Los suelos que pisamos no sólo nos recuerdan la gravedad que nos sostiene, sino que forman parte sustancial del ecosistema que hace posible el equilibrio perfecto que permite la vida en el planeta en todas sus formas; cada 7 de julio, desde 1963, se conmemora en honor al científico estadounidense Hugh Hammond Bennet; en Querétaro, Elizabeth Fuentes Romero contribuye a la generación de conocimiento en la entidad, a fin de aportar elementos científicos para mejorar nuestra relación con la naturaleza.
En el laboratorio en el que trabaja Fuentes Romero, en la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación (UMDI), del Campus Juriquilla de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se estudian los suelos y sus propiedades; asimismo, se ha encontrado que su relación con el ecosistema no sólo se limita a la producción de alimentos para consumo humano, sino que influye en una multiplicidad de factores como el clima, la vivienda y las vialidades por las que transitamos.
“Los suelos se degradan a partir de los procesos de lluvia y del viento”, por lo que el balance de todos los organismos y propiedades que los integran, dependen de su interacción con estos factores, además de las intervenciones humanas.
La delicada estabilidad de los suelos puede protegerse a través de la siembra y conservación de las especies vegetales nativas; por ejemplo, la investigadora señaló que es posible observar la función de conservación de los suelos en la zona de Peña Colorada, donde predominan los arbustos que funcionan como una superficie que protege la conformación del suelo que los yergue.
“Si pensamos en Querétaro, en donde la vegetación está repartida entre bosques de pino, encino, o selvas bajas; en cada uno de esos ambientes tenemos un tipo de vegetación diferente y cada suelo tiene diferentes procesos de cambios en el tiempo, le llamamos evolución del suelo”.
Además de los suelos de uso agrícola, en el ámbito urbano “la pérdida del suelo es muy alta, en Querétaro hay una disminución importante de suelo natural, por uno que está siendo impactado a partir del crecimiento de las ciudades y que además de los procesos de degradación, se despalma para hacer carreteras”, así, se sellan las reservas de agua que cae sobre esa superficie.
“Eso va a disminuir la cantidad de mantos acuíferos que se encuentran debajo de la ciudad”; incluso la aparición reciente de socavones tiene relación con el hecho de que se ha modificado el curso natural y las funciones de drenaje y coladeras que tienen los suelos naturales, pues en conjunto con procesos geológicos, se corre el riesgo de que se generen hundimientos.
“El suelo ha sido reconocido como uno de los más importantes filtros debido a sus propiedades (…) en el ámbito urbano los pocos suelos que pudieran quedar en áreas verdes podrían estar cumpliendo estas funciones de retener la circulación de agua, el suelo funciona como una esponja”.
De acuerdo con la especialista, en un inicio, se buscó la promoción de la fecha orientada únicamente hacia la conservación para los procesos alimentarios “y que se conservara y que pudiera disminuir la degradación del suelo a mediano y largo plazo”, a fin de mantener una producción de alimentos saludable.
La degradación química, física y biológica, así como la pérdida de regulación de nutrientes, de materia orgánica, y el aumento de elementos que se asocian en el uso de fertilizantes, son algunos de los factores que han repercutido en el equilibrio de las características del suelo y de la biodiversidad que los habita.
Dentro de las medidas de compensación que permitirían conservar el suelo, entre los que más se han experimentado y evaluado han sido el “evitar el uso indiscriminado de fertilizantes que repercute en la salud del suelo (…) cambiar a abonos orgánicos”.
Los abonos provenientes del ganado fueron en un principio un método de rehabilitación de los suelos, pero también el hecho de que no se hayan tratado, aumentaba algunos otros componentes químicos dañinos. El dejar reposar a la tierra es una forma de procurar que las concentraciones altas de los componentes no dañen a los suelos.
Los flujos de agua y sus cursos naturales, la calidad del aire que respiramos, la comida que consumimos, e incluso la producción de alimentos en huertos urbanos tiene una relación directa con el sustrato que nos sostiene.