Bamako, Mali, (Notimex).- La equitación es uno de los deportes más queridos en Mali. Todos los domingos cientos y cientos de niños, chicos y adultos se dan cita en el Hipódromo de Bamako para ver las carreras desde las gradas.
Se trata de una noble disciplina que desde hace más de 40 años tiene el corazón robado a todos los malienses y que, sin embargo, carece de los fondos adecuados para renovarse y mejorar.
"Participo en la primera carrera, la de los jinetes de hasta los 16 años. Entrené mucho, tengo posibilidades de terminar primero". Iba Diarrah, que hace pocas semanas cumplió los 16 años, lleva un uniforme de jinete y está rodeado de una marea de amigos y curiosos.
Aunque faltan dos horas para su carrera, ya lleva el casco, a pesar del calor, y juega nervioso con el látigo. Los integrantes de la caballeriza Lagaré ya lavaron, cepillaron y ensillaron a su caballo, que se llama Ramadán, como el mes de ayuno de los musulmanes.
Hay mucha emoción en el Hipódromo, una instalación que da nombre a todo un distrito de la capital, Bamako. Hoy, después de más de 30 días de carreras, finaliza la temporada, que se reanudará en octubre.
Para la ocasión, invitaron a la banda de las Fuerzas Armadas de Mali para que toquen el himno nacional en la apertura de la competición y en la entrega de premios.
Tampoco faltó a la cita Mamoutou Diarrah, el comisionado general de la Federación Maliana de Deportes Ecuestres: "Por número de espectadores somos la segunda liga deportiva después de la de fútbol. Tenemos una larga tradición de más de cuatro décadas”.
“La equitación es algo que forma parte de nuestra cultura. Sin embargo, nos sentimos abandonados, ya que no recibimos fondos para modernizar nuestras instalaciones. Estoy seguro de que con un poco de compromiso por parte de las autoridades podríamos incluso superar al fútbol en afición", añade.
Las cuadras son pequeñas habitaciones de piedra, en muchos casos sin cobertizo, con los comederos adentro.
Los nombres de los caballos están pintados a mano en carteles de madera. Konoba, Biton, Africa, Reggae, Charlotte, Dubai, Diable Rouge y 1 Million son solo algunos de los 200 caballos de las caballerizas del hipódromo.
Los caballerizos, encargados de las cuadras, con la ayuda a cada paso que dan de niños que no tienen otra manera de ocupar su tiempo, se preparan para volver a llevar a los caballos a los establos. Falta poco para la hora X, el comienzo de la primera carrera.
Hay dos grandes tribunas, una cubierta y la otra exterior. En la primera se colocan los políticos, los militares y sus familias, mientras que en la segunda se sientas los chicos de procedencia más humilde. Estos últimos parecen entrar en éxtasis tan pronto como Chaud Bla, el nombre artístico de Claude Sissoko, entra en escena.
Además de un gorro de lana de colores y de unas grandes gafas de sol, Chaud Bla lleva una brillante túnica blanca con el logotipo de la caballeriza a la que apoya y los nombres de sus caballos favoritos.
"De todo Mali -grita- soy el mayor defensor de este deporte. Organizo una gran fiesta cuando ganan mis jinetes, pero no lo hago solo para mí. Intento animar los días de estos niños pobres de las gradas. Alguien debe pensar en su diversión".
Son casi las 17.00 horas cuando la luz del sol es menos cegadora y el calor más soportable. Los jinetes hacen su entrada triunfal en la pista acompañados de las notas de la banda militar y de los comentarios de un presentador con un micrófono y unos poderosos altavoces.
Los jinetes, todos muy jóvenes, son aclamados como si fueran héroes. Desfilan frente a la tribuna de honor y la bandera tricolor de Malí y finalmente se dirigen hacia el lado opuesto de la pista, donde tendrá lugar la salida.
No todos los jinetes pueden permitirse un uniforme oficial, por lo que algunos de ellos visten camisetas de fútbol. Como siempre, las más en boga son las de Ronaldo, Messi y Neymar.
17.00 horas en punto. Toca la campana que da comienzo a la primera carrera del día. Dos vueltas al campo, un total de dos mil 400 metros recorridos a toda velocidad. Los espectadores contienen la respiración cuando los corceles pasan rápidamente a su lado con los jinetes encima.
El joven Iba Diarrah no logra su objetivo: acaba quinto entre los ocho participantes. "Mi Ramadán no tuvo el día, tal vez fue mi culpa", dice cabizbajo mientras los primeros tres son recompensados con pequeñas cantidades de dinero y una copa de hojalata.
Las otras dos carreras, reservadas a los atletas de hasta 19 años, provocan el mismo entusiasmo en las gradas. Un señor de unos 50 años da saltos con los pies juntos en uno de los escalones agitando un trozo de papel blanco.
"Es un papel para las apuestas -explica Oumar Sow, un exjinete de poco más de 30 años que va a todas las carreras-, y está claro que ganó. La gente de aquí tiene dificultades para comprar comida, pero no es raro que el poco dinero que tienen se lo gasten en apuestas".
La ronda de apuestas está gestionada en su totalidad por la PMU (Pari Mutuel Urbain), una empresa francesa que se ocupa de apuestas en carreras de caballos. En todo Mali, la PMU tiene agencias en las que también es posible apostar sobre eventos deportivos ecuestres de fuera del país. La PMU es también el principal patrocinador de la Federación Maliense de Deportes Ecuestres.
"En mis tiempos -explica Oumar- los jinetes profesionales podíamos ganar de 5.500 a 10.000 francos (de 10 a 18 dólares) por carrera, mientras que ahora se alcanzan los 60.000 francos (105 dólares). En la carrera más importante se pueden ganar incluso un millón de francos (1.800 dólares). Si podemos organizar carreras es gracias a la PMU, no podemos confiar en nuestro gobierno”.
“Las instalaciones están maltrechas, el hipódromo no cambió nada en los últimos 50 años. Las autoridades deberían intervenir para mejorar un lugar donde es posible ver correr tan rápido como el viento a estas maravillosas criaturas que Dios nos dio", señala.