La Alameda Hidalgo fue rescatada del control de los vendedores ambulantes, pero hoy está en virtual abandono y marcada en sus 4 frentes por el sexo servicio, el consumo de drogas e incluso el narcomenudeo.
En su interior ya no hay convivencias ni juegos de infancia. Desde hace mucho, y no solo por los tiempos de pandemia, a pocos menores se les permite acudir por su cuenta a ese lugar, antes identificado por las carreras en triciclo y los juegos de ajedrez.
Hoy ya casi nadie ni retoza ni lee a la sombra de sus árboles.
A diario miles de personas transitan por ahí: obreros, campesinos, oficinistas, de un lado a otro, en la cotidianidad de una ciudad industrializada y con alma de pueblo que ve frente a sí, y casi sin darse cuenta, cómo el tiempo todo lo cambia.
También hay personas en situación de calle, mendigos, algunos vendedores ambulantes y en los últimos años un incremento de mujeres y transexuales dedicadas al servicio sexual.
Hay venta y consumo de marihuana, solventes, asaltos y acoso. La Alameda se ha convertido en galería de sordidez o, como nos cuentan en nuestro recorrido, “¡un desmadre, güey…!”.
UN LUGAR CON HISTORIA
La Alameda data de 1796 y se considera una de las últimas grandes obras arquitectónicas del Virreinato. Se abrió al público hasta 1804 y por sus pasillos han caminado Maximiliano, Porfirio Díaz, Francisco I. Madero y los diputados constituyentes de 1917.
Por más de dos siglos ha sido testigo de la historia y objeto de transformaciones en su fachada, usos e inspiración para el himno popular de los migrantes "Canción Mixteca", del compositor oaxaqueño José López Alavés, lo que dio cierto renombre a la entidad en 1915.
Pero durante los años noventa se convirtió en lugar para el comercio ambulante hasta 2017, cuando los vendedores fueron desalojados, pero la zona no ha sido saneada ni los espacios públicos recuperados por completo.
En los hechos la Alameda es una zona de tolerancia para el sexoservicio que ha dejado de tener horario nocturno y que ejerce su labor a toda hora y cada vez con más personas, aunque en teoría siga siendo ante la autoridad un parque recreativo para descansar, hacer ejercicio y patinar.
TRABAJO SEXUAL Y TRATA DE PERSONAS
Son las 9 de la mañana y en el frente de Avenida Zaragoza 3 mujeres están por comenzar a trabajar. Visten algo holgado, de pants y tenis, pero sacan de su bolso una muda de ropa y en minutos ya visten entalladas, tacones y de largos escotes.
Se paran frente a los comercios, conversan y sonríen entre ellas. Pronto llega un primer interesado, quien pregunta por sus servicios pero se va.
Otros varones las miran de reojo. Los automovilistas suelen tocar el claxon para llamar su atención y reírse con ellas. Luego algunos se acercan, sigilosamente, y les hablan. Cuando llegan a un trato, caminan junto a alguna de ellas rumbo a San Francisquito y regresan después de varios minutos.
La historia se repite prácticamente todo el día: cerca de las 5 de la tarde llega otro grupo de mujeres por el frente de Pasteur y el proceso es el mismo hasta de madrugada.
Las calles solitarias hacen más visible a esas horas el trabajo de hombres, mujeres y transexuales, pero todo el día hay sexo servicio donde hace años sólo lo ejercían de noche.
Según asociaciones como Mujer Libertad, el trabajo sexual ha incrementado en los últimos 3 años. Afirman que la mayoría son mujeres de otros estados en situación de trata sin que las autoridades hagan algo al respecto.
También hay señalamientos de que “alguien las cuida”, como refirió Eusebio, un taxista a quien le ha tocado presenciar golpes: “hay de aquel que se quiera pasar de listo con alguna de las damitas porque no se la acaban”.
Los testigos sospechan que “alguien” está detrás de ese negocio y señalan a un grupo que recientemente llegó al barrio de San Francisquito, cerca de la fuente, en la calle 21 de Marzo, y que se apropió del lugar.
Vecinos de la zona han tenido conflictos con ellos. “Es una mafia este pedo”, asegura Eusebio, quien también vive ahí.
REFUGIO DE MOTA
“Forjar un churro aquí como si nada” es algo que Ramiro realiza antes y después de trabajar en uno de los negocios de comida localizados en Pasteur.
- “Aquí no hay pedo. Me pongo en esa banquita y la gente nomás pasa. Ni quién se meta. ¿Quieres un toque…?”
Ramiro explica que la venta y consumo de drogas ahí se ha vuelto normal. Solventes y mariguana son lo principal, ya que otras sustancias exigen más privacidad: “sacar el foco pues está bien cabrón”, continúa Ramiro, “aunque no dudo que lo hayan hecho…”.
No es lo mismo consumir que vender. Hay personas alrededor que están atentas y se acercan para ofrecer “dura” (piedra), “suave” (cocaína), “mosh” (marihuana) y hachís. En cangureras o bolsas de plástico en las que aparentan guardar ropa es donde transportan la mercancía.
LO MARGINAL AL CENTRO
Las problemáticas en los alrededores de la Alameda Hidalgo no pasan desapercibidas para asociaciones y organismos civiles. Tampoco para la ciudadanía que lidia con la violencia que de vez en cuando se desata.
Esta se ha convertido en una zona donde lo marginal se localiza al centro. Un espacio de convivencias más allá de los festivales, exposiciones de arte y punto de encuentro, donde confluyen miles de hombres y mujeres con una historia que contar.
La Alameda vistosa, sin comerciantes, con un monumento del Centro Histórico al frente por avenida Zaragoza, venta de comida, dulces, juguetes de plástico, personas que ríen, leen, escuchan música o simplemente descansan. Esa otra Alameda con gente en situación de calle, pidiendo limosna, venta de drogas, trata de personas, trabajo sexual y asaltos. Es un contraste cuyas fronteras son difíciles de distinguir, pues acontecen al mismo tiempo.
Rescatada del control del comercio ambulante, la Alameda Hidalgo no ha sido sacada de las garras del narcomenudeo, la prostitución, de la trata de personas ni del desorden urbano que beneficia a este tipo de actividades y que, ya a todas horas, impone su ley.