La planta loca

Redacción

  · miércoles 18 de octubre de 2017

Por Alfonso Franco Tiscareño

La planta loca, silvestre, primero fue semilla volando al azardel viento. Botando, botando y rebotando entre la tierra, bruma ylodo, muchas noches oscuras, hasta que cayó  en su lugar, y quélugar, no podía ser cualquiera. Antes preferiría morir.

La planta loca, fuga al viento, desobediencia de la lógica,guardaba su periodo previo en capullos de acero, en sonajasmágicas en un chu cu chu de acuerdo a la corriente que laestremecía. Era tan frágil. Cualquiera hubiera apostado a que nosobreviviría. Pero ahí estaba, bailando con la música que nadieescuchaba, con la melodía celestial. Chu cu chu, chu cu chu,sombra desconocida,  y en  apariencia inerte, de Dios. Chu cu chucu chu  resbalando por sus tallos erectos. Chu cu chu chu cu chu,bailarina del silencio.

La planta loca se sabía ella desde antes de ser la hermosuraque ahora se levantaba al sol de la tarde.  Se sentía hojas,flores, fanerógama, desde antes de que alguien la catalogara,existía desde siempre, antes que nadie la nombrara.  Era unacanija amante de la libertad, y sin embargo, necesitaba de todos.Arriesgaba su existencia en cada tormenta, en cada golpe delazar.  Cuántos poetas había contemplado y cuántos a ella. Alpoeta sol, a las  grandes poetisas el agua y la luna, al poeta frijol,  a la máxima poetisa: la Tierra, y a los que no alcazabaa nombrar. Ella misma tenía alma de poeta, y por eso algunos lallamaron la Planta Loca. Qué más daba, podían llamarla comofuera, incluso despectivamente, eso tan sólo despellejaba un pocosu alma sedienta de cariño, pero no la rendía ni la secaba, alcontrario. Creían humillarla, pero tenían razón, era una plantaloca, loca, loca.

Desde niña, con sus primeros pétalos, nunca cerró sus floresni en las peores tormentas.  A veces abría sus manos al amanecer,y a veces despertaba tres horas después del sol y éste de todas maneras la esperaba para acariciarla con  amor. También lacastigaba con la luz cenital que quemaba su delicado cuerpo.

¡Qué importaba! Sabía que la estimaban la malva, elfloripondio, el tepozán, la higuerilla, la rosa de la montaña ylas plantas agrestes del monte entre cuyos terrenos se atrevía laplanta loca a aposentarse.

No tenía más historia que esa, entre los campos de la tierramexicana, junto al nopal, el agave, las rosas y las azucenas. Yaunque nadie la cortaba ni se fijaba en ella, era mejor, asívivía más a gusto. Muchos humanos estaban sedientos de fama y dedinero, matarían si fuera preciso por alcanzarlos. Ella no, estabacontenta así, pasando desapercibida para las miradas intrusas,gozando de sus intimidades secretas. Entregada a sus amigas  lahierbabuena, la hierba verde, el diente de león, el epazote y elamaranto.

Ella era así, había que aceptarla, sin historia, sin grandesaventuras. Y a la vez con vivencias profundas, sustanciales. Elviento, el sol, las fuerzas oscuras y magnéticas de la tierra, lablancura de la luna, los eclipses en el cielo, la fuerza de losastros lejanos, el poder del oxígeno y del hidrógeno mezclados enla hermana agua, el calor del fuego que ya de por sí ardía en susentrañas, la savia blanca que corría por sus venas, suconfiguración geométrica cantando al cielo, sus pistilos, suspétalos, sus órganos sexuales, su perfume suave emanando paratodos. Eso era ella.  Qué importaba que nadie se atreviera ahacerle un estudio que apreciara sus cualidades. Para los que laveían sin clavarse, ella era simplemente la planta loca, la pincheplanta loca. Pero, qué importaba si a cambio, sus amigas lasnubes, le hablaban desde el cielo bañándola con el líquido santode sus gotas. Ay, nubes viajeras, buscando en todo el mundo siemprelo diferente.  Amigas con maleta distante, con agua del Egipto,guardando tempestades, violencia y quién sabe qué más. Esa aguaestaba depositada en su cuerpo. Cómo no iba a estar loca si habíaprobado todas las venturas.

También sentía con la tierra y la atmósfera su mortalsufrimiento: el calentamiento, aerosoles, abonos químicos,pesticidas, el humo de las fábricas, el cemento asfixiante, losiban minando poco a poco. Cielo y tierra sumaban su dolor para quela planta loca los expiara. Llanto del fuego apagado, el viento lecontaba cómo lo envenenaban para que ella por sus alvéolos purificara el sacramento de lo existente. Planta loca, silvestre,sabía bien que los demonios no existían, había captado que sólopolvo de estrellas armaba nuestras vidas, sabía muchas de lastiradas del azar posible, cancelaba toda ilusión malvada, calmabala furia de los mutantes que parecían normales, cimbraba a loslentos, liberaba a los poseídos, era amuleto, pócima y amor.Oración natural, salmo glorioso atestiguando la esencia de lasreligiones.

Los ojos humanos estaban lejos de esta simple planta, ellossiempre querían la flor más hermosa del jardín, sin darse cuentade cuánto lo era ella. Pero la planta loca seguía sonriendo.Magnánima se erguía sobre la putrefacción, arriba de las tumbas.Eso sí era verdad. Vida.

Planta loca, la noche y el día junto a su cuerpo, y ellasiempre sobria esperando lo maravilloso, rolando sus semillas juntoa los locos de este  mundo. Para éstos ella era su bendición, susanto, su demiurgo, su descanso, su llamada de la selva.

Salve para la simple planta loca y silvestre. Que algún niñose preocupe por ella, y si no, de todas maneras vivirá.

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