“Tropicana es un emblema para la cultura nacional”, señala Juan Armando Pérez, “el jimagua”, quien es director artístico profesor y coreógrafo de este centro de espectáculos de la Habana.
“Es un restaurante donde la gente va a tomarse un trago mientras aprecia el gran show, está al aire libre –no tiene techo– es bajo las estrellas”, explica y abunda que se ubica a través de la vegetación.
El lugar donde sucede la magia puede ser en la pista central o en el resto de los escenarios; este espectáculo llegará a Querétaro para celebrar el 80 Aniversario de este recinto en la isla.
“En dos ocasiones hemos estado en el Royal Albert Hall, de Londres y en el Sporting Club de Mónaco. En el Casino Municipal hemos hecho muchas presentaciones ante el príncipe Alberto y su padre (Raniero III de Mónaco), que era muy admirador de nuestro trabajo y siempre iba a vernos”, detalla.
Así mismo explica que cuando se enfrenta a un nuevo público a veces llega la incertidumbre, pero regularme desaparece al ver las reacciones de la gente. “Somos latinos, impacta esa alegría, la dinámica de nuestro cuerpo que despide energía cuando bailamos y trabajamos”.
Por ello, dice emocionado, que asombrosamente la conexión que tiene el público ante el despliegue musical y de bailarines es inmediato; “lo aplauden y ovacionan mucho, pero participan también porque está diseñado para que la gente se involucre”.
Viaje musical por el tiempo
Con respecto a los temas y los vestuario, que a lo largo del espectáculo contempla diez, “el jimagua”dice que las plumas, lentejuelas y colores se llevan de acuerdo a los ritmos musicales.
“Van de acuerdo a las coreografías porque no es lo mismo el tiempo y la cadencia de un bolero de los años 40 a los 50, porque ya está influenciado por el mambo e incluso el twist y el jazz”, explica y aclara que todos los temas están contemporizados.
“Los arreglos musicales son específicamente creados para Tropicana, incluso algunas canciones, pero hay temas emblemáticos que yo escogí en la voz de Benny Moré, que fueron emblemáticos en los años 50, también de Pedro Vargas que cantó tantos boleros con Moré; hay una parte dedicada a ellos”.
Menciona además canciones antológicas de la vieja trova que son retomadas de los años 20 y 30, además de otros temas del Trío Matamoros, Ñico Saquito e Ignacio Piñeiro, sin olvidar el cha cha chá y la rumba, “que son imperecederos, esos son eternos”.
Finalmente explica que el show de 1 hora 47 minutos, sin pausas, es un viaje de estilos y épocas aderezados con ritmos y vestidos de diversos colores para empaparse de su cultura. “El primer cuadro es de color blanco con rojo y destellos en plata, luego predomina el color verde porque retrata el espacio campesino; la viña cubana y el monte. Después, con los toques españoles aparece el fucsia y el cuadro afrocubano se llena de fantasía y la forma en la que se vestían los esclavos en la época colonial”.
Por otra parte, la rumba aparece en tonos pastel, los pregones cubanos son representados con una chancletas que crean ritmos al golpeteo con el piso y el gran cierre llega con el himno del Tropicana con un colorido carnaval.