"No abandonaremos, con o sin ayuda, vamos a continuar", afirma Anderson Mota Barreiros, que busca a su hermana bajo el lodo y los escombros de lo que hace dos días era su casa en la ciudad brasileña de Petrópolis, escenario de lluvias históricas.
"Mi hermana y su familia siguen desaparecidos. Aquí es donde estaba su casa", dice Barreiros, de 37 años, mientras se abre paso entre una enorme pila de escombros en el barrio pobre de Alto da Serra, en una ladera de la pintoresca ciudad, al norte de Rio de Janeiro.
Como Barreiros, muchos residentes corrieron a rescatar a sus seres queridos y vecinos incluso cuando todavía se desarrollaba el desastre, la noche del martes. Al menos 104 personas murieron como consecuencia de las lluvias y los deslizamientos de tierra, según el último balance del jueves.
La mayoría ha seguido ayudando a excavar en el lodo incluso ahora que han llegado soldados y rescatistas.
Pero entre la población, hay una ira amarga por la tragedia y el tiempo que están tomando las operaciones oficiales de rescate para encontrar a los desaparecidos.
Barreiros buscó todo el miércoles y después de una noche de agonía, regresó al alba para continuar en el mismo lugar donde se había interrumpido, ayudado por un grupo de amigos.
En su zona "no hay nadie" de las autoridades para ayudar, dice Barreiros a la AFP.
"No he visto a ningún bombero, a ningún rescatista que me ayude. Pero no abandonaremos. Con o sin ayuda, vamos a continuar".
Mientras proseguían los esfuerzos de búsqueda, los residentes frustrados comparaban información sobre qué casas y negocios habían desaparecido y se preguntaban si había noticias de las personas que conocían.
A menudo, no las había.
El número de personas que siguen desaparecidas es confuso. Muchos pueden estar entre las decenas de cuerpos que aún no se han identificado. Veinticuatro personas fueron rescatadas del lodo y los escombros, la mayoría en las primeras horas posteriores al desastre.
Pero a medida que pasa el tiempo, la esperanza de encontrar más personas con vida se desvanece.
- Nada más que lodo -
Cubierto de lodo, con una azada en una mano y una pala en la otra, Luciano Gonçalves, un vendedor en un mercado local de 26 años, trabaja como rescatista voluntario desde la noche del martes.
Ayudó a salvar a un hombre dentro de un automóvil que estaba siendo arrastrado por las aguas de la inundación, pero no cree que ya se encuentren más sobrevivientes, dice a la AFP.
"Desafortunadamente, parece prácticamente imposible", dice con una mirada de dolor en su rostro.
Gonçalves, que creció en Alto da Serra, dice que perdió "muchos" amigos en la tragedia.
Los restos de los edificios donde él y sus compañeros voluntarios ahora están excavando están "llenos de lodo, nada más", lo que deja pocas posibilidades de bolsas de aire donde los sobrevivientes puedan estar vivos, dice.
"Pero vamos a seguir buscando, para al menos poder entregar los cuerpos a las familias para que puedan enterrarlos y tener ese consuelo".
Los residentes de esta comunidad de clase trabajadora construida en el declive de un cerro, como tantos barrios pobres de Brasil, dicen que no tenían a nadie que los ayudara más que a ellos mismos cuando la ladera de la colina cedió, arrasando con todo a su paso.
Yasmin Kennia Narciso, una maestra de 26 años, recuerda los sonidos de esa noche: el rugido de la ladera derrumbándose, luego los gritos de los vecinos pidiendo ayuda.
"Mi padre se apresuró para ayudar a nuestros vecinos, pero seguía cayendo más y más tierra", dice, sentada en un colchón en el suelo de la iglesia cercana donde ella y su familia de 12 han buscado refugio.
"No logró ayudar a las dos ancianas que vivían cerca de nosotros. Una tenía 82 años y la otra 89. Todo quedó enterrado allí".
Los cuerpos de las mujeres fueron recuperados, dijo.
"Pero otra señora que vivía junto a nosotros todavía está allí arriba, enterrada en el barro".