A los seis años William Nezme le temía a los monstruos, como todos los niños de su edad, sin saber que al crecer, se acrecentaría también su fascinación por estos seres extraños, convirtiéndose en uno de los pocos monstruólogos y artistas plásticos especializados en el género de terror en el país.
A pocos días de la reapertura de la casa de terror del Parque Bicentenario, Nezme recibió a Barroco en Ill Cubo Creations; un estudio creativo ubicado en el centro de la ciudad que se especializa en la escultura, la ilustración, el arte conceptual, el diseño de personajes, la caracterización y los efectos especiales.
En 2001 William abrió sus puertas por primera vez, y junto a la artista Patricia Paniagua, desde el 2004 ha desarrollado proyectos para la industria del cine, el teatro y la televisión, además de esculturas monumentales, proyectos publicitarios y eventos especiales como el Zombie Walks Qro y Zombie Fezt Qro.
En su interior no sólo los rostros de sus monstruosas creaciones asaltan los sentidos de quienes lo visitan, también lo hace el místico aroma a Dragon Blood por todo el estudio “un incienso muy popular en la Edad Media”, explica Nezme con una sonrisa amable que despoja a su semblante de ese halo adusto y misterioso.
Explica que en aquella época se creía que su olor era capaz de transmitir a las nuevas generaciones los conocimientos de sus antecesores, “muy parecido a lo que ahora se define como memoria celular, y a esa información que se guarda y transmite a través del cuerpo”.
Recorrido para valientes
Informa que cercanos a la fecha de la Noche de Brujas y Día de Muertos, los administradores del Parque Bicentenario reabrirán las puertas de la Casa de Terror; un atractivo para el que fueron destinados 250 mil pesos, y contratados los servicios de este monstruólogo.
El 26 de octubre comenzarán los sustos, y a William se le iluminan los ojos cuando detalla el trayecto a través de los 12 sets que edificaron recuperando algunos elementos de espacios como el Proyecto Pánico –creado por Ill Cubo en 2014– y el Museo de las Ánimas (2017), un espacio de fantasmas y leyendas queretanas que puso los pelos de punta a todos sus visitantes.
En este nuevo proyecto, un cementerio maldito interpelará a los valientes, y el primer sobresalto vendrá con el animatronic de una tenebrosa anciana junto a sus pequeñas nietas fantasma.
“Hablando sobre la fachada, tratamos de representar una casa antigua clásica del centro de Querétaro, porque por lo general las casas de terror suelen estar descontextualizadas y el público no se siente tan involucrado con el escenario, (…) por eso decidimos representar una casa embrujada del centro de Querétaro, con una viejita al exterior que es la que se supone vive en la casona, y un hombre lobo gigante que es más bien un nahual de más de dos metros de altura”.
Cruzar su umbral será como sumergirse en la pesadilla de alguien más, asegura el creador, pues cada paso dado acercará al clímax de la terrorífica historia que se oculta detrás de sus muros. “ Hay un bosque encantado con una mujer que podría ser una bruja o la llorona, y justo ahí se tendrá que tomar un elevador que los conducirán al subconsciente de esa persona, entonces comenzará a suceder lo verdaderamente grotesco”.
Contabilizando cerca de 120 sustos, William adelanta que el concepto contempla animatronics y actores en escena, así como un diseño musical y de iluminación especial que lo hará aún más espeluznante.
Por la misma razón, sólo podrán ingresar mayores de 13 años, y se ofertarán dos opciones de visita: “una más light y otra mas grotesca. La primera consistirá en entrar de uno en uno nada más, para cumplir con un reto sin luz y portando solo una lamparita, con la que deberán buscar un objeto para conseguir un premio. La otra opción será ingresar en grupos, pero sin nada de luz”.
A propósito de este proyecto, el artista recordó su primera experiencia en una casa del terror. “Tenía como 6 o 7 años, cuando Six Flags todavía era Reino Aventura. Se trataba de la casa de la llorona, y a pesar de que a esa edad ya me fascinaban los monstruos, yo era un niño muy miedoso, mucho muy miedoso –risas–… pero era justo ese miedo lo que me atraía. El recorrido se realizaba en una especie de trenecito, cuya intensidad iba aumentando de poco en poco hasta que por fin te enfrentabas con la llorona, cuyo llanto se escuchaba durante todo el trayecto. Era una experiencia muy parecida a lo que se vive con el cine de terror, es la misma fórmula: mantener cierta tensión como al estirar una liga, hasta el punto que se llega al clímax, sin reventarla, porque de lo contrario la experiencia se convierte en algo incómodo”.
