Un día dos hombres en silla de ruedas fueron a la tienda de deportes en la que trabajaba Lorena y pidieron balones de basquetbol. Ella, ex seleccionada estudiantil de ese deporte, soñaba (realmente soñaba mientras dormía) con volver a competir en una cancha. Sorprendida, los miró y cuestionó: ¿A poco se juega basquetbol en silla de ruedas?.
Uno de ellos preguntó interesado si era entrenadora. Ella contestó: Yo les enseño basquet a los niños que vienen a la tienda con sus papás. El otro hombre la invitó a verlos jugar a las instalaciones del Parque Querétaro 2000, para que se animara a dirigirlos. Y Lorena repetía que había jugado desde que era niña en un colegio de monjas, que extrañaba la competencia: el sudor en su cabello, el rechinar de los tenis en el piso. Por ahora sólo daba clases en tiempos libres de la tienda.
“Cuando llegué y los vi, dije: ¿Qué es esto? No manches, que padrísimo. Juegan bien padre, giran en las sillas; la botan, le tiran de bien lejos, se atacan. Yo quedé fascinada y acabé rogándoles para que me dejaran entrenarlos”.
Lorena Sánchez Salmón, una mujer alta, delgada y de sonrisa fácil, trabajaba todo el día en la tienda de deportes. Al terminar su jornada entrenaba al equipo. Para ser preciso los martes, jueves y sábados de 4 a 6 de la tarde. El hombre que en aquel momento era su esposo cuestionaba las horas invertidas, la falta de pago. El tiempo para ella pasó muy rápido porque al fin estaba haciendo lo que la apasionaba.
“Mi interés más grande de entrenar al basquetbol era regresar. Te juro que a veces soñaba que botaba la pelota, literal, lo soñaba”.
Una tarde, la metodóloga del Instituto del Deporte y la Recreación del Estado de Querétaro (INDEREQ) comentó que estaban buscando a una entrenadora de tiempo completo, porque estaban por inaugurar el Centro de Deporte Adaptado. Fue así que la contrataron para dirigir un equipo de alrededor de 15 personas con discapacidad. Algunos adquirida, otros con amputaciones congénitas.
El destino había puesto a Lorena donde quería estar. Faltaba un proceso de divorcio, el perder a su equipo, la pandemia y un diagnóstico de cáncer de mama, etapa 3, que ella terminaría por vencer.
EN REALIDAD LORENA SIEMPRE VENCE
Lorena nació en Naucalpan, Estado de México, pero casi toda su vida se desarrolló en Gómez Palacio, Durango, en la zona conocida como La Laguna. Durante sus estudios de primaria, en el colegio religioso Villa de Mattel, descubrió el juego que la acompañaría siempre.
“Veo que a las monjitas les encantaba jugar basquetbol a todas horas, en recreos, periodos libres. Fue cuando conocí el basquetbol y empecé a jugarlo de una manera autodidacta”.
Después pasó a secundaria al Colegio Francés de la Laguna, donde ya tuvo un entrenador y fue escalando de categorías, obteniendo becas deportivas. Fue seleccionada estudiantil del representativo Laguna y viajaba cada año a diferentes partes de México a disputar campeonatos, que a veces ganaban.
Lorena quería estudiar Ciencias Deportivas, o Licenciatura en Educación Física, sabía que el deporte era su verdadera vocación. Alberto Esteban y María del Carmen, sus padres, preferían que cursara alguna carrera con mayor campo laboral. Su hermana, Karime, había entrado a la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, y Lorena la acompañaba a realizar los trabajos escolares. Decidió estudiar lo mismo y jugar en el equipo de la Universidad La Salle Laguna.
Antes de terminar la universidad, el 12 de marzo de 2008, su mamá falleció de cáncer. Por lo que tuvo que cuidar a Mariano, su hermano menor, y a su papá. Al año ella se casó, y a los 15 días su esposo se fue a Barcelona a estudiar una maestría. Ella estaba embarazada de María Regina.
