Cuando los precios de los fertilizantes se dispararon por la invasión rusa de Ucrania, Peter Wakisi sintió temor por el futuro de su granja y de su familia, pero una mosca acudió en ayuda de este agricultor del centro de Uganda.
Peter Wakisi forma parte de un programa de cría y venta de larvas de mosca soldado negra, lanzado por una empresa emergente de Países Bajos para ayudar a los agricultores locales.
Esas minúsculas larvas tienen un insaciable apetito por los residuos orgánicos y sus potentes enzimas gástricas los transforman en fertilizantes.
Peter Wakisi cría varios miles en bidones, en su aldea, Kawomya Nyiize, en el centro de Uganda. Los beneficios que está obteniendo superan sus expectativas.
"El estiércol de desechos generados por la mosca soldado negra, mezclado con desechos orgánicos y excrementos de cerdo, no son peligrosos para la tierra y cuesta mucho más barato que los fertilizantes no orgánicos, cuyos precios han aumentado con la guerra entre Rusia y Ucrania", explica el hombre, padre de cuatro.
"Los fertilizantes orgánicos redujeron casi un 60% los gastos que tenía en fertilizantes químicos. Mis plantas están mejor y los rendimientos son mejores ahora", añade.
Cuando las larvas eclosionan, revende los insectos a científicos por tres veces el precio que pagó por las larvas.
El programa está gestionado por Marula Proteen Limited, una empresa neerlandesa radicada en Kampala, capital de Uganda, y financiado en parte por el gobierno de Países Bajos.
"La materia producida por las moscas soldado negras rebosa de microbios sanos que aportan nutrientes esenciales", explica Tommie Hooft, director de Marula Proteen.
"Una tierra que no reconstituye su potencial orgánico acaba agotándose y el rendimiento de las plantas disminuye considerablemente", subraya.
- Local e inagotable -
Para Scola Namataka, una madre soltera que vive en el pueblo de Nakirubi, en Nayunga, criar insectos para obtener excrementos era algo impensable.
"Yo decía que no era posible criar estos gusanos", cuenta la mujer, de unos 30 años, metiendo la mano en bidón, del que saca un puñado de larvas retorciéndose.
Pero con los ingresos escaseando cada vez más y el suelo de la granja cada vez más pobre, al final se decidió por probar cuando escuchó hablar del programa, el pasado marzo.
Desde que se apuntó, sus cultivos han prosperado, asegura. Ha llegado incluso a acostumbrarse al áspero olor que emana de la zona de su jardín en la que cría las larvas.
Desde que estalló la guerra en Ucrania, la mosca soldado negra se ha erigido como una verdadera alternativa para los agricultores dependientes de los fertilizantes, sobre todo de los abonos rusos.
"Nuestro fertilizante orgánico se produce a nivel local y está siempre disponible", señala Tommie Hooft.
Las hembras adultas ponen cientos de huevos durante sus dos semanas de vida y con el apetito voraz que tienen las larvas -que multiplican por 6.000 su tamaño inicial- el riesgo de quedarse sin estiércol es ínfimo.
Marula Proteen también vende fertilizante a grandes empresas, como Clarke Farms, que posee 1.500 hectáreas de cafetales a unos 300 km al oeste de Kampala.
- Una mosca pequeña con un gran impacto -
La empresa neerlandesa se ha asociado con el Ayuntamiento de Kampala y colecta entre ocho y diez toneladas de residuos diarios, sobre todo en los mercados, que utilizan para alimentar a las larvas.
"Enriquecer los suelos utilizando nutrientes orgánicos es un procedimiento sostenible, que fortalece la resistencia del suelo que alimenta a las plantas", declara Ruchi Tripathi, de la oenegé Servicio de Voluntariado en el Extranjero (VSO), que trabaja en colaboración con Marulo Proteen.
Según Tripathi, esta pequeña mosca negra es la solución para muchos problemas.
"Mejora la seguridad alimentaria, reduce la dependencia de los fertilizantes químicos caros a base de petróleo, lo que permite luchar contra el cambio climático", agrega.
Además, hizo que Peter Wakisi pudiera alquilar un tractor, dar de comer a sus hijos y pagar los gastos de escolaridad de sus cuatro hermanos y hermanas pequeños.
Este padre de familia ya no tiene porqué preocuparse del precio de los fertilizantes, que sigue subiendo. "He abandonado los fertilizantes químicos", sostiene.