Descubriendo el mundo de los monstruos
“Mi lugar más seguro siempre han sido los monstruos”, dice Nezme, recordando que desde muy pequeño sintió gran fascinación por estos espeluznantes personajes que describe como mágicos.
Su primer acercamiento al terror fue a través de A Nightmare on Elm Street o Pesadilla en la Calle del Infierno (1984), la afamada película sobre el espíritu de un asesino en serie, Freddy Krueger, que aunque le causó una gran impresión, alimentó su curiosidad por este género.
Entre risas recuerda que su abuela era quien, en secreto, rentaba películas de terror para verlas juntos, acrecentándose de esta manera su acervo visual.
“La alcahueta fue mi abuela, también le gustaban. Es algo muy curioso, las veía con ella a escondidas (…) y siempre se burlaba: ‘¡mira qué feo monstruo!, ¡qué mal hecho está!’, decía. Fui un niño ochentero, entonces me tocó toda esa década del slasher y de películas de serie b, de bajo presupuesto, era más como una mezcla de comedia con terror, y justo esa mezcla, esa fusión de lo divertido con lo muy grotesco es lo que a mí como niño me ayudó a entender que lo que veía no se trataba de algo malo”.
Como apenas corría la década de los 80, era poco el acceso y la información que existía sobre los monstruos, más allá de los videoclubes, algunas revistas especializada y afiches cinematográficos, por lo que pronto agotó la información que tenía a su alcance, empujándolo a bosquejar los rasgos de sus propios temores.
“Comencé a diseñarlos. Empecé a imaginarlos, a dibujar lo que ya conocía pero de cierta forma a crear otros, porque yo quería todo el tiempo estar rodeando de monstruos”, cuenta Nezme, aunque confiesa que era algo que mantenía de cierta forma en secreto, por los prejuicios que existían sobre los niños que dibujaban monstruos, sobre todo entre los adultos.
Del 2D y de la creación de formas estáticas pronto pasó a lo tridimensional, “yo quería jugar con ellos también, pero en aquellos años se consideraba aberrante que alguien hiciera a Freddy Krueger en muñeco. Existían, pero eran para coleccionistas y sólo figuras estáticas. Un día mi abuela fue a los Ángeles, encontró al primer Freddy que se animaron a sacar en muñeco. Cuando lo vi dije: ¡Yo también puedo hacer eso! Y ahí di mi primer paso hacia la escultura, a la edad de 10 años. Claro que yo no sabía que eso era arte porque en las clases de arte convencionales sólo enseñaban a tocar flauta y cosas por el estilo, entonces casi de manera intuitiva empecé a modelarlos con plastilina escolar”.
Primeros pasos en la monstruología
Nezme nunca imaginó que esta pasión podría convertirse en su proyecto de vida, por lo que a los 13 años eligió la música como profesión y vivió de ello hasta los 26 años, llevando siempre a la par el dibujo y la escultura de monstruos.
“Es gracias a mi enfermedad –la depresión y la ansiedad–, que yo comienzo a darle el alma que a ellos [los monstruos] les hacia falta (…) Ellos eran los que me mantenían cuerdo, y no es que lo que me sucedía fuera considerada una enfermedad como tal, pero yo sí sentía que me estaba volviendo loco. Porque es una enfermedad que si no está bien tratada –la ansiedad–, tiene muchos cuadros clínicos; provoca que creas que te estás volviendo loco, entonces viene el miedo, y mis peores miedos vienen de ahí. Totalmente alejados de lo que por general asusta a la gente: fantasmas, monstruos o la muerte misma: los miedos son lo que en tu cabeza no puedes controlar ni resolver. ”, asegura William cuando habla del trastorno de bipolaridad que se le detonó tras vivir una experiencia traumática en la adolescencia.
Ese episodio, platica, le permitió comprender con el tiempo que hay belleza en lo grotesco, que existe cordura en la demencia y que el lenguaje puede ser universal e ilimitado.
