Los alrededor de 150.000 residentes de Jackson, la capital del estado de Misisipi, en su mayoría afroestadounidenses, seguían sin agua potable el jueves, mientras las autoridades pedían a quienes todavía tenían suministro que se ducharan con la boca cerrada.
Esta ciudad del sur de Estados Unidos, donde el 80% de la población es negra y el índice de pobreza es particularmente elevado, vive desde hace años una grave crisis de acceso al agua.
Pero desde el martes están en estado de emergencia sanitaria después de que inundaciones sin precedentes dañaran los sistemas de tratamiento.
Al abrir el grifo, los habitantes ven salir apenas algunas gotas o agua marrón, imbebible. Y para procurarse agua potable embotellada deben realizar largas colas.
"Es como vivir una pesadilla", dijo a CNN Erin Washington, estudiante de la Universidad Estatal de Jackson.
"Cuando se duche, asegúrese de que su boca esté cerrada porque no debe beber de esa agua", advirtió el miércoles Jim Craig, funcionario de salud pública de Misisipi.
Las autoridades de la ciudad notaron una mejoría de la situación el jueves.
La planta de tratamiento de agua "hizo progresos significativos durante la noche y esta mañana", luego que una bomba, fuera instalada de urgencia el miércoles.
"Quedan problemas por resolver en los próximos días, pero hoy las perspectivas son promisorias", señaló el ayuntamiento.
Pero la vida diaria está absolutamente alterada. Las escuelas han debido resignarse a las clases virtuales y las empresas están pagando un alto precio.
"Los hoteles y restaurantes, ya en la cuerda floja, no pueden abrir o deben adaptarse, comprando cubitos de hielo, agua o refrescos", dijo a CNN Jeff Rent, presidente de la Cámara de Comercio de Jackson.
"La gente ya no puede más", declaró a su vez Sarah Friedler, gerenta del restaurante Brent's Drugs, al periódico local Clarion Ledger.
Los padecimientos de los habitantes de Jackson recuerdan uno de los peores escándalos sanitarios de la historia estadounidense, el de las aguas contaminadas en Flint, Michigan, durante la pasada década.
En esa ciudad industrial, un cambio en la fuente de suministro de agua potable decidido como una medida de ahorro, contaminó la red, exponiendo a los habitantes al envenenamiento por plomo.