La historia nos ha dicho en reiteradas ocasiones que los cuerpos de seguridad en grandes recintos, como el estadio La Corregidora, son fundamentales para el bienestar de los miles de asistentes que ahí se reúnen.
Con lo ocurrido el pasado 5 de marzo durante el partido de futbol Gallos Blancos contra el Atlas en el estadio, donde se suscitaron actos de violencia nunca antes visto en las historia de este deporte en México, se ha puesto sobre la mesa la importancia de contar con elementos de seguridad bien capacitados, y además, en un número suficiente.
Sin embargo, las situaciones de violencia en actos multitudinarios no se limitan sólo a las justas deportivas. Muchos recordarán lo ocurrido en 1989, cuando la estrella de rock Rod Stewart ofreció dos conciertos en Querétaro, donde nuevamente el estadio Corregidora fue el escenario que recibió a miles de fanáticos no sólo de Querétaro, sino también de la Ciudad de México, Guanajuato, Puebla, San Luis Potosí, Estado de México y hasta de Quintana Roo.
En aquel mítico concierto, miles de personas se aglomeraron a las afueras del Coloso del Cimatario, muchos de ellos con boleto en mano, pero otros tantos con la firme intención de entrar a toda costa, incluso a base de portazos.
Son muchos los asistentes que recuerdan aquella situación y hablan de los enfrentamientos entre policías y roqueros, quienes en medio de la euforia comenzaron a trepar la malla perimetral del estadio hasta que la derribaron.
Aunque sí se contaba con un fuerte equipo de seguridad a cargo de Francisco Guerra Malo, quien en ese entonces era procurador general de Justicia del estado, los elementos se vieron rebasados, a pesar de que utilizaron varias ocasiones el gas lacrimógeno para conocer la situación.
Algunos asistentes cuentan que los elementos de seguridad acudieron de inmediato con el entonces procurador, quien se encontraba en el lugar, para sugerirle la ayuda del ejército, a lo que el procurador respondió: “De ninguna manera”, por lo que los policías se limitaron a hacer lo que estuvo a su alcance.
Según las notas periodísticas de la época, entre ellas muchas de esta casa editorial, se reportaron cerca de 100 mil asistentes a los conciertos de Rod Stewart en Querétaro, los días 9 y 10 de abril de 1989.
Nuestro colaborador, Carlos Campos también recuerda aquel día en su libro Besar a Francisco y otros cuentos, en donde en el cuento Dancin’ Alone narra que fue él, con apenas 11 años, uno de las muchas personas que ingresó al concierto sin tener boleto, aprovechando por supuesto la confusión de los policías.
“Cuando llegué al estadio tuve que esperar a que se apaciguara la riña de quienes querían entrar vía portazo. Me fui acercando poco a poco, esquivando las patrullas, marihuanos, pedradas y persecuciones por tierra. Cuando llegué al frente, un policía me tomó del hombro:
-¿Qué haces aquí, niño? ¿Dónde están tus papás? ¿No ves que traemos un desmadre aquí?
-Adentro, es que con la pelea no los pude alcanzar -dije usando la angustia de entrar al concierto como careta.
-Ve con mi compañera, ella te va a llevar con tus padres, ándale -dijo el tamarindo más bien deslindándose.
Por supuesto, la mujer policía ni siquiera se percató de mi presencia ya que estaba atendiendo a una descalabrada. Cuando llegué a la puerta principal, y con el caos aún reinante, pude pasar sin ningún problema.