Vuelas en lo que llaman la noche de los tiempos,
surcas el aire sin ser pájaro,
aterrorizando muchas veces sin quererlo
danzando el baile nocturno de lo desconocido.
Tema sagrado con orejas de radar,
olfato agudo, dirección perfecta,
colmillos colgantes para desgarrar,
guía de la cara oculta de la vida,
de lo negado, lo siniestro, lo perverso;
pero no eres tú, es nuestro paradigma,
nuestro propio espejo siniestrado.
Porque tú sólo rondas en círculos la noche
sagrada buscando tu alimento,
en ti no hay moral, incluso
eres amigo de las flores y las plantas.
Repartes la simiente del amor
y la reproducción, y das lugar a todos los
poderes del cosmos. En tus alas se baten
la energía magnética, la luz de la luna,
la de las estrellas más lejanas,
lo oculto y lo desconocido,
las horas que sólo Paracelso manejaba,
el poder de las plantas que dan vida y muerte.
Amigo, el mezcal te debe mucho,
compartes poder con la bebida,
la entraña de la tierra los marca
para saber que todos somos todo,
expresiones fantásticas del único e infinito ser,
líneas artísticas desdobladas y tridimensionales,
puertas abiertas a la comprensión de lo sublime.
Zotz danza un baile que no conozco,
apenas alcanzo a interpretarlo, pero con eso tengo
para intuir que la posición que adopta
en el aire no es inocente ni sin significado.
Son poses de poder, ritmos del cielo,
comprensión de la matemática perfecta,
cada centímetro es una revelación de Dios.
¡Planea en el cielo, Zotz!
Cuando te veo volar de noche digo:
no es un pájaro, ¡qué imponente!
¡qué extraño! ¡qué magnífico!
Eres la sombra alada.
Y como proyección, eres el vuelo de mi
propio inconsciente, tocas mi alma,
eres la invitación a abrir la puerta
del lado oculto que completa mi ser.
Eres nocturno, pero eres nacimiento y verdor,
renacimiento, dialéctica
de la vida y la muerte. Sobre el lago oscuro
apenas alumbrado con tenue luz de luna,
veo volar tu espectro, murciélago sombrío.
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