Decía Don Germán Dehesa que: “los hechos que obligan a definirse son los que cuentan.”
Quiero pretender que no le hemos perdido el valor a una palabra muy importante. Algo que pone en marcha y le da sentido a nuestros actos, incluso a veces sin darnos cuenta.
La política de hoy, que es la misma de siempre y no necesariamente es buena ni mala, sino todo lo contrario. Además ha visto en este cambio de época su reto más grande, poder habitar sin incomodar en una sociedad cada día más comunicada y con mayor información de todo tipo. Quienes se dedican a la política deben o deberían tener muy claro que desde hace mucho no se trata de convencer, sino de inspirar. Convencer en primera instancia será siempre ir en contra del pensamiento ajeno, inspirar en cambio es atraer de manera natural y voluntaria la razón y el pensamiento. Ojo, ambas funcionan según su objetivo y también los caminos son distintos. Uno es breve y con elementos regularmente negativos que disminuyen a corto plazo el esfuerzo. Hoy quiero brevemente platicarles del otro camino, del que toma el tiempo y el trabajo necesario, donde no hay atajos.
Por naturaleza el ser humano desde sus primeros comportamientos busca saber que a partir de un patrón de conductas, es decir un método a veces imperceptible genera la seguridad y la evidencia de que logrará el resultado que busca.
Por ejemplo si usted hace una simple suma, sabrá que siempre y cuando los números de la ecuación no cambien, el resultado todo el tiempo será el mismo; a eso se le llama certeza.
Pues bien, construir certeza en la política es el mejor camino para inspirar y para sumar voluntades. Es el camino que no les gusta transitar a quienes ya no tienen o no deberían tener lugar en el presente ni tampoco en el futuro.
¿Quiénes tienen la capacidad de generar certeza?
Lo pregunto porque ahí está el voto de las personas que creemos en los resultados, en las cifras, en los datos y sobretodo en la realidad.
Nos leemos el próximo jueves.
Twitter: @julio_cabrera