“Viene un episodio fuerte en mi vida porque él estando allá me dice que no quiere seguir con la relación. Hice todo lo que tenía que hacer para que entrara en razón, me dediqué a ser mamá, estaba muy triste, muy devastada. Cambió todo de un momento a otro. Poco tiempo después que nació mi hija tomé la decisión de vender productos de belleza. Empecé a tener valor y retomé la seguridad en mi misma”.
En la vida de Lorena había un poco de rutina. Todo estaba aparentemente bien y tenía un trabajo que le apasionaba. Por la mañana daba clases de basquetbol (convencional) en clubes deportivos y en la tarde en INDEREQ. Se había separado de su esposo porque la relación ya no daba para más.
“Poco tiempo después de mi divorcio, me detectaron cáncer de mama en el seno izquierdo, etapa 3. La verdad es que fue algo raro, extraño, no tengo un registro en mi mente de que fuera creciendo una bolita. El antecedente de mi mamá es también cáncer de mama. Eso hizo que yo dejara todo lo que estaba haciendo en deporte adaptado, únicamente me quede con la parte convencional en el colegio. Iba tres veces a la semana, una hora. Le echaba ganas a la recuperación, y decía: Me tengo que levantar porque me están esperando los niños para dar básquet. Así, con el efecto de la quimio seguía y seguía, y me mantuvo enfocada en un objetivo. Cuando regreso salgo adelante de la enfermedad, ya no tenía equipo de silla de ruedas, ya habían hecho otro equipo, se habían ido a otras disciplinas”.
Las jefas de Lorena en el Instituto le habían dicho que no se preocupara, que la iban a estar esperando. Ella estaba intranquila por la posibilidad de perder su empleo. Así que echó a andar las redes sociales del departamento, elaboró videos y, durante la pandemia, le asignaron impartir clases online de zumba a un grupo donde había niños con Síndrome de Down, con discapacidad intelectual y autismo.
Pero, ¿Lorena dando clases de zumba online? Platicó con su jefa y le propuso enseñar básquetbol en línea y se empezó a correr la voz. Al poco tiempo el departamento de Deporte Adaptado ya tenía otra disciplina que ofrecer. Primero fueron 3 jóvenes los que se inscribieron, y que a la fecha siguen con ella: Mario, Chucho y Omar. En marzo de 2021 les fueron entregadas las instalaciones del Centro de Deporte Adaptado y gradualmente comenzaron a tener clases presenciales. El cáncer había sido derrotado y entrenaba a un grupo de alrededor de 40 jóvenes, entre niños, niñas, adolescentes y adultos de los 5 a los 35 años de edad.
Lorena a veces recapitula sobre su vida, en todo lo que ha tenido que vencer para lograr sus objetivos. Y siente admiración por la fortaleza de sus alumnos.
“Ellos rompen estereotipos, fronteras, todo. La parte en que son muy resilientes, en muchas etapas de sus vidas han sido personas que lo han intentado en diferentes escuelas, en diferentes equipos, comunidades como tal y muchos son rechazados. Hoy ya está muy avanzada la parte de la educación, de la inclusión, pero los chicos que hoy tienen 25 a 30 años, tuvieron que vivir esa etapa del rechazo, del rezago, el no poder entrar a una escuela regular. Muchos se quedaron en un nivel educativo corto, algunos tienen problemas de lenguaje, no saben lo que es el valor del dinero, no saben dar cambio, no saben leer, escribir. Entonces es encontrar en el deporte un lenguaje, una vida, una forma de expresión. Además lo hacen muy bien, no se quedan en la parte del talento deportivo, o en la parte inicial, llegan a ser de alto rendimiento”.
En marzo de este año su equipo participó en un campeonato nacional en Tijuana, donde se llevó a 4 jugadores. Después se enteró, a través de la Federación Mexicana de Deportistas Especiales, que del 29 de septiembre al 3 de octubre de 2022 se llevará a cabo un mundial de basquetbol en Portugal. Así que se unió con otros entrenadores y jugadores de Juárez, Chihuahua, para formar la selección que representará a México.