Glen Burnie, Estados Unidos | AFP.- Salvar la vida sin arriesgar la suya es el reto de los equipos de rescate de Glen Burnie, una pequeña ciudad de Maryland en el noreste de Washington. Los socorristas enfrentan al nuevo coronavirus, un enemigo invisible que está alterando sus operaciones de salvamento.
El equipo de dos médicos y tres bomberos de los servicios de urgencia, seguido por un fotógrafo de la AFP, espera en un cuartel de bomberos para responder llamados al 911, el número nacional de emergencia.
Su turno empieza a las 07H00 de la mañana y durante 24 horas, estarán de guardia en esta comunidad rural de 40.000 habitantes, próxima al aeropuerto de Baltimore.
Las consignas de seguridad son estrictas, no se puede intervenir sin protección total: batas, máscaras, guantes y gafas.
Para evitar la saturación de los hospitales deben convencer a los pacientes de permanecer en casa si solo tienen síntomas leves de la enfermedad. No es fácil cuando las personas que llaman son frágiles.
Una mujer que quiere ser hospitalizada rompe en llanto y se arrodilla en el suelo. Tampoco es fácil reconfortarla manteniendo la distancia de seguridad y con una máscara en la cara. La paciente se calma finalmente y acepta quedarse en casa.
Las llamadas no son sólo de pacientes con el nuevo coronavirus. Una mujer, que no tiene síntomas, se queja de dolor en el pecho. Su condición es preocupante y tiene un historial. Los médicos creen que puede ser un ataque al corazón.
Siguiendo las reglas, entra un solo socorrista al departamento para examinar a la paciente, tomarle la presión sanguínea y hacer las primeras pruebas. Es él quien decide si debe ser hospitalizada y ser transportada en una camilla.
El 911 no sólo recibe llamadas de pacientes. Un hombre está preocupado por un familiar en cuarentena e infectado con coronavirus que no responde al teléfono.
La respuesta comienza siempre con el paciente poniéndose el equipo de protección personal, pero nadie contesta en el apartamento y los rescatistas tienen que derribar la puerta con un hacha y una palanca.
Es demasiado tarde, un doctor descubre el cuerpo del hombre, aparentemente muerto por varias horas. El equipo lo entrega a la policía local, que comenzará su investigación mientras espera al médico forense, y regresa al cuartel para esperar nuevas llamadas.
Al terminar su guardia, los rescatistas regresarán a sus hogares, pero estarán obligados a mantenerse aislados. Sin embargo, estos profesionales están preocupados por sus familias, a quienes temen contaminar pese a todas las medidas de seguridad.
Desde el comienzo de la epidemia de Covid-19, más de 30.000 personas han muerto en Estados Unidos, incluyendo casi 350 en Maryland.
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