Adentro del estadio todo era una fiesta. Pese a las medidas de seguridad y control que las autoridades dispusieron en los accesos al inmueble, Alberto Herrera, quien con gafete de prensa al cuello se paseaba por todo el lugar, advirtió un olor característico en todos los rincones, “¡les quemaban las patas al diablo!”, apunta con humor.
Los jóvenes, que desde temprano hicieron fila e incluso durmieron cerca del estadio para ser los primeros en entrar, ya se mostraban impacientes.
Desde las gradas superiores, muchos de ellos bajaron sosteniéndose por las bardas de los palcos y saltaron unos cuatro metros para llegar a las gradas inferiores. Siguieron hasta toparse con las mallas metálicas que separan a la afición de la cancha; nada fue obstáculo para estos ”chavos bandas”, como los llamaron de forma despectiva algunos medios de comunicación que reseñaron el concierto, los jóvenes escalaron las rejas o las abrieron por la parte inferior para llegar al pasto.
Mas tarde, una vez que el sol se ocultó, el escenario recibió al grupo Neón, una de las apuestas musicales de Televisa para entrar a los pocos explorados terrenos del rock, recuerda Paco Sosa, locutor de Radio Querétaro, quien fue parte del apoyo para la transmisión del concierto que realizó en vivo W Radio, estación de la dinastía Azcárraga.
(El huésped)
Mientras esto ocurría, Rod Stewart se alistaba desde su suite en Hacienda Jurica. Pese a que este hotel no tiene registros de la visita del británico, varios de los entrevistados aseguran que fue ahí donde el intérprete de I Don’t Wanna Talk Forever descansó en su paso por Querétaro.
Una camioneta negra, custodiada por vehículos similares, llegó al estadio, se estacionó al lado del escenario y con él la histeria llegaba a su clímax.
Los riffs de las guitarras de Jeff Golub y Steve Farris fueron los primeros en irrumpir, al tiempo, la oscuridad que imperaba en el estadio Corregidora desapareció con el juego de luces que se proyectó por todo el lugar desde el escenario.
El sonido de aquellos instrumentos, a los que se le unieron los estruendos característicos de la batería, los teclados y otros metales de viento, alteraron a los jóvenes que lograron entrar al inmueble que entonces tenía poco más de cuatro años de vida. Los oídos de la fanaticada pronto descubrieron que se trataba de Hot Legs, canción que el británico eligió para iniciar su esperado show en Querétaro.
Los gritos imperaron en el recinto de El Cimatario. Rod Stewart, enfundado en un extravagante saco amarillo, se entregó al público, mientras jugaba con el pedestal del micrófono. Atrás quedaron las horas de espera bajo el sol, los ojos llorosos por el gas lacrimógeno, los desmayos por insolación y el desvelo para lograr un buen asiento.
El concierto se celebraba con cierto orden, pero unos intrépidos fanáticos, impulsados por el éxtasis de la situación, decidieron escalar algunas de las torres dispuestas por Radio producciones, empresa encargada de la logística del evento, en la que descansaban las consolas de audio, mezcla, iluminación y los seguidores de luz.
Stewart, como quedó consignado en los videos que recogió Televisa, pidió a los escaladores que bajaran de las torres. La petición fue la expresión más larga que el londinense ofreció a los mexicanos.
“Tenemos que bajarnos de las torres, porque si colapsan no habrá show. Por favor, bájense de las torres, se los suplico, por favor. Prefiero que estén arriba del escenario que arriba de las torres”, dijo el cantante minutos después de arrancar el concierto.
Paco Sosa recuerda que ante la negativa de los jóvenes para bajarse, alguien de la producción subió para traducir al cantante. Sería el único incidente de la noche, en la que balones llovieron desde el escenario, un ritual que el propio Stewart hace en sus conciertos en los que intenta unir sus grandes pasiones: la música y el futbol.