México ha dado grandes campeones al mundo del boxeo. Desde el legendario Julio César Chávez, quien es considerado uno de los mejores boxeadores de todos los tiempos, hasta Juan Manuel Márquez, más recordado por el ko contra Manny Pacquiao.
¿Qué se requiere para ser un campeón? ¿Acaso es el tamaño de los puños, la dureza de los huesos, una velocidad que permita esquivar y contraatacar con milésimas de segundo entre un movimiento y otro? Quizá sea solo la determinación, o el talento innato, o una voluntad férrea a prueba de toda dificultad.
Sea cual sea el factor, todos los grandes campeones iniciaron desde abajo. En circuitos amateurs de boxeo, algunos en peleas clandestinas para de ahí ganar seguidores, prestigio, respeto y luego dar el salto a las primeras peleas amateurs dentro de una organización de boxeo y posteriormente al mundo profesional, a pelear no solo por dinero o por honor sino por un campeonato mundial.
Dedicado a todos los boxeadores, esta mirada refleja una parte del inicio, los primeros pasos en el largo camino hacia el triunfo, no solo de hombres sino también de mujeres.
Se puede apreciar en las imágenes a adolescentes siendo vendados de los puños momentos antes de subir al ring, poses de victoria, golpes directos a la cara, el combate contra el oponente y una mirada de cerca a los peleadores; los tatuajes que son amuletos personales, el sudor y las lágrimas derramadas, las playeras con frases para agradecer a Dios y la confianza de cada uno de los peleadores.