/ jueves 9 de agosto de 2018

Artesanías llenas de color y amor

En un carrrito multicolor, María Cleta García Vázquez, nativa de la comunidad otomí de San Ildefonso Tultepec en Amealco de Bonfil, vende sus artesanías textiles en el jardín de la cabecera municipal desde hace 35 años.

La artesana de 68 años de edad, indicó que desde que tenía 9 años su abuelita le enseñó a coser con agujas y ganchos para hacer sus muñecas y servilletas para envolver las tortillas que hacía su mamá, tiempo después y por las necesidades que prevalecen en la zona, empezó a ver estas actividades como medio para sobrevivir.

Desde los 9 años, Cleta aprendió a bordar con los consejos de su abuelita. Foto: Jacob Cabello

Desde pequeña recuerda haber salido de la mano de su mamá y hermanitos a las grandes ciudades para vender las muñecas, y aunque al principio les costaba trabajo comunicarse por su lengua materna, el hñähñü, poco a poco aprendieron sobre todo para llevar a cabo la venta.

“No podíamos hablar con la demás gente porque nosotros sólo hablamos nuestra lengua y tuvimos que aprender, si no nos pagaban lo que querían y nosotros sin escribir ni leer era más difícil, ya con el tempo aprendimos el español”.

Esta actividad la siguió una vez que se casó y tuvo 10 hijos, 7 hombres y tres mujeres, a quienes les enseñó a bordar con los diferentes hilos para hacer cada extremidad de las muñecas, servilletas, camisas, fajas, blusas, delantales, diademas, morrales, llaveros y costalitos para la ropa.

Doña Cleta, como la llaman sus compañeros comerciantes de la zona, dijo que este trabajo que desarrolla en su natal “San Ilde”, le dio para sacar adelante a sus hijos y darles estudios, formando gente de bien y hábiles para ejercer cualquier actividad.

Relató que su actividad en las grandes metrópolis no era bien vista, ya que la miraban inferior por su vestimenta tradicional, sin embargo, ella nunca dejó de usar sus brillosas blusas y faldas con sombrero para protegerse del sol, además resaltó que gracias a sus conocimiento estuvo Monterrey, Nuevo Laredo, Cuidad de México y Puerto Vallarta.

Lleva más de 35 años vendiendo sus artesanías, y lo que más le piden son sus hermosas muñecas tradicionales. Foto: Jacob Cabello

De este último lugar, contó que fue una experiencia preciosa, ya que salió de Amealco con 200 muñecas, y algunas servilletas que bordó durante cuatro meses, en 11 horas llegó al puerto, y en dos días terminó de vender sus productos, ahí fue la primera y única vez que sus pies han tocado el mar, y se sintió feliz.

“Me fui yo sola, mis hijos se quedaron con mi familia y se cuidaban unos con otros, terminé mis muñecas en dos días, yo creo que les gustaron mucho, y me fui al mar, cuando sentí las olas en los pies me emocioné y lloré porque el mar es muy grande y yo estaba lejos de mis hijos, y hubiera querido llevármelos pero no nos alcanzaba para el pasaje”.

La artesana relató que además de ser orgullosamente otomí, es peregrina Guadalupana, y desde hace 38 años va a visitar a pie a la Virgen de Guadalupe a la Basílica con un grupo que sale de esta zona, y le pide por la salud de su familia y le quite el dolor de pies que con frecuencia le da.

Doña Cleta vende sus artesanías en el jardín principal frente al Museo de la Muñeca en esta localidad.

A propósito del día Internacional de los Pueblos Indígenas, en Amealco de Bonfil se concentra una población de casi 16 mil habitantes de la zona otomí, concentrados en las dos variantes de las comunidades de San Ildefonso Tultepec y Santiago Mexquititlán, lugares que guardan historia y costumbre arraigada a través de su vestimenta, lengua y cultura.

En un carrrito multicolor, María Cleta García Vázquez, nativa de la comunidad otomí de San Ildefonso Tultepec en Amealco de Bonfil, vende sus artesanías textiles en el jardín de la cabecera municipal desde hace 35 años.

La artesana de 68 años de edad, indicó que desde que tenía 9 años su abuelita le enseñó a coser con agujas y ganchos para hacer sus muñecas y servilletas para envolver las tortillas que hacía su mamá, tiempo después y por las necesidades que prevalecen en la zona, empezó a ver estas actividades como medio para sobrevivir.

Desde los 9 años, Cleta aprendió a bordar con los consejos de su abuelita. Foto: Jacob Cabello

Desde pequeña recuerda haber salido de la mano de su mamá y hermanitos a las grandes ciudades para vender las muñecas, y aunque al principio les costaba trabajo comunicarse por su lengua materna, el hñähñü, poco a poco aprendieron sobre todo para llevar a cabo la venta.

“No podíamos hablar con la demás gente porque nosotros sólo hablamos nuestra lengua y tuvimos que aprender, si no nos pagaban lo que querían y nosotros sin escribir ni leer era más difícil, ya con el tempo aprendimos el español”.

Esta actividad la siguió una vez que se casó y tuvo 10 hijos, 7 hombres y tres mujeres, a quienes les enseñó a bordar con los diferentes hilos para hacer cada extremidad de las muñecas, servilletas, camisas, fajas, blusas, delantales, diademas, morrales, llaveros y costalitos para la ropa.

Doña Cleta, como la llaman sus compañeros comerciantes de la zona, dijo que este trabajo que desarrolla en su natal “San Ilde”, le dio para sacar adelante a sus hijos y darles estudios, formando gente de bien y hábiles para ejercer cualquier actividad.

Relató que su actividad en las grandes metrópolis no era bien vista, ya que la miraban inferior por su vestimenta tradicional, sin embargo, ella nunca dejó de usar sus brillosas blusas y faldas con sombrero para protegerse del sol, además resaltó que gracias a sus conocimiento estuvo Monterrey, Nuevo Laredo, Cuidad de México y Puerto Vallarta.

Lleva más de 35 años vendiendo sus artesanías, y lo que más le piden son sus hermosas muñecas tradicionales. Foto: Jacob Cabello

De este último lugar, contó que fue una experiencia preciosa, ya que salió de Amealco con 200 muñecas, y algunas servilletas que bordó durante cuatro meses, en 11 horas llegó al puerto, y en dos días terminó de vender sus productos, ahí fue la primera y única vez que sus pies han tocado el mar, y se sintió feliz.

“Me fui yo sola, mis hijos se quedaron con mi familia y se cuidaban unos con otros, terminé mis muñecas en dos días, yo creo que les gustaron mucho, y me fui al mar, cuando sentí las olas en los pies me emocioné y lloré porque el mar es muy grande y yo estaba lejos de mis hijos, y hubiera querido llevármelos pero no nos alcanzaba para el pasaje”.

La artesana relató que además de ser orgullosamente otomí, es peregrina Guadalupana, y desde hace 38 años va a visitar a pie a la Virgen de Guadalupe a la Basílica con un grupo que sale de esta zona, y le pide por la salud de su familia y le quite el dolor de pies que con frecuencia le da.

Doña Cleta vende sus artesanías en el jardín principal frente al Museo de la Muñeca en esta localidad.

A propósito del día Internacional de los Pueblos Indígenas, en Amealco de Bonfil se concentra una población de casi 16 mil habitantes de la zona otomí, concentrados en las dos variantes de las comunidades de San Ildefonso Tultepec y Santiago Mexquititlán, lugares que guardan historia y costumbre arraigada a través de su vestimenta, lengua y cultura.

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