/ jueves 21 de mayo de 2020

Notas urbanas

Los músicos nos adaptamos a todo

Afuera de un centro comercial, un músico ofrece un recital de violín. Mientras la gente sale de la tienda empujando su carrito de compras y cargando con las bolsas del mandado, el violinista interpreta un amplio repertorio que incluye desde el rock de Queen, con temas como “Crazy little thing called love”; música electrónica de Dj Avicii, y clásicos como “Oh Mio Babbino Caro”, de Puccini.

Sorprendidos por su presencia y por su ejecución musical, las personas desaceleran el paso para depositar algunas monedas en la caja del violinista, cuyo cubrebocas apenas le permite esbozar una sonrisa como agradecimiento.

Al igual que muchos músicos de la ciudad, Brandon Campos ha tenido que buscar la manera de sacar lo del día. Desde hace tres semanas, se coloca al exterior del Walmart de Bernardo Quintana, al que llegó tocando puertas como último recurso.

Cuenta que se presentó con el gerente del establecimiento, y le explicó su situación. Para su sorpresa, el encargado aceptó su propuesta bajo condiciones que cumpliesen con las recomendaciones a propósito de la lucha contra lo propagación del Covid-19. “Me apalabré con el gerente de este centro comercial, me dijo: ‘mientras llegues, desinfectes, no te acerques a nadie, uses cubre bocas y todo, adelante (…) Lo hice, siguiendo por ahí algunas de las cosas que se han dicho en las conferencias del Dr. Gatell, de lo que se puede comprar, o en caso de que la economía no lo permita, cómo improvisar”.

Antes de que se decretara la contingencia sanitaria en el estado, el egresado del Conservatorio de Música “José Guadalupe Velázquez”, y del Conservatorio de Música y Artes de Celaya, platica que se dedicaba a tocar en eventos particulares como bodas, fiestas de XV años y graduaciones, además trabajaba como músico en restaurantes y cafeterías del Centro Histórico.

“En donde estaba trabajando de fijo, un local en el Centro, la jefa me apoyó mucho; me permitió estar hasta dos semanas con afluencia nula en el lugar, por supuesto con la paga de por medio. Fue feo, y desalentador, ver cómo poco a poco llegaba menos gente al local. Luego llegó el día en el que prácticamente estaba tocando para el personal… y para las palomas (risas)”, recuerda.

Tras el cierre del establecimiento y la cancelación de su agenda, las siguientes semanas “vivimos un poquito de romper el cochinito”, hasta que los ahorros se acabaron, lamenta.

Sin ningún apoyo gubernamental, ni la posibilidad de trabajar, platica que por fin se animó a salir con su bocina y violín eléctrico cuando vio a otro músico haciendo lo mismo.

“Al principio me dije: 'para qué salimos ¡si no hay nada!' Hasta que un compañero, que anda en el Centro seguido, me mandó imágenes de un músico tocando en una parada de camión… los músicos nos adaptamos a todo. Así que [antes de venir aquí] pensé en ponerme en la zona comercial que está en Plaza del Parque, pero ya había otro músico ocupando el lugar, ‘para todos sale el sol’, me dije, ‘si no se puede aquí vamos a seguir buscando’”, afirma.

Con 27 años y una bebé recién nacida, el músico sale todos los días de su casa hacia el establecimiento, donde a partir de las 20:00 horas, hasta que se cierran sus puertas, toca para la comunidad.

“Hay mucho estrés, incluido el propio que hay que sacar, que hay que quitar, hay que relajarlo, y por supuesto, tratar de sacar unas monedas”, suelta con una sonrisa en la mirada, antes de continuar con su repertorio.

Queretanos en la informalidad laboral

Brandon Campos forma parte de los 31 millones de mexicanos que se desempeñan en la informalidad laboral, lo cual representa más del 50% de la población ocupada en el país, según los últimos datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).

De acuerdo con la misma encuesta, al inicio de la pandemia por Covid-19, había cerca de 2 millones de personas desempleadas, y se calcula que en el primer trimestre de este año, tres de cada diez personas en Querétaro desarrollaron sus actividades económicas en la informalidad laboral, es decir, sin acceso a la seguridad social y sin ser reconocidos por sus fuentes de trabajo.

