En las últimas semanas la inteligencia artificial (IA) aparece como tema relevante. Entre otras aplicaciones, la más discutida es ChatGPT. Al estilo lámpara de Aladino, nos concede una poesía, un guión, el resumen de un artículo, un ensayo escolar o la respuesta a una pregunta de examen.
Noticias como su prohibición en escuelas de Nueva York o Australia o desarrollos para detectar si un texto ha sido creado vía IA, dan cuenta de un enfoque en el plagio. El consejo escolar de Nueva York argumenta habilidades de pensamiento crítico que se pierden.
Caer en posturas como la tecnofobia o la tecnofilia es peligroso:
La tecnofobia puede conducirnos a no reconocer lo inevitable de la modificación de muchos empleos, los procesos creativos y la educación misma. Desde la tecnofilia, nos ganará la fascinación acrítica.
La IA cuestiona una escuela que desde hace mucho debe renovarse en la relación entre motivación y aprendizaje, métodos y procesos para aprender y en las solicitudes que hacemos a los alumnos así como en las evidencias que nos muestran qué y cómo han aprendido.
La llegada de la IA nos invita a considerar reflexiones éticas con nuestros estudiantes en lugar de desconfianza, a una construcción colectiva del conocimiento, a sobrepasar lo textual para integrar otros medios de expresión, a despertar la curiosidad por el conocimiento, a dar más agencia a los estudiantes.
La escuela también debe cuestionar la IA. Entre diversos asuntos, necesitamos reflexionar por qué refleja sesgos y estereotipos en textos e imágenes, por qué representa la voz solo de quienes tienen acceso y poder de representar a otros.
La llegada de la IA nos exige transformar la escuela en formas en las cuales solo los seres humanos podemos hacernos cargo.
*Profesora investigadora. Depto. De medios y cultura digital