En el décimo primer día de peregrinación diocesana, bajo un cielo tapizado de nubes en tonos grises, los miles de creyentes que conforman la columna, arribaron en el campo Mario de Gasperín.
Aquí, en medio del lodo resbaladizo que forman plastas de masa chiclosa en el calzado, los feligreses buscan el mejor espacio para descansar, ya sea en un colorido banco plegable o sobre los plásticos que los comerciantes ambulantes venden con tanto fervor.
Los peregrinos saben que es momento de un descanso y se le nota en sus rostros alegres y despreocupados; saben también que es momento de celebrar la santa misa, ya que aquellos que aprovecharon para tomar una corta siesta, atienden al llamado de inmediato.
En el campo se divisan rostros cansados, alegres, soñolientos, pies descubiertos y bostezos van y bostezos vienen; sin embargo todos los convocados están ahí en cuerpo y alma por un mismo fin; llegar a los pies de Virgen de Guadalupe.
Los primeros rayos del sol comienzan a calentar la tierra y con ello los peregrinos más despiertos cantan y alaban a Jesús desde el lugar que escogieron para descansar y en el momento debido también se hincan ante el cuerpo de cristo, sin preocuparles las condiciones del terreno.
El grueso de los feligreses cumple con el compromiso religioso y la intensa labor de caminar durante 16 días, donde el tema central es llegar a la casa de la Virgen María “La Basílica de Guadalupe”, para de esta manera concluir con la experiencia espiritual de convivencia, entendimiento y que para muchos otros también es de amor.
Es evidente el tema principal de la 128 peregrinación a pie de la Diócesis de Querétaro al Tepeyac “Año de la Juventud” ya que de los 225 grupos que nutre la columna de los hombres, por lo menos hay un joven entre los adultos; quienes como dijo el Obispo Faustino Armendáriz; los jóvenes inyectan anhelo, vigor y esperanza.