“Yo no creía que podía dedicarme a la escultura, (…) y mucho menos para hacer monstruos. Era algo totalmente utópico e imposible en aquél entonces, y la sociedad y los maestros me lo dejaron muy claro desde que estudiaba en el CEDART (Centro de Educación Artística). En mi época, la institución se enfocaban mucho en el arte de galería, en el artista de caballete (…) Había cierto recelo con el arte pop, te hacían sentir que lo prostituías: ‘tu debes ser artista de obra de galería, donde tu máxima aspiración es que te contrate un galerista, expongas en Europa– y en todas partes–, y engrueses tu currículum con estrellitas; vender tu obra, si bien te va, y si no, dar clases’”
En 2007 William inauguró en el Museo de la Ciudad “El esplendor de las sombras”, una obra en la que habla sobre la belleza de lo terrible, y sobre aquellos lugares que son seguros para temer y donde sólo hay que sentir, como en las casas de terror.
Con esta primera exposición “quería acercar a mis monstruos a la gente, darles más contenido, más trasfondo, y que el público comenzara a entender mi discurso: la dualidad entre lo bello y lo grotesco (…) Para mí, ellos, los monstruos, siempre serán mi lugar más seguro… cada que algo está mal acudo mentalmente o físicamente a ellos, son mi familia (…) Lo mejor que me ha pasado en la vida, profesionalmente y personalmente hablando. Son mis aliados, los que se enfrentan a los monstruos más perversos….”.
Los miedos del creador de sustos
“Sería muy deshonesto decir que algo de esto me da miedo. Antes, por hobby y cuando teníamos más tiempo, salíamos a cazar fantasmas, pero en el fondo lo que en realidad buscábamos cazar eran sensaciones. Mi búsqueda ahora es ir cada vez más lejos con mi obra, y cada vez se vuelve algo más personal porque trato de buscar eso que a mí me provoca ese miedo, una sensación que por costumbre he ido perdiendo”
Sin embargo, para el artista es importante estar conectado con todas las emociones, incluidas el miedo. Desde una perspectiva sociológica, asegura que las casas de terror permiten que el público explore de manera segura esta emoción para hacer catarsis.
“Yo siempre he creído que es algo que de alguna forma debería estar tan presente como el amor. Dentro de la gama emocional, es para mí tan importante como otros sentimientos, tan subjetivos, tan ambiguos (…) Entre más conscientes del miedo, más capacidad de percepción tenemos sobre las cosas. Si te fijas, cuando la gente le pierde miedo a todo comienza la catástrofe: la gente mata, toma de más y se vuelven adictos, porque creen que no va a pasar nada… no le tienen miedo a las consecuencias. Si el miedo se racionaliza, si se conoce, y la persona lo controla, lo va a proveer –socialmente hablando–, de una mejor calidad de vida. Es como el dolor, el dolor es una señal de que algo está pasando en el organismo y si no se atiende, uno puede morir; el miedo es igual (…)Es el responsable de mantenernos vivos; entre más conscientes estamos de nuestra muerte y de la de los demás, más vivos estamos”.
Finalmente acepta que tal como todo lo que aprendemos y nos predispone, el miedo también es una construcción cultural.
“Según donde crezcas es lo que te da miedo. Ese es el problema en México, porque a la hora de hacer cine, en vez de utilizar como referencia nuestras propias raíces, miramos hacia otro lado. Aquí hay muchísimo de donde cortar, (…) incluso pensando en todo el tema de la violencia y demás, si eso lo utilizaras como un argumento de terror –pero terror real, no de terror al dolor o al secuestro–, se podrían lograr cosas interesantes en cuestión al género de terror o de horror.
“Por ejemplo, en Estados Unidos ese fue el éxito del cine de terror de los ochentas, los cineastas eran realmente conscientes de que la gente le tenía miedo a los nuevos asesinos seriales, que en ese entonces no tenían nombre: eran asesinos que mataban a mucha gente y la sociedad estaba totalmente alarmada y paniqueada: ‘¿cómo puede haber un loco que mate y se coma a sus víctimas?’. De ahí salieron personajes como Jason, Jacobb’s Ladder y Michael Myers, pero es algo dentro de su contexto social”.
Nuevas exploraciones
En esta producción, el monstruólogo será el encargado del arte conceptual, el diseño de ambientes y personajes, así como de la caracterización, los props, el arte y decorados.
“Ya hay fecha de rodaje y es para Netflix, porque en México no se consiguieron recursos, ni en Querétaro; te niegan los permisos, te ponen trabas… todavía estamos muy verdes. (…) De hecho, hay muchas películas que parecen ser americanas y son realizadas con puro talento mexicano, porque fue más fácil hacerlo allá. Hacer cine en México termina siendo más caro que en Estados Unidos, por eso hay tan poco cine aquí”, condena.