/ sábado 30 de septiembre de 2017

Graffiteros, arte sin fronteras

Por Rosi Legido/EFE/REPORTAJES

El graffiti entendido como murales, nada tiene que ver con laspintadas ilegales realizadas por aficionados en cualquier lugarpúblico. Las ciudades de todo el mundo apuestan por estaexpresión artística considerada arte urbano sin fronteras.

Los murales pueden protestar contra los políticos corruptos,como las obras de Nairobi; o contra la represión de las mujeresafganas de la mano de Shamisa Hassani.“Cada artista en cada obratiene un objetivo. En mi caso suelo trabajar temáticas socialesaunque no siempre es así”,  comenta el artista Manomatic.

Conocidas son las obras de algunas mujeres grafiteras como laecuatoriana, afincada en Nueva York, Lady Pink, cuyos trabajostienen una gran carga feminista; Miss Van con sus mujeres barrocaso la estadounidense Maya Hayuk y sus creaciones psicodélicas.

Un graffiti, por muy ilegal que sea, debe respetar una serie deleyes “no hay que pintar en la firma de otro, ni en sitios quemerezcan ser respetados. Por suerte la gente diferencia esaspintadas de lo que son graffitis”, comentan desde GrafittiMedia.

Hubo una época, los años setenta del pasado siglo; y un lugar,Nueva York, en que la ciudad se convirtió en un lienzo en blancopara una generación reprimida y descontenta con su entornosocial.

La manera de expresarse fue mediante firmas con sprays por todala urbe, y cualquier lugar les valía, desde autobuses, fachadas olas estaciones del metro de Manhattan.

El pionero en hacerlo fue un joven griego llamado Demetrius,cuyo apodo era Taki 183 y, a aquellas manifestaciones rebeldes queeran únicamente firmas elaboradas, se les llamó graffitis.

Las pinturas pasaron a convertirse en murales con grandesdibujos y un marcado afán de denuncia urbana; y con el mismocarácter reivindicativo, surge el hip hop y, ambos, emergen demanera destacada a nivel mundial en los años ochenta.

En cada mural que invade las calles del Bronx neoyorquino, hayun historia de dolor y

sufrimiento; dibujos, en su mayoría, en honor a víctimas de laviolencia de las bandas callejeras; una dura realidad plasmada enpinturas que deja constancia de la decadencia y peligrosidad deldistrito.

Manomatic es el español Adrián Pérez, diseñador gráfico y,como se define a sí mismo, escritor de graffitis. Sus imágenes deretratos hiperrealistas son su seña de identidad y le hacendestacar entre los mejores artistas urbanos internacionales.

Lo que al principio pensaba su familia que era una afición quele ocasionaría problemas, se acabó convirtiendo en un modo detrabajo con el que recorre medio mundo.

Para él “el graffiti como tal, ilegal o alegal,nunca ha acabado de entenderse en la sociedad por su condiciónaltruista, crítica o de llamada de atención. Si nos referimos alarte urbano,  graffiti y otras corrientes plástico-artísticas,se han aceptado por su  intencionalidad comercial y artística.Hoy en día el arte urbano no tiene fronteras, no hay ningunaciudad que no desee tener buenas obras de arte en suscalles”.

Otro nombre de referencia es el de la formación Boa Mistura.Sus trabajos invaden su Madrid natal pero también ciudades desdeBrasil, Noruega o Sudáfrica, hasta Panamá; destacando entre susproyectos los versos que escribían en las aceras de la capitalespañola.

VIVIR DEL GRAFFITI

Los hay que han hecho de esta afición un modo de vida medianteencargos; ése es el caso de los componentes de Graffiti Media,empresa responsable de encargos artísticos para multinacionales,televisiones e, incluso, la decoración de un avión Airbus A330 oel mural de una virgen en una parroquia.

Atrás dejan su pasado de grafiteros que firmaban por cuantosmás sitios podían y, desde entonces, llevan más de seis añosviviendo de trabajos para empresas o particulares. “Para lasempresas es una manera creativa de diferenciarse y, para losparticulares, un modo original de decoración”, aseguran.

Pero algunos no se conforman con pintar sin permiso fachadas,escaparates e, incluso, vehículos; y deciden hacer pintadas enzonas arqueológicas y monumentos históricos, algo que preocupaespecialmente.

