Orgullosa, plasmalos conocimientos de su cultura en bordados multicolores paramuñecas, servilletas, cojines, manteles, bolsas y delantalestípicos de la región En el barrio delRincón de la Comunidad de San Ildefonso en Amealco, hace ya másde cuatro décadas Margarita Ezequiel aprendió a hacer losbordados de su región, plasmándolos en diferentes productos deluso cotidiano, adaptándose a las exigencias y peticiones de suscompradores, pero siempre con la intención de preservar sutradición.
Como parte de una herencia familiar, los pininos artesanales deMargarita vinieron cuando ella tenía sólo doce años; sin granconocimiento de lo que representa o significa la iconografía de loque borda, ella siguió con la tradición. Su trabajoprincipalmente se centra en tiras bordados bajo la antigua técnicade punta de cruz, mismas que incorpora a al mango de bolsos,carteras, monederos, servilletas, cojines, blusas y fundas paralaptop. También las integra a la vestimenta de la muñecas querealiza, a diferencia de las muñecas otomíes que comúnmente sevenden y que resaltan por su vestimenta y listones, las que ellarealiza representan a las mujeres de la comunidad de SanIldelfonso, “esta muñeca es muy antigua y se iba perdiendo latradición; mi mamá lo hacía y son diferentes porque no es elmismo lugar en el que vivimos las que más identifican son las quese realizan en Santiago Mexquititlán. Su ropa es la que nosotrosusamos”, señaló. Estas muñecas están realizadas con telas querepresentan una piel apiñonada, no posee ojos grandes y redondos,sino unas líneas que son realizadas con hilo al igual que susonrisa; éstas no tienen grandes trenzas, sino unas más delicadasy con un paño en la parte inferior de la cabeza; sus vestidos confloreados, hechos con telas de algodón, aunque en el centro conlos característicos bordados; todas llevan consigo una bebé entresus brazos.
La producción de este tipo de muñecas es cada vez menor, sinembargo Margarita resalta la importancia de seguir con estatradición por la presentación que estas tienen, por lo quecomprometida con esta creencia ha enseñado a sus hijos arealizarlas, tanto a los hombres cómo a las mujeres al igual quesu lengua: el hñähñú, “yo casi no entiendo el español”,admitió.
Con sus hijos ha compartido los conocimientos familiares, asícomo aquellas técnicas de perfeccionamiento que adquirió alllegar al Centro de Desarrollo Artesanal Indígena en Querétaro(CEDAI), donde ahora tiene un espacio para realizar y comercializarsus productos sin el temor de que alguien se lo vaya a quitar.
Vestimenta enpeligro
La perdida de la tradición va más allá de la materializaciónde la muñeca, pues va desde las generaciones más jóvenes, lascuales comienzan a rehusarse a usar estas vestimentas que llevanlas muñecas. “Les a pena que son indias, todos los niños, mishijos usan camisas bordadas y las niñas lo que yo uso. Yo tengodos hijas y quieren usar mas pantalón porque dicen que lo quenosotras usamos cuesta más caro, que mejor ellas consiguen algousado”, relató con tristeza.
Esta problemática fue reiterada en el marco de la entrega delPrograma de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias(PACMYC) de este año. Dentro de los nueve proyecto beneficiadosestuvo el de Cristina Vázquez para el “Rescate de lavestimenta tradicional de San Idelfonso”, ya que demandó que lasniñas de esta comunidad rechazan usar esta vestimenta tradicionaly buscarán utilizar este recurso para crearles nuevas prendas y nose pierda la tradición.
El valor deltrabajo echo a mano
“Si nos llegan a regatear y nos preguntan que por qué tancaro. Luego no comprenden que debemos dar a ese costo por lacalidad, antes yo también vendida las muñecas desde 80 pesos yahora me dedico a buscar mejores telas para que duren más, peroellos no comprenden cuanto cuesta”, relató la artesana. Cadamuñeca tarda al menos tres días en hacerse; todo el procesocomienza con la base del bordado en todos los productos que realizay por el cual, asegura, hay casos de mujeres que han hasta perdidola vista por el esfuerzo que conlleva hacerlo. Después de tenerlo,deben elaborar cada uno de los productos que hace y rellenar cadauna de las parte de las muñecas, así como la costura de susvestidos.
Pese a que a lo largo de los años ha mejorado sus técnicas ylas ha compartido con las nuevas generaciones de su familia,demanda la falta de espacios para venderlo, “En el CEDAItrabajamos, ya nadie me quita mis cosas. Aquí -en el Encuentro deCulturas Populares- estoy vendiendo mucho, pero que esto sirva paraque mucha gente no nos olvide y nos invite para vender cosas.Ahorita yo doy muchas gracias de que me invitaron a vender miscosas y doy gracias. Yo antes venia a vender a las calles; yosabía muchas cosas pero no tenía donde hacerlo, poco a poco hemossalido adelante”, finalizó.