Celebran creyentes católicos Domingo de Ramos

“Para los católicos, la semana santa es un tiempo santo dedicado a Dios, para poder disfrutar este encuentro con él”

Abel De La Garza | Diario de Querétaro

  · domingo 28 de marzo de 2021

Foto: Fernando Reyes | Diario de Querétaro


Este Domingo de Ramos, la iglesia católica celebró en Querétaro el inicio de la Semana Mayor. Es la pauta que marca los últimos días de Cristo en la tierra, antes de su crucifixión. En esta fecha, 28 de marzo, se conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, cuando la multitud lo recibió con hojas de palmas (Juan 12:13).

La historia cuenta en el Evangelio de Mateo, libro 21, capítulos 1-17 (Mateo 21: 1-17). El evangelio cuenta la historia del triunfante viaje de Jesús a Jerusalén a lomos de un burro, que se consiguió con dificultades.

“Hace dos mil años los ricos tenía caballos, los pobres tenían burros, y las más pobres, nada. Dice la tradición del pueblo hebreo que el Mesías entraría montado en un caballo blanco a la ciudad de Jerusalén para significar que él es el Rey enviado por Dios. Jesús no entró en un caballo blanco, sino en un burro prestado, de la manera más sencilla”, señaló el Vicario de la Diócesis de Querétaro, José Manuel Lara Becerril , al iniciar la misa solemne.

Foto: Hugo Arciniega | Diario de Querétaro

Y es que, como es costumbre de fe, el padre encabezó una pequeña procesión, acompañado de fieles, previo a la celebración de la homilía tradicional de domingo en el Templo de Santa Rosa de Viterbo.

“Para los católicos, la semana santa es un tiempo santo dedicado a Dios, para poder disfrutar este encuentro con él”, señaló el sacerdote.

Según el documento del Vaticano “Carta circular sobre la preparación y la celebración de las fiestas pascuales” (Carta de fiestas pascuales) de 1988, el Domingo de Ramos “comprende a la vez el presagio del triunfo real de Cristo y el anuncio de la Pasión”. “La relación entre los dos aspectos del misterio pascual se han de evidenciar en la celebración en la catequesis del día”, agrega.

Durante la misa, tanto el clérigo, como los fieles repasaron diversas lectoras que cuentan cómo se dieron las etapas previas a la crucifixión, esto también, de acuerdo a la tradición.

“Es aconsejable que se mantenga la tradición en el modo de cantarla o leerla, es decir, que sean tres personas que hagan las veces de Cristo, del narrador y del pueblo. La Pasión ha de ser proclamada ya por diáconos o presbíteros, ya, en su defecto, por lectores, en cuyo caso, la parte correspondiente a Cristo se reserva al sacerdote”.

“La entrada del Señor en Jerusalén, ya desde antiguo, se conmemora con una procesión, en la cual los cristianos celebran el acontecimiento, imitando las aclamaciones y gestos, que hicieron los niños hebreos cuando salieron al encuentro del Señor, cantando el fervoroso ‘Hosanna’”, detalla la Carta de fiestas pascuales, señala la iglesia en otro texto”.

Para este Domingo de Ramos, no es necesario conseguir precisamente hoja de palma, ya que se puede portar palmas u otros tipos de plantas en la procesión- Además, no es necesario utilizar hojas de palma en la procesión, también se pueden utilizar otros tipos de plantas locales como el olivo, sauce, abeto o de otros árboles. Incluso de las macetas de casa.

Según el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia: “A los fieles les gusta conservar en sus hogares, y a veces en el lugar de trabajo, los ramos de olivo o de otros árboles, que han sido bendecidos y llevados en la procesión”.

Foto: Fernando Reyes | Diario de Querétaro

Los fieles deben ser instruidos sobre la celebración

Según el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, “los fieles deben ser instruidos sobre el significado de esta celebración para que puedan captar su significado”.

“Debe recordarse oportunamente que lo importante es la participación en la procesión y no solo en la obtención de hojas de palma o de olivo”, que tampoco deben mantenerse “como amuletos, ni por razones terapéuticas o mágicas para disipar los malos espíritus o para evitar el daño que causan en los campos o en los hogares”, indica el texto.

