/ lunes 22 de noviembre de 2021

¿Por qué los robots no lucen exactamente como nosotros?

Los robots humanoides que se diseñan actualmente mantienen características "artificiales" para nuestra propia comodidad

De acuerdo con la agencia frog, la forma de un producto despierta emociones que en ocasiones pueden ser complejas, y uno de los casos más emblemáticos es el de la Inteligencia Artificial (IA) y los robots.

“La industria de la manufactura está llena de ejemplos de máquinas que pueden realizar actividades con gran precisión y velocidad. Verlas en acción puede ser sorprendente e hipnotizante, y aunque realizan tareas que de otra forma harían trabajadores humanos, no se parecen en nada a ellos”, asegura la firma en un comunicado.

Aunque los especialistas tienen la capacidad de crear androides con forma humana, esto con frecuencia no se lleva a cabo debido a diversos factores, entre ellos, la empatía de las personas con las que interactúan.

Y es que -destaca la agencia- ya sea por razones evolutivas, o por condicionamiento social, las personas sentimos afinidad con lo que se parece a nosotros. Y entre más familiar nos parece algo, más cómodo nos es interactuar con ello, hasta el punto extremo en que lo veamos igual a nosotros y dejemos de considerarlo “algo” sino “alguien” y la interacción sea completamente natural.

Si bien el hecho de que los robots humanoides tengan cierta similitud con la forma humana logra despertar empatía en los espectadores, al punto de atribuirles características asociadas con una persona, haciendo más creíble la ilusión de ser una máquina autómata, hay otro factor a considerar.

Y es que los robots que se parecen tanto a una persona no siempre pueden hacernos olvidar que son una máquina. De hecho, si la ilusión no es perfecta sabremos que algo no está bien, nos sentiremos desconcertados, incómodos y hasta asustados.

En 1970, el robotista Masahiro Mori identificó este fenómeno como bukiminotani genshō (valle inquietante).

Esto se debe a que los humanos somos particularmente hábiles para identificar cuando algo no está bien en una persona, y hasta el mínimo tic, falta de fluidez en los movimientos, o incluso un exceso de precisión en sus acciones, harán que pongamos más atención, por lo que es extremadamente difícil acercarnos a una emulación convincente de una persona artificial (como en el caso de un robot humanoide) sin caer en el Valle Inquietante.

Pepper es el primer robot capaz de reconocer las principales emociones humanas / Foto: Imagine China

DISEÑOS QUE LO EVITAN

Para ilustrar cómo los especialistas le dan la vuelta a esta situación, frog nos comparte una serie de ejemplos que han sido populares:

Spot. Un robot cuadrúpedo que nos hace inmediatamente pensar en un perro, con movimientos fluidos y fuerza, aunque lo importante es que no pretende ser realmente un perro, ya que no tiene pelo, ni siquiera cabeza, y sólo tiene los elementos esenciales para despertar las emociones correctas.

Sophia es otro ejemplo de un diseño que simula muy bien las expresiones faciales, pero no intenta pasar por humana, lo cual queda claro desde que vemos que la mitad de su cráneo es una membrana invisible que expone los mecanismos que controlan su rostro.

Por su parte, Pepper va al otro extremo y emula una imagen típica de ternura pero claramente artificial. Desde los sensores de percepción y síntesis de voz hasta su pantalla táctil, todas sus características están pensadas para facilitar la interacción con las personas, haciéndolas sentir cómodas.

Por ahora, parece que la ciencia y la tecnología han determinado que es mejor que los robots -o la mayoría de ellos- no sean tan parecidos a nosotros, y que en cambio se limiten a cumplir con su función, que es hacernos la vida más cómoda y práctica.




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De acuerdo con la agencia frog, la forma de un producto despierta emociones que en ocasiones pueden ser complejas, y uno de los casos más emblemáticos es el de la Inteligencia Artificial (IA) y los robots.

“La industria de la manufactura está llena de ejemplos de máquinas que pueden realizar actividades con gran precisión y velocidad. Verlas en acción puede ser sorprendente e hipnotizante, y aunque realizan tareas que de otra forma harían trabajadores humanos, no se parecen en nada a ellos”, asegura la firma en un comunicado.

Aunque los especialistas tienen la capacidad de crear androides con forma humana, esto con frecuencia no se lleva a cabo debido a diversos factores, entre ellos, la empatía de las personas con las que interactúan.

Y es que -destaca la agencia- ya sea por razones evolutivas, o por condicionamiento social, las personas sentimos afinidad con lo que se parece a nosotros. Y entre más familiar nos parece algo, más cómodo nos es interactuar con ello, hasta el punto extremo en que lo veamos igual a nosotros y dejemos de considerarlo “algo” sino “alguien” y la interacción sea completamente natural.

Si bien el hecho de que los robots humanoides tengan cierta similitud con la forma humana logra despertar empatía en los espectadores, al punto de atribuirles características asociadas con una persona, haciendo más creíble la ilusión de ser una máquina autómata, hay otro factor a considerar.

Y es que los robots que se parecen tanto a una persona no siempre pueden hacernos olvidar que son una máquina. De hecho, si la ilusión no es perfecta sabremos que algo no está bien, nos sentiremos desconcertados, incómodos y hasta asustados.

En 1970, el robotista Masahiro Mori identificó este fenómeno como bukiminotani genshō (valle inquietante).

Esto se debe a que los humanos somos particularmente hábiles para identificar cuando algo no está bien en una persona, y hasta el mínimo tic, falta de fluidez en los movimientos, o incluso un exceso de precisión en sus acciones, harán que pongamos más atención, por lo que es extremadamente difícil acercarnos a una emulación convincente de una persona artificial (como en el caso de un robot humanoide) sin caer en el Valle Inquietante.

Pepper es el primer robot capaz de reconocer las principales emociones humanas / Foto: Imagine China

DISEÑOS QUE LO EVITAN

Para ilustrar cómo los especialistas le dan la vuelta a esta situación, frog nos comparte una serie de ejemplos que han sido populares:

Spot. Un robot cuadrúpedo que nos hace inmediatamente pensar en un perro, con movimientos fluidos y fuerza, aunque lo importante es que no pretende ser realmente un perro, ya que no tiene pelo, ni siquiera cabeza, y sólo tiene los elementos esenciales para despertar las emociones correctas.

Sophia es otro ejemplo de un diseño que simula muy bien las expresiones faciales, pero no intenta pasar por humana, lo cual queda claro desde que vemos que la mitad de su cráneo es una membrana invisible que expone los mecanismos que controlan su rostro.

Por su parte, Pepper va al otro extremo y emula una imagen típica de ternura pero claramente artificial. Desde los sensores de percepción y síntesis de voz hasta su pantalla táctil, todas sus características están pensadas para facilitar la interacción con las personas, haciéndolas sentir cómodas.

Por ahora, parece que la ciencia y la tecnología han determinado que es mejor que los robots -o la mayoría de ellos- no sean tan parecidos a nosotros, y que en cambio se limiten a cumplir con su función, que es hacernos la vida más cómoda y práctica.




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