A unos pasos de Jardín Guerrero, tras la puerta de un antiguo edificio del siglo XVII, allegados de Roberto Pérez Landín Palacio (1938- 2020) se reunieron para despedirlo, luego de que falleciera en la madrugada del pasado domingo, a la edad de 81 años.
En la recepción del que es hoy el Museo del Calendario (MUCAL), fue colocado su retrato, junto a un poema anónimo que rezaba: “Puedes llorar porque me he ido, o puedes sonreír porque he vivido”. Y es que de acuerdo con amigos cercanos del que fuera director general de la afamada empresa mexicana “Landín”, siempre se distinguió por poseer una vitalidad envidiable.
“Puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva. O puedes abrirlos y ver todo lo que he dejado”, prosiguen los versos de esta composición poética, cuya rima rememora a un hombre que dio continuidad a la pasión centenaria de una familia mexicana, impulsora de la empresa de calendarios más importante en el país.
Un paseo por el transcurso del tiempo
Fruto de este trabajo, y como gesto de agradecimiento a la sociedad, la familia Landín abrió las puertas del MUCAL en 2017, para compartir con los queretanos y sus visitantes, una gran colección de calendarios.
En ella reúnen fechas desde 1903 hasta el 2017; alrededor de 200 piezas, que además de llevar la cuenta de los días pasados, exhiben la estética del tiempo que marcaron, en manos de artistas como Manuel Piña, Santiago Sandurni Pernia, Ángel Martín Merino, Raúl Vieyra Flores y Jesús de la Helguera; uno de los pintores de calendario más importantes de su época, ya que a lo largo de cuatro décadas, realizó más de 600 pinturas que fueron plasmadas en estos soportes.
A lo largo de sus 19 salas, también se aborda la historia de los calendarios; mostrando aspectos relevantes como sus diferentes formatos y procesos de impresión.
“La museografía presenta en las primeras salas un recorrido por el sistema solar, como primer antecedente de la contabilización de días, más adelante la forma en la que otras culturas lo registraron, por lo que incluye una réplica de tamaño natural del Calendario Azteca tallado en madera. Dando paso a la historia en la que el contenido del tiempo quedó a cargo de los religiosos, quienes llevaban un control de las estaciones del año y las cosechas.
El primer calendario de la pared fue elaborado en 1890 en Estados Unidos, y fungió como preludio para lo que vendría después: pinturas encargadas por anunciantes para promover sus productos en un objeto que estaría a la vista durante todo el año”, escribió sobre este recinto, la periodista Alondra Jiménez en mayo de 2018 para DIARIO DE QUERÉTARO.