Estos actos de delincuencia no son dibujos sino firmascualquiera poco elaboradas, realizadas por aficionados que pocotienen de artista.

Así lo entiende La Family, una asociación de graffiti,dedicada a la difusión del arte urbano responsable desde el2013.

Sake, Mark, Beat y Nasty inculcan este arte a jóvenes yadultos, pero además realizan trabajos para ayuntamientos,particulares y marcas como Heineken o Jameson, entre otros.“Nunca me ha gustado el vandalismo aunque el graffiti en susinicios nació así, pero creo que eso ya quedó en el recuerdo yha avanzado con todo tipo de estilos artísticos”, puntualizaSake.

Multas o la obligación de limpiar los graffitis, son algunas delas sanciones que imponen diferentes localidades.

Otras medidas son proporcionar diferentes superficiesmunicipales, aunque los conocedores del tema no lo consideran lamejor solución.

Según Manomatic “no sirve de mucho o nada, aunque siemprevienen bien más muros. Estos problemas son solo una respuesta auna sociedad desigual  e insolidaria”.

Una opinión también compartida por Graffiti Media, quienesaseguran que  “el graffiti ilegal siempre va a existir porquehay gente a la que le gusta más eso que los murales y lopreferirán”.

Sake de La Family, reclama también “que los municipios nosapoyen realizando eventos, pagando bien a los artistas porquemuchas veces vamos gratis sólo por poder pintar”.

Habilidades en el uso del spray y no olvidarse de la rúbrica,son las claves para destacar en este arte urbano; y es que elgraffiti bien entendido, no es cosa de vandalismo ni deadolescentes.

Para Graffiti Media, “el graffiti más purista, es poner tutags (alias) cuanto más veces mejor; sin preocuparte si a losdemás les va a gustar. Es solo ego. Es diferente a los murales.Los verdaderos graffitis son las firmas”.

Aún así, aseguran que un graffiti, por muy ilegal que sea,debe respetar una serie de leyes “no hay que pintar en la firmade otro, ni en sitios que merezcan ser respetados. Por suerte lagente diferencia esas pintadas de lo que son graffitis”.

Mientras, lugares como Holanda, Bélgica, Brasil o Alemania,apuestan por esta estética

urbana organizando festivales y eventos grafiteros; otrosemprenden campañas antigraffitis como sucede en Toronto (Canadá),aunque son los menos.

“Parece que hay una nueva onda donde se entiende el graffiticomo arte; éste es el inicio para que se reconozca  más”asegura Sake.

ARTE CON DENUNCIASOCIAL

Los murales pueden protestar contra los políticos corruptos,como las obras de Nairobi; o contra la represión de las mujeresafganas de la mano de Shamisa Hassani.

“Cada artista en cada obra tiene un objetivo. En mi caso suelotrabajar temáticas sociales aunque no siempre es así”, recalca Manomatic, quien ha realizado murales subastados pararecaudar fondos benéficos para protectoras de animales; o suúltimo proyecto en el Festival Hiphoppers por la paz II ,organizado por la Fundación Artística y Social Familia Ayara, laembajada española y el gobierno de Colombia.

Conocidas también son las obras de algunas mujeres grafiterascomo la ecuatoriana, afincada en Nueva York, Lady Pink, cuyostrabajos tienen una gran carga feminista; Miss Van con sus mujeresbarrocas o la estadounidense Maya Hayuk y sus creacionespsicodélicas.

Manomatic destaca que “el hecho de que sea menor el número degrafiteras hace referencia a una sociedad machista y patriarcal queles hace más difícil prosperar”.

Hay obras de graffiti como la “Madonna con niño”, obra delfrancés Blek le Rat,  que ha sido reconocida como patrimoniocultural. Sucedía en Leipzig (Alemania) donde después derestaurarse, un cristal le protege ahora de cualquierestropicio.

Otros trabajos como los de Bansky, haciendo uso de la técnicade estarcidos con plantilla, se exponen en diferentes galeríassiendo muy cotizados.

“Tanto los artistas de escuela que ahora apuestan pordesarrollarse en la calle como los grafiteros que evolucionan ytienen una calidad artística indudable, ponen el arte urbano anivel de cualquier obra”, concluye Manomatic.

