En el muy movido 1994, se llevó a cabo el primer debate de candidatos presidenciales en México. Fue el 12 de mayo en el Museo Tecnológico de la Comisión Federal de Electricidad.
Han pasado 28 años de este ejercicio democrático, que a fuerza de ser honesto no ha tenido parangón desde entonces. Los debates presidenciales han seguido, no tengo duda que con la mejor de las intenciones; pero lamentablemente lejos de su misión de origen. ¿Los seguiremos viendo? Seguro que sí, mientras exista el INE. ¿Que duro se lee eso no? Pues para allá apuntan ahora las baterías del régimen y de sus aliados, los aliados conocidos y los aliados nuevos (bueno, al menos nuevos para nosotros). Pero de momento, esa es harina de otro costal.
A lo que venimos. No diré nada nuevo, solamente lo pondré en perspectiva para reforzar una hipótesis que a quienes no estamos de acuerdo con el rumbo que lleva el país, puede resultar de interés.
La realidad no la dicta nadie, esa se construye sí en parte por la voluntad del ser humano y en parte por elementos que no están dentro de su control. En el mejor de los casos si alguien se cree dueño de la realidad, puede ser que la narre a su manera, o incluso que tenga la desgraciada ocurrencia de predecirla.
Partiendo de esa premisa, en 2024 habrá dos opciones, cambiar el rumbo del país, o seguir por el mismo camino. No hay más. Bueno en el caso de que haya elecciones (perdón otra vez me desvié). Habrá pues en su momento los tradicionales debates, desde luego si es que existe el INE (caray que necio ando). Pero esos debates que conocemos con las y los candidatos ya debidamente registrados para aparecer en las boletas, esta vez servirán menos que nunca. Porque para esas alturas como dije antes, ya habrá solamente de dos sopas. Seamos francos, y suponiendo que haya una alianza entre partidos, la o él candidato de oposición no tendrá oportunidad alguna o más bien no tendría porque desperdiciar su tiempo en intentar hacerle llegar su mensaje a un votante que simpatice con MORENA, con López Obrador y con la corcholata en turno.
Si acaso se preguntan por qué, pues es muy sencillo de explicar. De verdad creen que van a lograr entrar en la mente de alguien que cree que López Obrador vivió por años con 200 pesos en la cartera y que durante esos mismos años recorrió todo el país haciendo campaña. O de alguien que cree que ya no existe la corrupción, o de alguien que ante las ligas y los sobres sigue creyendo que su líder es honesto y no les miente. Vaya que es una misión imposible pedirle cambiar de opinión a alguien que a estas alturas sigue creyendo que con más de 130,000 muertes por violencia y con cuatro años de gobierno las cosas van a cambiar. O quien se cree el cuento de que basta vivir con un par de zapatos, pero eso sí que sus familiares directos quizá sin zapatos, pisan la alfombra de una lujosa casa en Houston.
No, claro que no, el verdadero debate para cambiar el rumbo de México se dará antes, con las y los aspirantes de oposición. Con objetivos muy claros (ojalá) demostrar cómo con ideas nuevas, pueden resolver problemas viejos y cómo inspirar a las y los mexicanos a creer que sí es posible derrotar a este régimen que no ha hecho las cosas bien. Y que también es posible cuidar nuestra democracia y el futuro de nuestras familias.
El verdadero debate ya comenzó…