La de Kellogg’s en Querétaro es una de las tres plantas de elaboración de cereales más grandes del mundo, abastece a todo el mercado nacional y exporta el 30 por ciento de su producción a Estados Unidos, Canadá y entre 10 y 13 países, de acuerdo a la época del año, de Latinoamérica.
Sus 900 trabajadores directos, que laboran en cuatro turnos y donde predominan las mujeres en el cuidado de la producción, se integran a alrededor de tres mil empleados en la ciudad, a los que se suman unas diez mil personas que conforman la gran fuerza de su comercialización en todo el país.
Desde el complejo queretano de Kellogg´s se supervisa la actividad para la empresa en cuarenta países del mundo y se impacta en el desarrollo de unos quinientos proveedores locales. En suma, la planta ubicada en San Antonio de la Punta, en el poniente de la capital queretana, produce unas diez mil toneladas de cereal al mes y provee unos tres mil quinientos platos diarios de ese producto al mundo.
Pero Kellogg´s es aún más que eso: es el medio por el que muchos trabajadores han tenido una importante opción de desarrollo profesional; de ello pueden ser un buen ejemplo las 456 placas de bronce con otros tantos nombres, ubicadas en uno de los pasillos de la planta, que hablan de una permanencia en la empresa de al menos veinticinco años. Y lo son también las historias concretas de profesionistas que ahí han forjado una carrera y un prestigio personal, como son los casos, apenas por mencionar dos, de Carlos Gutiérrez y Rodrigo Lance.
El primero, cubano de nacimiento, hizo su carrera en el Tecnológico de Monterrey y escaló puestos en Kellogg´s desde el reparto en calle hasta el puesto de presidente ejecutivo de la empresa, con tan buenos resultados que el presidente norteamericano George W. Bush lo invitó a ser miembro de su gabinete como Secretario de Comercio. El segundo, un joven que desde Querétaro también ha escalado posiciones hasta convertirse en Vicepresidente Senior de Cadena de Suministro Global, coordinando, desde aquí, unas cuatro decenas de plantas en el planeta.
La de Kellogg´s también es una historia paralela de visión comunitaria, al trabajar en el impulso en la producción de maíz amarillo en el campo nacional, con uso mínimo de agroquímicos, sin pesticidas y con una reducción significativa en el uso de agua, permitiendo un incremento de cuatro a dieciséis toneladas por hectárea. Y, desde luego, la labor, casi anónima, de la W.K. Kellogg Fundation, que, con un porcentaje establecido del treinta por ciento de las ganancias de la compañía, realiza labores educativas y de nutrición con niños de zonas rurales desprotegidas en África y América Latina.
La historia de esta singular empresa nació, sin embargo, casi fortuitamente, en el pequeño pueblo de Battle Creek, fundado por Adventistas del Séptimo Día en Michigan, donde los hermanos Kellogg mantenían una pequeña clínica; ahí se cocinaba el maíz con el propósito de que los internos tuvieran una alimentación más sana, y cuando éstos, una vez que salían de lugar, solicitaban el alimento para su dieta cotidiana, dieron la idea del negocio de los cereales a uno de los hermanos: Will Keith. Hoy, a más de un siglo de distancia, en la pequeña población de Battle Creek, cuya traducción al castellano sería “el arroyo de la batalla”, casi todo lleva el nombre de Kellogg, desde la escuela al auditorio, del hotel a la principal avenida, y las construcciones tienen el mismo estilo y material que podemos ver en la planta de la compañía en Querétaro.
Y fue precisamente en nuestra ciudad donde Will Keith Kellogg decidió instalar su primera planta fuera de los Estados Unidos, la que empezó a operar en lo que hoy conocemos como la avenida 5 de Febrero, en 1951, y donde se elaboraban dos productos y trabajaban poco más de setenta empleados. Estratégicamente y en contra de la costumbre industrial, el creador de la marca no apostó por la capital del país, sino por un lugar donde podría tener más cercanamente los insumos necesarios para procesar su producto. Con el tiempo y con las necesidades de producción rebasadas en aquella pequeña planta, se construyó la actual, inaugurada hace cincuenta años y donde se elaboran seis diferentes productos: Corn Flakes, Zucaritas, Choco Krispies, Special K, Froot Loops y All Bran.
Para Luis Carlos Núñez, quien cuando laboró para Kellogg´s llegó a ser director general de la empresa en Sudáfrica y Colombia, además de Sudamérica, con sede en Brasil, el hacer siempre lo correcto, independientemente de las consecuencias económicas, es un elemento fundamental del actuar institucional, además de las ventajas laborales con las que contaban los obreros. “Siempre se tenía la tranquilidad de que, si hacíamos lo correcto, la compañía nos iba a apoyar, aunque eso le costara dinero. Lo importante era siempre hacer lo correcto, lo que la gente buena hace, lo que está bien”, y agrega: “Es una compañía con principios éticos, que ve por su gente; los obreros vivían en un nivel que no tenían los de otras empresas… Gozábamos parejo todos del reparto de utilidades, de acuerdo a nuestros puestos”.
Por su parte, Roberto Vázquez Cano, quien se desempeña actualmente como Director de Asuntos Corporativos para Latinoamérica, considera como una de las virtudes muy pronunciadas de Kellogg´s su imprescindible visión de darle viabilidad futura a la civilización. “Aprendí la importancia de revalorar al campo”, asegura, al rememorar su visita a los cultivos de maíz amarillo en las tierras de Sinaloa, promovidos y apoyados por la empresa; “el voltear a ver a los orígenes, al campo como motor de la civilización que viene”.
Detrás de los aromas dulces que despide la planta en los alrededores de San Antonio de la Punta hay una larga historia de crecimiento comercial que, a diferencia de lo que suele suceder, no ha estado ausente de un auténtico servicio social y un trato laboral digno. La propia personalidad de su fundador, Will Keith Kellogg, así como sus convicciones religiosas como integrante de los Adventistas del Séptimo Día, marcaron el actuar de su compañía, aún después de su muerte, luego de que estableció que la fundación que lleva su nombre fuera accionista para poder realizar un trabajo filantrópico que en nuestro país puede comprobarse en los talleres educativos, de autocultivo y acopio de agua, entre otros, que se desarrollan en Chiapas, Tabasco y Campeche.
En la actualidad, la empresa que desde Querétaro atiende en su totalidad a México como quinto mercado más importante del mundo de sus productos, está en proceso de transformación y pretende incursionar con mayor fuerza en mercados como el de los “snacks”; para ello, ha formalizado la creación de Kellanova, una empresa paralela con la que planean tener ventas netas el próximo año por más de trece mil millones de dólares a nivel mundial.
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En Querétaro, lugar que alberga sus oficinas centrales y su planta más importante, acaban de inaugurar un nuevo centro de distribución al que han denominado “La Corregidora”, que cuenta con veinte mil metros cuadrados y en donde invirtieron 180 millones de pesos. Igualmente, trabajan de manera intensa en procesos que permitan una siembra sustentable del maíz amarillo con agricultores de San Juan del Río y El Marqués, donde tienen la expectativa de producir cien mil toneladas en seis meses.
Y en Battle Creek, la población de Michigan donde todo empezó y que sigue siendo casi del mismo tamaño que en sus inicios, pero con el nombre de Kellogg´s en casi todo, se mantiene la dirección mundial de un emporio que nació casi por accidente, cuando un par de hermanos procuraban dar un sano desayuno a los pacientes de su clínica.