Dice Paul Celan: Que la patria del poeta es su poema y cambia de un poema al otro. José Luis de la Vega fue entonces un poeta con muchas patrias, 47 años de trabajo dan cuenta de ello. Once son los títulos que reúne el libro Los panes editado por el Fondo Editorial del Estado de Querétaro en donde se puede ver la trayectoria de José Luis nacido en el año 1951. Estos libros reflexionan sobre el cuerpo, los lugares, lo no nombrado y la sangre. El poeta De la Vega es un filósofo, a veces con una voz muy dulce y otras con la exigencia de un espectador inteligente, cito: Esta picudo pensar que no hay descanso / que la vida transcurre sin recesos / como el viaje de un tren interminable.
En el poema de tanta música uno se queda sordo, es notoria la habilidad reflexiva del autor, y lo hace a través de elementos cotidianos: Estos últimos días he aprendido algunas cosas / de sentir uno se gasta / hasta quedar como moneda vieja. Esa moneda es acaso el deterioro del cuerpo, es acaso la senectud. Esa moneda acaso no es un adiós. ¿Qué cosa piensa el poeta cuando escribe, cuando arroja una palabra, cuando tira la piedra y esconde la mano?. Lo cierto es que José Luis de la Vega tenía un poder mágico él sabía exactamente sobre el peso de cada palabra.
Mi primer acercamiento a José Luis de la Vega, fue en un evento de poesía en el año 2013. Un hombre singular en su trato. Siempre incluyente. Un hombre conciliador entre los grupos de poesía del Estado. Bien se sabe de las riñas y de las guerras que existen, pero José Luis era capaz de dejar cualquier problema a un costado y hacía echar andar sus proyectos.
La poesía fue para él la patria más amada. Indiscutiblemente Querétaro ha perdido, no sólo a un gran hombre, sino a un maravilloso poeta.