Afuera de un centro comercial, un músico ofrece un recital de violín. Mientras la gente sale de la tienda empujando su carrito de compras y cargando con las bolsas del mandado, el violinista interpreta un amplio repertorio que incluye desde el rock de Queen, con temas como “Crazy little thing called love”; música electrónica de Dj Avicii, y clásicos como “Oh Mio Babbino Caro”, de Puccini.

Sorprendidos por su presencia y por su ejecución musical, las personas desaceleran el paso para depositar algunas monedas en la caja del violinista, cuyo cubrebocas apenas le permite esbozar una sonrisa como agradecimiento.

Al igual que muchos músicos de la ciudad, Brandon Campos ha tenido que buscar la manera de sacar lo del día. Desde hace tres semanas, se coloca al exterior del Walmart de Bernardo Quintana, al que llegó tocando puertas como último recurso.

Cuenta que se presentó con el gerente del establecimiento, y le explicó su situación. Para su sorpresa, el encargado aceptó su propuesta bajo condiciones que cumpliesen con las recomendaciones a propósito de la lucha contra lo propagación del Covid-19. “Me apalabré con el gerente de este centro comercial, me dijo: ‘mientras llegues, desinfectes, no te acerques a nadie, uses cubre bocas y todo, adelante (…) Lo hice, siguiendo por ahí algunas de las cosas que se han dicho en las conferencias del Dr. Gatell, de lo que se puede comprar, o en caso de que la economía no lo permita, cómo improvisar”.

Antes de que se decretara la contingencia sanitaria en el estado, el egresado del Conservatorio de Música “José Guadalupe Velázquez”, y del Conservatorio de Música y Artes de Celaya, platica que se dedicaba a tocar en eventos particulares como bodas, fiestas de XV años y graduaciones, además trabajaba como músico en restaurantes y cafeterías del Centro Histórico.

“En donde estaba trabajando de fijo, un local en el Centro, la jefa me apoyó mucho; me permitió estar hasta dos semanas con afluencia nula en el lugar, por supuesto con la paga de por medio. Fue feo, y desalentador, ver cómo poco a poco llegaba menos gente al local. Luego llegó el día en el que prácticamente estaba tocando para el personal… y para las palomas (risas)”, recuerda.

Tras el cierre del establecimiento y la cancelación de su agenda, las siguientes semanas “vivimos un poquito de romper el cochinito”, hasta que los ahorros se acabaron, lamenta.

Sin ningún apoyo gubernamental, ni la posibilidad de trabajar, platica que por fin se animó a salir con su bocina y violín eléctrico cuando vio a otro músico haciendo lo mismo.

“Al principio me dije: 'para qué salimos ¡si no hay nada!' Hasta que un compañero, que anda en el Centro seguido, me mandó imágenes de un músico tocando en una parada de camión… los músicos nos adaptamos a todo. Así que [antes de venir aquí] pensé en ponerme en la zona comercial que está en Plaza del Parque, pero ya había otro músico ocupando el lugar, ‘para todos sale el sol’, me dije, ‘si no se puede aquí vamos a seguir buscando’”, afirma.

Con 27 años y una bebé recién nacida, el músico sale todos los días de su casa hacia el establecimiento, donde a partir de las 20:00 horas, hasta que se cierran sus puertas, toca para la comunidad.

“Hay mucho estrés, incluido el propio que hay que sacar, que hay que quitar, hay que relajarlo, y por supuesto, tratar de sacar unas monedas”, suelta con una sonrisa en la mirada, antes de continuar con su repertorio.

Queretanos en la informalidad laboral

Brandon Campos forma parte de los 31 millones de mexicanos que se desempeñan en la informalidad laboral, lo cual representa más del 50% de la población ocupada en el país, según los últimos datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).

De acuerdo con la misma encuesta, al inicio de la pandemia por Covid-19, había cerca de 2 millones de personas desempleadas, y se calcula que en el primer trimestre de este año, tres de cada diez personas en Querétaro desarrollaron sus actividades económicas en la informalidad laboral, es decir, sin acceso a la seguridad social y sin ser reconocidos por sus fuentes de trabajo.

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