El "boom" inició en Jurica y Juriquilla

Juan Germán Torres Landa habla de la fiebre constructora de su familia que hizo crecer a Querétaro con nuevos polos habitacionales y comerciales

Manuel Naredo | Colaborador Diario de Querétaro

  · lunes 6 de noviembre de 2023

“Yo creo que hay que regular, porque nos encontramos con un problema grave de energía y de agua, que no haya tanta facilidad para construir”: Juan Germán Torres Landa. Foto: Miguel Cruz | Diario de Querétaro

“Siempre les he dicho una cosa: construyan. El que construye no se equivoca; el que construye crea empleo, produce derrama económica, hace política. La palabra es construir. Construyan también cariño, amor, amistades… Todo se encierra en construir”.

Quien habla así cuando se le pregunta cuál es el consejo que puede darle a sus hijos, es uno de los desarrolladores y restauradores más importantes del estado, y una pieza fundamental en el engranaje de la maquinaria que hizo florecer primero Jurica, y más tarde, con explosivos resultados, a Juriquilla.

Juan Germán Torres Landa, enfundado en chaleco abrigador en una mañana fresca, sentado en una de las mesas del patio principal de la ex hacienda de Juriquilla, que él mismo rescató y acondicionó como hotel, hace un balance de lo realizado en casi sesenta y cinco años, a partir de que su padre compró Jurica, y también se toma tiempo para hablar de esa virtud que ha sabido cultivar tanto como sus construcciones: la amistad.

El parque industrial Benito Juárez se desarrolló a orillas de la carretera 57. Foto: Gerardo Tavarez | Diario de Querétaro

He visto pasar trece gobernadores, desde Gorráez hasta Kuri, y he tenido una buena relación con casi todos, pero también te puedo decir que el gran gobierno siempre es la sociedad; es la que crea empleo, es la que hace las fábricas, y pone a un gerente, a un director de empresa”, reflexiona. “Nunca me he metido a la política, porque una vez que Juventino Castro me invitó a ser diputado, le platiqué a mi papá, y él me dijo: No te metas, tú mejor enfrente, creando empleo, desarrollando a Querétaro; no te metas. Y no me he metido. Llegan de diferentes colores y sabores y con todos he tenido una buena relación”.

“La vida es de circunstancias”, asegura convencido al recordar los orígenes de lo que hoy son importantes desarrollos habitacionales al norponiente de la ciudad. “Un día, mi papá iba de San José Iturbide a México y se paró a cargar gasolina en la gasolinera San Pablo, y ahí se encontró a una señora, amiga de él porque había sido secretaria de Miguel Alemán, que era la esposa de don Carlos Urquiza, quien le dijo: Oiga, le vendemos Jurica. Mi papá ni siquiera sabía qué era Jurica… Por eso digo que la vida es de circunstancias, porque si no hubieran coincidido en la gasolinera, no estaríamos aquí”.

Cuando los Torres Landa llegaron a esta tierra, en 1959, Querétaro era una ciudad de unos sesenta mil habitantes, donde todos, a decir del propio Juan Germán, se saludaban de mano. Aunque abogado, ha sido un apasionado de la restauración de haciendas, edificios que ha intervenido hasta en una docena, empezando, precisamente, por la de Jurica, convertida a partir de ello en hotel. Hicimos el fraccionamiento. Empezamos con doce casas, una de ellas, por cierto, era de Juan Torres”, recuerda sobre aquella época de inicios de la década de los sesenta del pasado siglo. “Siendo gobernador Manuel González de Cosío, nos dio el permiso para fraccionar, abrió la zona urbana hasta Jurica y entonces hicimos el desarrollo. Ahora en Querétaro, nosotros le hemos metido cuarenta mil boletas prediales al municipio en todos los desarrollos que hemos hecho: Jurica, Satélite, San Pablo, Juriquilla, Raquet Club, en fin… Son boletas prediales que cada año dan dinero y aparte se crea una industria alrededor”.

Tras la venta de Jurica por parte de don Juan José Torres Landa, nombrado embajador de nuestro país en Brasil, la llegada de Alberto Bustamante y la fallida intención de Banamex de convertir a Jurica en su centro de operaciones tras la nacionalización de la banca, la familia regresó a invertir en la zona.

