Esta planta nativa de las selvas tropicales de América Central y del Sur es de gran atractivo para embellecer cualquier espacio donde sea colocada, además de ser muy noble a la hora de cultivarla y mantenerla pues prospera con poca o mediana luz.
Angeles Becerra dueña de uno de los viveros con más tradición queretana dice que esta planta se desarrolla en zonas algo sombrías como habitaciones con poco sol, aunque también conviene tenerla con luz. Sin embargo, la temperatura adecuada es de los 15 ̊C a 20˚C, evitando ráfagas de viento.
Para su riego es importante saber que sólo debe hacerse cada dos o tres veces por semana. Para ello es necesario sumergirla en una cubeta con agua pero sin que el líquido toque las hojas y ya cuando deje de sacar burbujas, sacarla y ponerla en un espacio donde no se reseque tanto.
Cuando la planta está en el exterior y existe el agua de lluvia es favorecedor, pero si es de manera constante habría que protegerla.
Con respecto al abono es importante
hacerlo una vez al mes con fertilizantes ecológicos y es necesario tener las hojas limpias, ya que al quitar la suciedad se evita que se taponen los estomas y con ello se pueda llevar a cabo la fotosíntesis de forma correcta.
Para la poda la experta precisó que es necesario eliminar las hojas muertas o amarillentas. Si las hojas se tornan con las puntas color marrón, es preciso cortar esos pedazos con la ayuda de unas tijeras, manteniendo la forma de la hoja.
Para su trasplante este se puede llevar a cabo teniendo cuidado de las raíces, ya que son muy delicadas. Además, es necesario cambiar cada año de maceta, ya que sus innumerables raíces fibrosas hacen que se endurezca el cepellón y el agua no podrá penetrar bien. Esto puede afirmarse cuando nacen flores pequeñas y las puntas de las hojas se secan o tienen un color verde pálido.