Por Rosi Legido/EFE/REPORTAJES

El graffiti entendido como murales, nada tiene que ver con laspintadas ilegales realizadas por aficionados en cualquier lugarpúblico. Las ciudades de todo el mundo apuestan por estaexpresión artística considerada arte urbano sin fronteras.

Los murales pueden protestar contra los políticos corruptos,como las obras de Nairobi; o contra la represión de las mujeresafganas de la mano de Shamisa Hassani.“Cada artista en cada obratiene un objetivo. En mi caso suelo trabajar temáticas socialesaunque no siempre es así”,  comenta el artista Manomatic.

Conocidas son las obras de algunas mujeres grafiteras como laecuatoriana, afincada en Nueva York, Lady Pink, cuyos trabajostienen una gran carga feminista; Miss Van con sus mujeres barrocaso la estadounidense Maya Hayuk y sus creaciones psicodélicas.

Un graffiti, por muy ilegal que sea, debe respetar una serie deleyes “no hay que pintar en la firma de otro, ni en sitios quemerezcan ser respetados. Por suerte la gente diferencia esaspintadas de lo que son graffitis”, comentan desde GrafittiMedia.

Hubo una época, los años setenta del pasado siglo; y un lugar,Nueva York, en que la ciudad se convirtió en un lienzo en blancopara una generación reprimida y descontenta con su entornosocial.

La manera de expresarse fue mediante firmas con sprays por todala urbe, y cualquier lugar les valía, desde autobuses, fachadas olas estaciones del metro de Manhattan.

El pionero en hacerlo fue un joven griego llamado Demetrius,cuyo apodo era Taki 183 y, a aquellas manifestaciones rebeldes queeran únicamente firmas elaboradas, se les llamó graffitis.

Las pinturas pasaron a convertirse en murales con grandesdibujos y un marcado afán de denuncia urbana; y con el mismocarácter reivindicativo, surge el hip hop y, ambos, emergen demanera destacada a nivel mundial en los años ochenta.

En cada mural que invade las calles del Bronx neoyorquino, hayun historia de dolor y

sufrimiento; dibujos, en su mayoría, en honor a víctimas de laviolencia de las bandas callejeras; una dura realidad plasmada enpinturas que deja constancia de la decadencia y peligrosidad deldistrito.

Manomatic es el español Adrián Pérez, diseñador gráfico y,como se define a sí mismo, escritor de graffitis. Sus imágenes deretratos hiperrealistas son su seña de identidad y le hacendestacar entre los mejores artistas urbanos internacionales.

Lo que al principio pensaba su familia que era una afición quele ocasionaría problemas, se acabó convirtiendo en un modo detrabajo con el que recorre medio mundo.

Para él “el graffiti como tal, ilegal o alegal,nunca ha acabado de entenderse en la sociedad por su condiciónaltruista, crítica o de llamada de atención. Si nos referimos alarte urbano,  graffiti y otras corrientes plástico-artísticas,se han aceptado por su  intencionalidad comercial y artística.Hoy en día el arte urbano no tiene fronteras, no hay ningunaciudad que no desee tener buenas obras de arte en suscalles”.

Otro nombre de referencia es el de la formación Boa Mistura.Sus trabajos invaden su Madrid natal pero también ciudades desdeBrasil, Noruega o Sudáfrica, hasta Panamá; destacando entre susproyectos los versos que escribían en las aceras de la capitalespañola.

VIVIR DEL GRAFFITI

Los hay que han hecho de esta afición un modo de vida medianteencargos; ése es el caso de los componentes de Graffiti Media,empresa responsable de encargos artísticos para multinacionales,televisiones e, incluso, la decoración de un avión Airbus A330 oel mural de una virgen en una parroquia.

Atrás dejan su pasado de grafiteros que firmaban por cuantosmás sitios podían y, desde entonces, llevan más de seis añosviviendo de trabajos para empresas o particulares. “Para lasempresas es una manera creativa de diferenciarse y, para losparticulares, un modo original de decoración”, aseguran.

Pero algunos no se conforman con pintar sin permiso fachadas,escaparates e, incluso, vehículos; y deciden hacer pintadas enzonas arqueológicas y monumentos históricos, algo que preocupaespecialmente.

