de trabajar juntos; quién sabe si sean complementarios, pero sí suman.