Por Leonardo Kosta
Me ha dicho un pajarito –uno parecido al que le habla alpresidente venezolano Nicolás Maduro pero de otra especie- que elprograma Sábados Infantiles de la Casa del Faldón estáa punto de desparecer por falta de presupuesto; por lo pronto, enlo que resta del año ya no habrá la programación vespertinadedicada a los niños.
Sábados Infantiles es, probablemente, la programaciónmás longeva que exista en la ciudad (programación dedicada a losniños, se entiende); empezó en aquellos años en los que EnriqueVilla rescató la vieja casona para convertirla en un centrocultural, lo cual resultó atinado porque la Casa del Faldón estáen el corazón de la Otra Banda. Son tantos los años que hanpasado desde los primeros Sábados Infantiles y ha sidotal su éxito que su persistencia olía a suceso tan propio de laciudad que resultaba difícil pensar que algún díadesapareciera.
Veo por lo menos dos razones por las cuales quizás aún hayachance de rescatar el programa: uno, está dedicado a los niñosque son víctimas pasivas de la televisión y los celulares(pasivas en el sentido de que no pueden esgrimir sus criterios paracorregir o mejorar la actividad de los medios); y dos, lo dichomás arriba: la Casa del Faldón está enclavada en un barrioeminentemente popular.
Es sabido que el presupuesto municipal estatal y federalescasea, y es más sabido aún que cuando tal cosa sucede las queprimero se eliminan son las inversiones que se dedican a la culturay a la educación. La quiebra técnica de una media docena deuniversidades deja un crudo testimonio al respecto (lo mismo quelos recortes económicos que ha sufrido la Secretaría de Cultura)pero algo tal vez se pueda hacer.
Por ejemplo: no hay duda que es importante la presencia de actosculturales magnos. En esta misma página se comentó con entusiasmola inauguración del Festival Internacional de Artes Escénicas enla cual se presentó un espectáculo grandioso (Quixote) querequirió la utilización de una grúa, cuyo alquiler,probablemente, superó el presupuesto anual de los SábadosInfantiles; en consecuencia, tal vez una cierta limitacióneconómica en las programaciones magnas permita la sobrevivencia deun programa como el que nos ocupa.
Otro ejemplo: su servidor participó en LosConstituyentes, gigantesca obra con la que se rindió tributoal centenario de la Constitución que se promulgó en el Teatro dela República. No hay duda que dicho centenario merecía eso ymucho más, pero tal vez con un poco de ingenio se puedan compartirlos recortes presupuestarios entre las magnas obras, los montajescaros, los festivales suntuosos y las programaciones populares.
Todos necesitamos enloquecer al cobijo del yelmo de don Quijotevolando por los aires de la Plaza de Armas, el país enteronecesita sentir la emoción fundadora de la patria, pero tambiénnecesitamos de las experiencias cotidianas que están cercanas aldía a día de los espectadores. Esas experiencias cercanas se dancon los numerosos grupos que montan obras en el Museo de la Ciudad,en la Vieja Estación del Ferrocarril, en las salas particulares,en los patios recreados como corrales de teatro y en la Casa delFaldón.
Tal vez con un poco de ingeniería presupuestaria todo se puedahacer, pero entonces asoma la desesperanza y uno piensa: ¿leeráestas líneas alguien interesado en la cultura de la ciudad y elestado? ¿Leerá estas líneas alguien interesado en la culturapopular? Formuladas las preguntas inscribamos la respuesta enestilo norteño: Sepa.