Estos actos de delincuencia no son dibujos sino firmascualquiera poco elaboradas, realizadas por aficionados que pocotienen de artista.

Así lo entiende La Family, una asociación de graffiti,dedicada a la difusión del arte urbano responsable desde el2013.

Sake, Mark, Beat y Nasty inculcan este arte a jóvenes yadultos, pero además realizan trabajos para ayuntamientos,particulares y marcas como Heineken o Jameson, entre otros.“Nunca me ha gustado el vandalismo aunque el graffiti en susinicios nació así, pero creo que eso ya quedó en el recuerdo yha avanzado con todo tipo de estilos artísticos”, puntualizaSake.

Multas o la obligación de limpiar los graffitis, son algunas delas sanciones que imponen diferentes localidades.

Otras medidas son proporcionar diferentes superficiesmunicipales, aunque los conocedores del tema no lo consideran lamejor solución.

Según Manomatic “no sirve de mucho o nada, aunque siemprevienen bien más muros. Estos problemas son solo una respuesta auna sociedad desigual  e insolidaria”.

Una opinión también compartida por Graffiti Media, quienesaseguran que  “el graffiti ilegal siempre va a existir porquehay gente a la que le gusta más eso que los murales y lopreferirán”.

Sake de La Family, reclama también “que los municipios nosapoyen realizando eventos, pagando bien a los artistas porquemuchas veces vamos gratis sólo por poder pintar”.

Habilidades en el uso del spray y no olvidarse de la rúbrica,son las claves para destacar en este arte urbano; y es que elgraffiti bien entendido, no es cosa de vandalismo ni deadolescentes.

Para Graffiti Media, “el graffiti más purista, es poner tutags (alias) cuanto más veces mejor; sin preocuparte si a losdemás les va a gustar. Es solo ego. Es diferente a los murales.Los verdaderos graffitis son las firmas”.

Aún así, aseguran que un graffiti, por muy ilegal que sea,debe respetar una serie de leyes “no hay que pintar en la firmade otro, ni en sitios que merezcan ser respetados. Por suerte lagente diferencia esas pintadas de lo que son graffitis”.

Mientras, lugares como Holanda, Bélgica, Brasil o Alemania,apuestan por esta estética

urbana organizando festivales y eventos grafiteros; otrosemprenden campañas antigraffitis como sucede en Toronto (Canadá),aunque son los menos.

“Parece que hay una nueva onda donde se entiende el graffiticomo arte; éste es el inicio para que se reconozca  más”asegura Sake.

ARTE CON DENUNCIASOCIAL

Los murales pueden protestar contra los políticos corruptos,como las obras de Nairobi; o contra la represión de las mujeresafganas de la mano de Shamisa Hassani.

“Cada artista en cada obra tiene un objetivo. En mi caso suelotrabajar temáticas sociales aunque no siempre es así”, recalca Manomatic, quien ha realizado murales subastados pararecaudar fondos benéficos para protectoras de animales; o suúltimo proyecto en el Festival Hiphoppers por la paz II ,organizado por la Fundación Artística y Social Familia Ayara, laembajada española y el gobierno de Colombia.

Conocidas también son las obras de algunas mujeres grafiterascomo la ecuatoriana, afincada en Nueva York, Lady Pink, cuyostrabajos tienen una gran carga feminista; Miss Van con sus mujeresbarrocas o la estadounidense Maya Hayuk y sus creacionespsicodélicas.

Manomatic destaca que “el hecho de que sea menor el número degrafiteras hace referencia a una sociedad machista y patriarcal queles hace más difícil prosperar”.

Hay obras de graffiti como la “Madonna con niño”, obra delfrancés Blek le Rat,  que ha sido reconocida como patrimoniocultural. Sucedía en Leipzig (Alemania) donde después derestaurarse, un cristal le protege ahora de cualquierestropicio.

Otros trabajos como los de Bansky, haciendo uso de la técnicade estarcidos con plantilla, se exponen en diferentes galeríassiendo muy cotizados.

“Tanto los artistas de escuela que ahora apuestan pordesarrollarse en la calle como los grafiteros que evolucionan ytienen una calidad artística indudable, ponen el arte urbano anivel de cualquier obra”, concluye Manomatic.

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