Como si nunca se hubieran ido…

ZULEMA LÓPEZ

  · sábado 3 de noviembre de 2018

El camposanto de La Cañada es visitado por cientos de familias. /Foto: Martín Venegas

“Al limpiar su tumba siento que me acompaña”, sentimiento que se replicó en las múltiples tumbas que recibieron a visitantes durante el Día de Muertos, en el panteón de La Cañada, El Marqués.

Llegar con suntuosos arreglos florales, o simplemente sentarse al lado de la tumba unos minutos, fueron decisiones de los vivos que en nada cambiaron ese sentimiento de saberse acompañados por quien mucho los quiso en su vida terrenal.

Recordaron a sus difuntos en el Panteón de San Pedro Mártir decenas de queretanos. Fotos: Yolanda Longino

“¿Por qué mi mamá tuvo que morir?” resultó una frase desgarradora pronunciada por un niño durante el recorrido en el cementerio, en el que risas, llantos y pláticas cotidianas se replicaron en la mayoría de las tumbas, aunque otras dejaron ver una prolongada desatención.

Raúl Rodríguez visitó a su padre Félix, a quien hace tres días toda su familia acudió a ver, tal y como hacen desde hace 25 años con motivo de su onomástico.

“Tenía 20 años cuando él falleció… Aquí estamos cada año, sin falta. Mis hermanas vienen a decorarle (la tumba con mi madre), tengo a mi madre, Carmen Altamirano, (quien llega) con mis hermanas Rosario y Carmela. Ahorita vienen. Todos los años nos reunimos aquí, yo soy el primero que llega cada año”.

Al analizar la constancia advirtió que mantener las tradiciones es fácil, pues tiene que ver con la enseñanza que se aprende en familia desde el nacimiento.

Unas 196 unidades de la policía municipal se despliegan por los ocho panteones municipales. /Yolanda Longino

“Muchos dicen que no hay que venir, dicen “en vida”, y yo digo “en vida y en muerte tenemos que recordarlos, a nuestros muertitos”.

Para Claudia Vizcaya llegar al panteón fue algo muy ceremonial, pues dialogó con su madre Herminia Inocencia, quien ahora reposa junto con sus abuelos Paz Uribe y Petra Mandujano. Dijo que mantiene muy vivas cada una de sus enseñanzas de su madre sobre el respeto que se debe tener a las tumbas, pese a que ella dejó este mundo hace 20 años.

“Estar un rato con ellos, convivir lo más rato que se pueda, pero nosotros venimos desde antes para sembrar trigo. Nueve días antes venimos a sembrar trigo, venimos cada tercer día a regar, a limpiar la tumba y a quitar la rama que crece aquí… Ya le traemos las florecitas… (El trigo), la verdad no sabría decirle (porqué se siembra); yo venía con mi mamá; cuando ella vivía, ella me traía así también a sembrar”.

Pasaron 20 años, pero dijo sentir como “si fuese ayer” cuando debió dejar de acudir al panteón en compañía de su madre y tuvo que comenzar a hacerlo para platicar con ella.

Para Armando Escamilla, viajar desde la comunidad de La Piedad es nada, si se toma en cuenta que lleva cuatro años y medio visitando su padre Manuel Escamilla.

“Esto ya significa como si fuera un cumpleaños, un santo, volver a recordarlo y aquí estamos. Vengo con mi hermano, estamos haciendo trabajos de limpieza, acomodándole, tratando de que quede más o menos”.

Manuel Escamilla completa que las labores de limpieza permitieron arrancar las yerbas malas que crecieron rápidamente con las lluvias

Listo El Marqués para resguardar a quienes acudan a los panteones por el Día de Muertos. Fotos: Cortesía El Marqués

“Para nosotros significa mucho, ya que es una fecha muy importante, no sólo para nosotros, sino para, yo creo, todos los mexicanos… Se siente, en lo personal, como si estuviéramos igual, con nosotros, haciendo una labor de trabajo”.

En otro punto del cementerio se encontró Graciela, que acudió a visitar a Juana, quien murió desde el 25 de febrero del 2016

“Es una cosa muy bonita que viene a visitar uno a sus seres queridos, yo todavía sigo queriendo a mi mamá… yo quisiera estar aquí todo el día, pero no se puede, quisiera venir a diario a verla, pero tampoco”, relató al tiempo que volvió a reclinar su cuerpo sobre la reja negra que la separaba del lecho mortuorio.

Para Armando, los años no deterioraron el amor que sintió por su esposa María Isabel, quien murió hace 14 años, por lo que en su honor mojó unas flores blancas y otras de cempasúchil para, con paciencia, ir deshojando una a uno en su sepulcro, con lentitud tal que pareciera que conversa en el proceso.

“(Visitar el cementerio)” es una tradición. Cada año venimos a dejarle sus florecitas”, afirmó y al tiempo analizó estar seguro que así, ella siente que la recuerda, sentimiento que se replica en las muchas historias que se conjuntaron los dos primeros días de noviembre, con motivo del Día de Muertos.