El obispo de Querétaro, Faustino Armendáriz Jiménez informó del robo sufrido en la parroquia de San Rafael Guízar y Valencia, en la comunidad de Tlacote el Bajo, que incluyó diversos artículos sagrados, así como las alcancías del templo, por lo que dijo lamentar conductas reprobables, “reflejo de una sociedad cada vez más secularizada y de la profunda descomposición del orden social en nuestro país”.
Los hechos ocurrieron la madrugad del sábado 14 de abril, los que se dieron a conocer a través del comunicado emitido bajo el nombre “Acto de desagravio y reparación”, emitido a “presbíteros, diáconos, miembros de la vida consagrada, integrantes de la Adoración Nocturna Mexicana, de la Cofradía del Santísimo Sacramento y todos los fieles laicos.
“Con mucha preocupación y profunda tristeza tengo el deber de comunicar y denunciar públicamente que… fue profanado con fines sacrílegos la parroquia de San Rafael Guízar y Valencia. Abrieron violentamente el Sagrario y robaron el relicario que contenía el Santísimo Sacramento para la adoración Eucarística; se robaron la llave del Sagrario, el divino rostro de la Santa Cruz de los milagros, destruyeron el relicario que contenía la reliquia San Rafael Guízar y Valencia, se robaron dos custodias para la exposición el Santísimo Sacramento. Además de otros objetos sagrados y de las alcancías del templo”.
Se trata, lamentó en el documento, de actos sacrílegos en los que se afectó “el mayor tesoro que tenemos los católicos: La Santísima Eucaristía”, por lo que ante ese acto que lastima la sensibilidad religiosa, urgió a los sacerdotes a que “en cada una de las parroquias, templos y oratorios, se realicen actos de desagravio y reparación, ya sea con la celebración de la Eucaristía o con la exposición prolongada del Santísimo Sacramento con turnos de adoración por parte de los fieles”.
Urgió a que el “lamentable y reproblable hecho” sirva para “reflexionar sobre el invaluable don de la presencia del Señor Jesús en las especies eucarísticas” y que Jesucristo decidió permanecer entre nosotros para dar “rumbo y esperanza a su iglesia”, “a pesar de todos los riesgos y peligros”,
“Hagamos de este agravio una oportunidad de desagravio. Que esta ofensa sea ocasión para suscitar y manifestar nuestro amor hacia Jesucristo, y para renovar nuestra fe y devoción a la Sagrada Eucaristía fuente y cumbre de la vida cristiana. Pidamos al Señor Jesús el arrepentimiento y la conversión de quienes sin temor de Dios, se atreven a realizar este tipo de acciones tan tristes y tan dolorosas”.
En el documento también urgió a “a los responsables de velar por la seguridad y cuidado del Sagrario en la iglesias, templos y oratorios… redoblar su esfuerzo por el cuidado y vigilancia del Santísimo Sacramento, teniendo en cuenta lo que dispone el c. 938 del Código de Derecho Canónico, con el fin de evitar actos tan deplorables como este”, finalizó el documento.