/ jueves 23 de septiembre de 2021

Los robots repartidores se multiplican en el Reino Unido

Actualmente hay 200 que recorren las calles de Milton Keynes, a 80 kilómetros al norte de Londres avanzando a 6 km/h para entregar los pedidos en menos de una hora

Pequeños y elegantes robots de seis ruedas se cruzan en la acera ante la indiferencia general. En esta zona residencial de Milton Keynes, a 80 kilómetros al norte de Londres, los repartidores automatizados forman parte del paisaje desde hace más de tres años.

Actualmente hay 200 que recorren las calles de esa ciudad y también de la vecina Northampton, entregando las compras o las comidas. Pronto serán 500, colonizando cinco nuevos municipios, especialmente en la región de Cambridge y en el norte de Inglaterra.

Con la pandemia, los robots han sido muy solicitados y se han vuelto indispensables: "Todo el mundo necesitaba entregas sin contacto", resume Andrew Curtis, jefe de operaciones en el Reino Unido del grupo que construye y explota a estos autómatas.

La empresa, que multiplicó por cuatro sus entregas, efectúa hoy 1.000 repartos diarios en el país y "la demanda no ha disminuido" pese al fin de las restricciones, se felicita Curtis.

Starship Technologies acaba de firmar un nuevo acuerdo con la cadena cooperativa de supermercados Co-op, uno de sus socios históricos, para poner a disposición 300 nuevos robots para finales de año y multiplicar por tres las entregas.

Frente a una de las sucursales del supermercado en Milton Keynes, la primera en utilizar este servicio en 2018, una decena de robots esperan pacientemente.

Sus antenas, flanqueadas por una pequeña bandera naranja -para ser más visibles- les dan un falso aire de pequeños autos chocadores.

Frambuesas, yogur y un ramo de flores

Un empleado sale de la tienda y deposita en el capó de uno de ellos un pedido: una pequeña bolsa que contiene frambuesas, yogur, y un ramo de flores.

Con la tapa cerrada, el robot se lanza inmediatamente por la acera. Gira y avanza para cruzar la calle, antes de retroceder para dejar pasar un automóvil.

Equipado de cámaras y sensores, es en un 99% autónomo, según su fabricante, una empresa creada en 2014 por dos fundadores de Skype y con sede tanto en Estonia como en Estados Unidos. Si el autómata se encuentra frente a una situación desconocida, un operador puede conducirlo a control remoto.

Una vez lanzado, el robot se sitúa sin dificultad en el laberinto de caminos peatonales que serpentean entre las casas de ladrillos rojos avanzando a 6 km/h. Entrega los pedidos en menos de una hora.

Para Co-op, el reto es también medioambiental. Se trata de "reducir las emisiones de carbono en los últimos kilómetros de entrega", evitando que "los clientes conduzcan para ir a una tienda, o que reciban sus pedidos en un vehículo que funciona con gasolina", explica la empresa en un comunicado.

El autómata sigue siendo propiedad de Starship y los pedidos se realizan a través de la aplicación desarrollada por esta empresa, que gestiona unos mil robots, principalmente en el Reino Unido y en Estados Unidos, pero también en Estonia, Alemania y Dinamarca.

Starship no es la única empresa que fabrica robots repartidores. En Estados Unidos, donde está implantada sobre todo en los campus universitarios, lucha codo con codo con compañías emergentes y gigantes de la logística, como Amazon y FedEx, que experimentan con robots de este tipo en zonas delimitadas.

Compartir la acera

Pero los robots sobre ruedas suscitan críticas de los sindicatos, que temen que se adueñen del trabajo de los humanos. El debate surge en las asambleas locales estadounidenses, encargadas de decidir qué distancia pueden recorrer y de responder sobre las preocupaciones relativas la utilización de las aceras.

"Nunca hemos tenido un accidente", asegura Andrew Curtis, de Starship, precisando que en el Reino Unido la empresa obtuvo la autorización de las autoridades locales para cada una de sus actividades.

Pequeños y elegantes robots de seis ruedas se cruzan en la acera ante la indiferencia general. En esta zona residencial de Milton Keynes, a 80 kilómetros al norte de Londres, los repartidores automatizados forman parte del paisaje desde hace más de tres años.

Actualmente hay 200 que recorren las calles de esa ciudad y también de la vecina Northampton, entregando las compras o las comidas. Pronto serán 500, colonizando cinco nuevos municipios, especialmente en la región de Cambridge y en el norte de Inglaterra.

Con la pandemia, los robots han sido muy solicitados y se han vuelto indispensables: "Todo el mundo necesitaba entregas sin contacto", resume Andrew Curtis, jefe de operaciones en el Reino Unido del grupo que construye y explota a estos autómatas.

La empresa, que multiplicó por cuatro sus entregas, efectúa hoy 1.000 repartos diarios en el país y "la demanda no ha disminuido" pese al fin de las restricciones, se felicita Curtis.

Starship Technologies acaba de firmar un nuevo acuerdo con la cadena cooperativa de supermercados Co-op, uno de sus socios históricos, para poner a disposición 300 nuevos robots para finales de año y multiplicar por tres las entregas.

Frente a una de las sucursales del supermercado en Milton Keynes, la primera en utilizar este servicio en 2018, una decena de robots esperan pacientemente.

Sus antenas, flanqueadas por una pequeña bandera naranja -para ser más visibles- les dan un falso aire de pequeños autos chocadores.

Frambuesas, yogur y un ramo de flores

Un empleado sale de la tienda y deposita en el capó de uno de ellos un pedido: una pequeña bolsa que contiene frambuesas, yogur, y un ramo de flores.

Con la tapa cerrada, el robot se lanza inmediatamente por la acera. Gira y avanza para cruzar la calle, antes de retroceder para dejar pasar un automóvil.

Equipado de cámaras y sensores, es en un 99% autónomo, según su fabricante, una empresa creada en 2014 por dos fundadores de Skype y con sede tanto en Estonia como en Estados Unidos. Si el autómata se encuentra frente a una situación desconocida, un operador puede conducirlo a control remoto.

Una vez lanzado, el robot se sitúa sin dificultad en el laberinto de caminos peatonales que serpentean entre las casas de ladrillos rojos avanzando a 6 km/h. Entrega los pedidos en menos de una hora.

Para Co-op, el reto es también medioambiental. Se trata de "reducir las emisiones de carbono en los últimos kilómetros de entrega", evitando que "los clientes conduzcan para ir a una tienda, o que reciban sus pedidos en un vehículo que funciona con gasolina", explica la empresa en un comunicado.

El autómata sigue siendo propiedad de Starship y los pedidos se realizan a través de la aplicación desarrollada por esta empresa, que gestiona unos mil robots, principalmente en el Reino Unido y en Estados Unidos, pero también en Estonia, Alemania y Dinamarca.

Starship no es la única empresa que fabrica robots repartidores. En Estados Unidos, donde está implantada sobre todo en los campus universitarios, lucha codo con codo con compañías emergentes y gigantes de la logística, como Amazon y FedEx, que experimentan con robots de este tipo en zonas delimitadas.

Compartir la acera

Pero los robots sobre ruedas suscitan críticas de los sindicatos, que temen que se adueñen del trabajo de los humanos. El debate surge en las asambleas locales estadounidenses, encargadas de decidir qué distancia pueden recorrer y de responder sobre las preocupaciones relativas la utilización de las aceras.

"Nunca hemos tenido un accidente", asegura Andrew Curtis, de Starship, precisando que en el Reino Unido la empresa obtuvo la autorización de las autoridades locales para cada una de sus actividades.

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