Ha habido varios presidentes de Estados Unidos llamados William y uno apellidado Jefferson. Puede que Bill Clinton, nacido William Jefferson Blythe III, tuviera el destino escrito en su partida de nacimiento.
Sea como fuere, Clinton supo desde muy joven que quería dedicarse a la política y, en 1997, se convirtió en el primer presidente demócrata en seis décadas en ser reelegido para un segundo término, en el que explotó una de las mayores polémicas de la política de EE.UU. El 19 de agosto, Clinton cumple 75 años.
UN PADRASTRO ALCOHÓLICO.
El 42º presidente de los Estados Unidos vino al mundo en 1946, en Hope, un pequeño municipio del estado de Arkansas, tres meses después de que su padre, William Jefferson Blythe Jr., muriese en un accidente de tráfico.
Un año después de nacer, su madre, Virginia Cassidy Kelly, se desplazó a Nueva Orleans para formarse como enfermera anestesista y el pequeño William se quedó con sus abuelos maternos.
Clinton permaneció con sus abuelos hasta los cuatro años, cuando su madre volvió a casarse y más tarde se mudaron a la ciudad de Hot Springs, en el mismo estado, ya junto a su padrastro Roger Clinton.
“Siempre”, respondió Clinton a Oprah Winfrey sobre si no haber conocido a su padre había dejado un hueco en su corazón, en una entrevista en 2004. “Siempre era esa presencia que emerge en el fondo de mi mente. No lo he superado todavía”.
Roger Clinton, vendedor de coches, era un hombre alcohólico que maltrataba a su madre. En sus memorias, el expresidente relata algunos de esos episodios que, tanto él como su hermano, nacido cuando él tenía diez años, presenciaron.
“Escribes que cuando tenías cinco años, él disparó a tu madre”, dijo Winfrey. “Sí. Fue aterrador. Pero lo loco de vivir con un alcohólico es que la mayoría son buenas personas. No son inherentemente malos. La mayoría son impulsados por demonios, miedos e inseguridades y se odian a sí mismos por lo que hacen”, señaló Clinton.
CURTIDO EN LA LUCHA POLÍTICA.
En la adolescencia, adoptó oficialmente su apellido, que llevaba usando durante años. “Lo cambié en parte por mí y en parte por él”, dijo en alusión a su hermano, Roger, que años más tarde también lidió con una adicción a las drogas.
Clinton encontró su camino a los 16 años, cuando supo que quería dedicarse a la política, a pesar de ser un saxofonista prometedor y considerar una carrera en la música o en medicina.
En 1963, viajó a Washington DC como uno de los dos delegados de un evento patrocinado por la American Legion, una organización de veteranos de guerra, y conoció a John F. Kennedy.
Después de acabar el instituto, Clinton se matriculó en la Universidad de Georgetown, en Washington DC, en la que se graduó en Relaciones Internacionales 1968.
Después obtuvo una prestigiosa beca Rhodes para continuar su formación en la Universidad de Oxford y en 1973 se licenció en derecho en la Universidad de Yale.
Tras finalizar sus estudios superiores se lanzó de lleno a la política y concurrió como candidato a la Cámara de Representantes por el tercer distrito de Arkansas. Perdió aquella prueba, pero en 1976 se presentó a Fiscal General del Estado y esta vez sí ganó.
Dos años después fue elegido gobernador de ese estado, puesto que abandonó en 1980 tras ser derrotado en la reelección para recuperarlo en 1982 y mantenerlos hasta 1992, cuando cambió la silla de gobernador por la de presidente tras batir a George Bush.
EL CASO LEWINSKY.
Entre luces y sombras, durante el período Clinton se fortaleció la economía, descendió el desempleo y se redujo la criminalidad. Se estableció el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés), entre otros, pero también desplegó el Ejército en los conflictos de Bosnia y Kosovo.
Por otro lado, el político fue el segundo presidente de los Estados Unidos sometido a un proceso de “impeachment”.
Clinton llegó a esa situación tras mentir para cubrir una infidelidad. Casado con Hillary Clinton desde 1975 y con quien tenía ya una hija, había mantenido unos escarceos con la becaria de la Casa Blanca, Mónica Lewinsky, entre 1995 y 1997.
Cuando esta información llegó a los oídos de los abogados de Paula Jones, una trabajadora gubernamental que había denunciado al expresidente por acoso sexual en 1991, estos la citaron en diciembre de 1997. Ella lo negó, supuestamente, influenciada por Clinton.
Por otro lado, Linda Tripp, una compañera del Pentágono de la exbecaria, había grabado conversaciones sin consentimiento entre ambas, en las que se hablaba de la relación entre ella y Clinton y se las proporcionó al fiscal especial Kenneth Starr. El FBI comenzó a investigar el asunto.
Cuando los abogados de Jones preguntaron a Clinton sobre su infidelidad, él lo negó. El tema saltó a los medios y el político volvió a negarlo públicamente. Finalmente reconoció haber tenido un contacto físico inapropiado, pero dijo no haber cometido perjurio, porque dicho contacto no encajaba en la definición que habían usado los abogados de Jones. También admitió el “affaire” en la televisión y pidió perdón.
Pero no pudo evitar el juicio: en octubre, la Cámara de Representantes votó a favor del proceso por perjurio y obstrucción a la justicia.
En febrero de 1999, fue absuelto y terminó su segundo y último mandato en la Casa Blanca. “La única cosa que me preocupaba era si los demócratas y el pueblo americano me abandonarían y si me vería obligado a dejar el cargo”, dijo a Winfrey sobre si tenía miedo de que pudiese afectar a su legado.
“Una vez me di cuenta de que podía ganar la batalla política, me dejó más libre para centrarme en mi fracaso personal y qué hacer al respecto”, añadía el exmandatario.
Tras su salida de la presidencia, Clinton se ha dedicado, entre otras cosas, a su fundación Bill, Hillary & Chelsea Clinton Foundation.
Entre sus objetivos está mejorar la salud y bienestar global, aumentar las oportunidades para niñas y mujeres, reducir la obesidad infantil y ayudar a las comunidades a abordar los efectos del cambio climático.