Ciertas imágenes de la infancia se quedan grabadas en el álbum de la mente como fotografías, como escenarios a los que, no importa el tiempo que pase, uno siempre vuelve y recuerda.
Carlos Ruiz Zafón
Una de las etapas más importantes en el desarrollo del ser humano es la infancia pues en ella se determina el desarrollo de la personalidad, razón por la cual es esencial que los niños entren en contacto con el arte desde temprana edad, una experiencia latente que le permita reconocer y adoptar modelos culturales.
Practicar algún tipo de arte hace a los niños abrir un canal de creación que les permite establecer una comunicación con sus padres y con el mundo que los rodea a través de la expresión de sus sentimientos, ideas y pensamientos. Gracias a la práctica de una disciplina artística se obtienen beneficios físicos, emocionales y herramientas para desenvolverse socialmente; se aviva el aprendizaje en otras materias académicas, además se favorece el desarrollo de la autoestima, la percepción, la motricidad, la concentración, la interacción social, etc.
Por su parte, el teatro, siendo más específicos sobre sus beneficios, estimula la comunicación, la imaginación, la creación, el trabajo en equipo, la resolución de conflictos y la construcción de una sociedad sensible y empática. Sin embargo, la práctica no lo es todo, el consumo de arte –en este caso, ver una obra de teatro– también entrega estos beneficios.
Para toda la familia
En Atabal conocemos muy bien la importancia de generar proyectos que tengan un enfoque para las infancias pero que, al mismo tiempo, su espectro sea tan amplio que logre cautivar al público joven y adulto, quien entra en contacto con su pasado y su niño interior: público de todas las edades dentro de un mismo espacio compartiendo una experiencia de emociones vivas.
Es por ello que en los últimos tres años se han presentado producciones de obras con temática para toda la familia, tanto de Atabal como de las compañías invitadas y quisimos darle una identidad a estos ciclos de teatro que se fueron moldeando con el paso del tiempo, adquiriendo un carácter y un sentido propio. Así nació “Una vuelta al teatro”.
Como su nombre lo dice, nuestra intención es convertir la experiencia de asistir al teatro en un evento singular que durante un fin de semana reúna al público, dando paso a la convivencia entre las familias, y que permita un acercamiento con la compañía a través del diálogo, las fotografías, algunas actividades de expresión y creación o un paseo por las instalaciones del edificio teatral para los más curiosos.
Este año “Una vuelta al teatro” se desarrolló durante un fin de semana del mes de enero de puro teatro; cuatro días, cuatro puestas en escena del repertorio de Atabal: Dios es un bicho, Malas palabras, El misterio del pizarrón y Atrapar un tren, obras que a pesar del tiempo no han perdido vigencia, que como grupo disfrutamos cada vez que se vuelve a presentar y que sabemos, por experiencia, que esas historias se arraigan en el público y dejan abierta la puerta al teatro.
Entre anécdotas y risas
La amabilidad del Foro Escénico del Museo de la Ciudad para transformarse y adecuarse a las necesidades de los montajes, nos permitió diseñar un espacio en el que pudieran coexistir las cuatro obras sin tener que hacer modificaciones que entorpecieran o retrasaran el itinerario, ya que, a diferencia de la vestimenta del espacio, la iluminación es un lenguaje que sostiene las obras.
Nos encontrábamos contra reloj ya que por las mañanas, y cierta parte de la tarde, se realizaba toda la parte técnica de los montajes, se desarrollaba la función y por las noches se ensayaban las obras siguientes, amén de los traslados de cada producción y el retoque del piso con pintura negra. Todo esto fue posible gracias a una planeación y orquestación técnica y operativa efectiva y anticipada, y a la participación de cada uno de los integrantes de Atabal.
En los momentos previos a la función, la nostalgia se apoderaba del ambiente ya que cada montaje tiene su propia historia de creación, anécdotas de los talentosos y entrañables directores de escena y del equipo creativo; se abrazaban las experiencias individuales y grupales y una singular trayectoria a través de los años, en fin, tantas experiencias que brotaban en el recuerdo.
Lo más satisfactorio era ver cómo, desde el primer día, las familias y el público iba llegando. Poco a poco se aglomeraban formando un todo concentrado en el centro de la gradería que soltaba risas por aquí y por allá y, al mismo tiempo, muchas miradas atentas, un palpitar de corazones conmovidos, rostros de todas las edades, algunos familiares, otros primerizos o quienes incluso ya conocen nuestro trabajo y siempre están ahí para apoyarnos y compartir. Gracias a todo el público que “se ha echado la vuelta al teatro”.
Al final de la jornada del último día caímos en cuenta de que no existe un ciclo, encuentro o festival de teatro para niños en Querétaro, por lo cual, sin pretender caer en alguna de las anteriores categorías y sin saber qué concepto o dimensiones tomará este ciclo de teatro para toda la familia, lo hemos adoptado como nuestra “Cruzadita”, que sólo el tiempo continuará moldeando, teniendo por seguro que “Una vuelta al teatro”, llegó para quedarse.