“Nosotros empezamos a trabajar y compramos parte de Juriquilla, porque estaba muy fraccionado todo. El puro casco de la hacienda, que eran seis hectáreas, tenía 22 dueños y no podías hacer nada, pero el licenciado Luis Felipe Ordaz reunió a los 22 e hizo una sola escritura que ya pudimos comprar nosotros e hicimos el hotel como ancla”, recuerda Juan Germán, quien continúa describiendo la estrategia de crear anclas para fortalecer su proyecto, por entonces alejado de la comodidad del centro de Querétaro: “Le dimos los terrenos a la Universidad del Valle de México como lo habíamos hecho con el colegio John F. Kennedy cuando empezamos Jurica, ya estaba el campo de golf, creamos el club hípico, los centros comerciales y la plaza de toros”.

Y efectivamente, la plaza de toros, con ya 35 años de existencia, ha representado, de la mano de su hermano Juan Arturo, un estímulo no sólo a la venta de predios en el fraccionamiento, sino al propio turismo queretano. Juan Germán no niega su afición por la Fiesta Brava, y reconoce que la de Juriquilla es un caso especial: “Hay gente que viene a ver toros, pero también hay una competencia social. Hay gente que ni se entera de quien torea, pero hay un convivio antes, en medio y después de las corridas”.

Foto: Irais Sánchez | Diario de Querétaro

Reconoce que en los inicios de la aventura que ha representado Jurica y Juriquilla, iniciada hace 37 años, no imaginó tan importante y rápido crecimiento y atribuye como uno de los factores de ello a los temblores que han sacudido la capital del país y que han obligado a sus habitantes a buscar zonas más tranquilas. Da el dato de la llegada mensual de 180 nuevas familias a Querétaro y la existencia de un millón de vehículos automotores, asegurando que estamos ya saturados.

“Yo creo que hay que regular, porque ahorita nos encontramos con un problema grave de energía y de agua, asevera el miembro importante de un grupo que construye actualmente parques industriales en Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí y Aguascalientes. “Nosotros tenemos aquí en Juriquilla un servicio propio de agua, con diez pozos perforados y el manejo de su distribución, pero si no se hace la obra del Acueducto III, se van a tener que cerrar las llaves, que no haya tanta facilidad para construir”.

Habiendo dejado las riendas de la empresa en hijos y sobrinos, Juan Germán está ahora dedicado, con la pasión que le caracteriza, a realizar el proyecto más ambicioso de su vida, al que denomina “Juriquilla Antigua”, un espacio en las mismas tierras de ese ya emblemático fraccionamiento, donde habrá hoteles temáticos, museos y una impresionante colección de aparatos de toda índole.

“Es un proyecto muy personal que tengo en el lago de Juriquilla. Son trece museos y cinco hoteles en quince pisos subterráneos y tres kilómetros de túneles; es un pueblo completo. Tengo, por ejemplo, el primer proyector de cine del mundo de 1861 entre unos veinte mil aparatos. Es con el fin de que los niños sepan cómo inició todo, porque lo que guardas no existe, lo que compartes existe. Me faltan de dos a tres años para terminar el proyecto”.

“Yo soy un apasionado de la amistad, me encanta la amistad,” asevera cuando se le pregunta sobre sus mayores satisfacciones; “procuro sumar siempre y no restar. Yo sumo y sumo”.

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Recuerda también aquellas épocas de los sesenta cuando, desde Jurica, con otro proyecto personal, salieron cinco campeones mundiales de box: Vicente Saldívar, Chucho Castillo, Romeo Anaya, Rafael Herrera y Salvador Sánchez, y no oculta su amistad con el presidente Andrés Manuel López Obrador. “Ahorita me atacan mucho, pero yo lo defiendo. A Pancho Domínguez y a Kuri les dije: Acuérdate que el dinero de México está en Palacio Nacional, no te pelees con el dinero, y los dos se llevan muy bien con el presidente”.

La conversación de Juan Germán Torres Landa es fluida, sin necesidad de mayores preguntas, cargada de la cotidiana sencillez que le caracteriza, siempre franca y presta, sin dobleces, pese a que al inicio de nuestra plática esgrimió la frase retórica de “yo construyo, no hablo”.