Aunque sus orígenes se remontan a la época precolombina (su nombre indígena, Quanashuato, proviene del tarasco y quiere decir «lugar montuoso de ranas»), la ciudad que conocemos actualmente fue fundada por los españoles en el siglo XVI al descubrir importantes yacimientos de oro y plata en sus colinas. La explotación de estos yacimientos originó una racha de bonanza y prosperidad, y en pocos años se ubicó entre las ciudades más importantes de la Nueva España.
Para el siglo XVIII, Guanajuato se había convertido en el primer centro mundial de extracción de plata. La riqueza de su arquitectura y de la vida cultural que se había desarrollado para ese entonces era un claro indicador del florecimiento que se había dado y del esplendor que imperaba en la ciudad. Solo basta ascender al monumento al Pípila para descubrir desde lo alto el conjunto de monumentos barrocos y neoclásicos construidos en aquellas épocas y que aun dominan la vista del valle: la Alhóndiga de Granaditas, el Teatro Juárez, la Universidad y su hermosa escalinata, las torres amarillas y rojas de la Basílica de Nuestra Señora de Guanajuato.
Después llegó la guerra de la Independencia en 1810 y Guanajuato fue protagonista de uno de los triunfos más destacados —y sangrientos— del ejército insurgente: la toma de la Alhóndiga de Granaditas y la subsecuente masacre de la guardia virreinal y los civiles españoles refugiados en ella.
A pesar de los giros que se dan en la historia de México a través de los siglos y de los diferentes roles que juega esta ciudad en ellos, el arte y la cultura siempre mantienen un papel protagónico en la vida guanajuatense. En 1945 se funda la Universidad de Guanajuato, una de las más importantes y emblemáticas del país. Unos años más tarde, en 1953, Enrique Ruelas realiza el montaje de los Entremeses Cervantinos en homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra. Estas representaciones se llevaban a cabo en las diferentes plazas de la ciudad y la comunidad no tardó en integrarse e involucrarse con este proyecto que poco a poco despertó interés y curiosidad por todo el país.
Como extensión al trabajo teatral, en 1972 crea el Coloquio Cervantino: un simposio que reunía a cervantistas de Iberoamérica con el fin de difundir y discutir la obra del escritor y dramaturgo español. A esta idea se sumaron otras actividades y espectáculos nacionales y extranjeros y así es como se origina el Festival Internacional Cervantino que hoy por hoy se ha consolidado como el evento cultural más importante de México y una de las manifestaciones en honor a Miguel de Cervantes más significativas del mundo.
En el año 2005, se celebraron los cuatrocientos años del Quijote. Ese año, también, Guanajuato fue declarada «Capital Cervantina de América» por el Centro Unesco Castilla-La Mancha. Y es que su vocación cervantina se percibe por todas sus calles y plazas a través de la abundante iconografía del Quijote que se encuentra desperdigada por la retícula casi laberíntica de la ciudad. Su figura es tan importante, que algunos guanajuatenses se atreven a afirmar sin titubeos que los restos del mismísimo manco de Lepanto reposan aquí.
Tras esta veneración por el Quijote que identifica a Guanajuato no solo está Enrique Ruelas y el Festival Internacional Cervantino. También se le debe a Eulalio Ferrer Rodríguez. Este hombre, nacido en Santander, España, llegó a México como exiliado de la Guerra Civil después de pasar por los campos de concentración de Francia donde sucedió algo que cambiaría su vida y que así narró él mismo:
“Cuando entré al campo de concentración Argelès-sur-Mer, como exiliado que perdió la Guerra Civil española, un miliciano me ofreció un libro a cambio de una cajetilla de cigarros; llevaba una que me habían dado al pasar la frontera y no fumaba; entonces, la cambié por el libro. Lo metí a la mochila y entré al campo de concentración, donde no había bancas, ni nada; había que dormir sobre la arena y mi almohada era la mochila. Al día siguiente, al sacar el suéter que llevaba para abrigarme porque hacía mucho frío, vi el libro, que era Don Quijote de la Mancha, una edición de Calleja de 1912. Imaginé a un muchacho de 19 años leyendo todos los días a Don Quijote como único libro y con una obsesión casi religiosa, porque todo lo idealizaba” (1940) *
Su entusiasmo por Cervantes lo llevó a crear en 1985 la Fundación Cervantina de México, encargada de administrar al Museo Iconográfico del Quijote, el cual abrió sus puertas dos años más tarde y alberga una importante colección de piezas sobre la figura del Quijote (entre ellas, una de Dalí). Además, Ferrer es responsable, junto con la Universidad de Guanajuato, del Centro de Estudios Cervantinos, nacido en 1995.
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El pasado 1 de junio, se inició en Twitter una lectura colectiva de El Quijote. A esta lectura se han sumado miles de personas de todo el mundo con el objetivo de leer un capítulo del libro por día (128 días en total). Este evento reúne desde lectores aficionados hasta escritores reconocidos y conocedores del tema quienes, bajo el hashtag #Cervantes2018, aportan datos relevantes del libro y su contexto y comparten sus conocimientos y reflexiones al respecto en una dinámica tan rica y variada que convierte la lectura en una experiencia potenciada.
Ese mismo fin de semana me encontraba por casualidad en Guanajuato y me pareció una afortunada coincidencia integrarme a #Cervantes2018 desde esa región. La figura del armado caballero se hizo presente en todos mis paseos: de la Plazuela del Quijote, a un costado del templo de San Diego, a la Plaza Allende donde se encuentra el Teatro Cervantes y un monumento a Don Quijote y su fiel amigo Sancho Panza. O desde la glorieta Cervantina, que nos recibe a la entrada de la ciudad, hasta el cenotafio a Cervantes, muy cerca del Teatro Juárez, donde siempre hay flores frescas en honor a este cuasipatrono de la ciudad.
¿Acaso existe mejor lugar para empezar el Quijote que la Capital Cervantina de América?
* http://fundacioncervantina.org.mx/biografia.html
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