Para muchas personas, los audífonos son más que un aparato, sino que se han convertido en compañeros de todo el día pues brindan la posibilidad de sumergirse en otro mundo.
Existe una regla de oro y es que nunca debes prestar tus audífonos a nadie. Aunque pueda parecer una acción inofensiva, hay varias razones fundamentales que respaldan esta afirmación.
Daño potencial:
Estos dispositivos electrónicos necesitan ser cuidados y prestarlos sin advertir sobre su fragilidad puede tener como consecuencia daños irreparables, así que la responsabilidad de cuidarlos recae en el dueño.
Comodidad personal:
La mayoría de las personas ajusta sus audífonos a la forma y tamaño de sus oídos, prestarlos significa ceder ese ajuste personalizado, por lo que la experiencia auditiva se ve afectada cuando se alteran los dispositivos.
Calidad del sonido:
Cada par de audífonos tiene su propio sonido único y nuestros oídos se acostumbran a esa firma sonora. Prestar tus audífonos implica exponerlos a ajustes de ecualización y niveles de volumen diferentes.
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Higiene:
La razón más importante es la higiene. Los audífonos, especialmente los intrauditivos, pueden albergar bacterias y microorganismos que se transfieren fácilmente de una persona a otra.