Jesús reclama el derecho de los reyes en la entrada triunfal a Jerusalén

El Papa Emérito Benedicto XVI explica en su libro “Jesús de Nazaret: desde la entrada en Jerusalén a la resurrección” que Jesucristo reclamó el derecho de los reyes, conocido a lo largo de la antigüedad, de demandar modos de transporte particulares.

El uso de un animal (el burro) en el que nadie se había sentado aún es un indicador más del derecho de la realeza. Jesús quería que su camino y su accionar sean entendidos en términos de las promesas del Antiguo Testamento cumplidas en su persona.

“Al mismo tiempo, a través de este anclaje del texto en Zacarías 9:9, una exégesis ‘fanática’ del reino está excluida: Jesús no está construyendo sobre la violencia; no está instigando una revuelta militar contra Roma. Su poder es de otro tipo: es en la pobreza y la paz de Dios, que identifica el único poder que puede redimir”, detalla el libro.

Los peregrinos reconocieron a Jesús como su rey mesiánico

Benedicto XVI también señala que el hecho de que los peregrinos coloquen sus mantos en el suelo para que Jesús camine sobre ellos también “pertenece a la tradición de la realeza israelita (2 Reyes 9:13)”.

“Lo que hacen los discípulos es un gesto de entronización en la tradición de la monarquía davídica (del rey David) y apunta a la esperanza mesiánica que surgió a partir de ésta”, indica el texto.

Los peregrinos, prosigue, “sacan ramas de los árboles y gritan versos del Salmo 118, palabras de bendición de la liturgia de los peregrinos de Israel que en sus labios se convierten en una proclamación mesiánica: ‘¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito sea el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en lo más alto!’ (Mc 11: 9-10, ver Sal 118: 26)”.

“Hosanna” es un grito de júbilo y una oración profética

Foto: Fernando Reyes | Diario de Querétaro

En el tiempo de Jesús esta palabra tenía matices mesiánicos. En la aclamación se expresan las emociones de los peregrinos que acompañan a Jesús y a sus discípulos: la alabanza alegre a Dios en el momento de la entrada procesional, la esperanza de que la hora del Mesías había llegado.

Al mismo tiempo era una oración que indicaba que el reinado davídico, y por lo tanto el reinado de Dios sobre Israel, sería restablecido.

La multitud que aplaudió la llegada de Jesús no es la misma que exigió su crucifixión

En su libro, Benedicto XVI argumenta que, en los tres evangelios sinópticos, así como en San Juan, se deja claro que quienes aplaudieron a Jesús en su entrada a Jerusalén no fueron sus habitantes, sino las multitudes que lo acompañaban e ingresaron a la Ciudad Santa con él.

Recomendó acudir a lugares en los que no haya aglomeraciones/Foto: Fernando Reyes | Diario de Querétaro

Este punto se hace más claro en el relato de Mateo, en el pasaje que sigue al Hosanna dirigido a Jesús: “Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se agitó diciendo: ¿Quién es este? Y las multitudes decían: Este es el profeta Jesús de Nazaret de Galilea” (Mt 21, 10-11).

Las personas habían oído hablar del profeta de Nazaret, pero no parecía tener ninguna importancia para Jerusalén, y la gente allí no lo conocía.

El relato de la Pasión goza de una especial solemnidad en la liturgia

La Carta de Fiestas Pascuales dice lo siguiente en el numeral 33:

“Es aconsejable que se mantenga la tradición en el modo de cantarla o leerla, es decir, que sean tres personas que hagan las veces de Cristo, del narrador y del pueblo. La Pasión ha de ser proclamada ya por diáconos o presbíteros, ya, en su defecto, por lectores, en cuyo caso, la parte correspondiente a Cristo se reserva al sacerdote».

En la proclamación de la Pasión no se llevan ni luces ni incienso, ni se hace al principio el saludo al pueblo como de ordinario para el Evangelio, ni se signa el libro. Tan solo los diáconos piden la bendición al sacerdote.

Para el bien espiritual de los fieles conviene que se lea por entero la narración de la Pasión, y que no se omitan las lecturas que la preceden”.

Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en el National Catholic Register