La mayoría nació en cuna humilde, pero todos, sin excepción, empezaron desde abajo una aventura profesional que los convirtió, con base en superación, lucha y trabajo constante, en protagonistas del desarrollo económico de Querétaro en el siglo XX.
El ganadero José González Olvera y los empresarios Jesús Oviedo Avendaño, José Roiz González y Roberto Ruiz Obregón marcaron indeleblemente el crecimiento económico y social de un Querétaro que pasó, en muy pocos años, de ciudad de paso a metrópoli líder en materia económica e industrial. He aquí unas muy breves semblanzas de su trayectoria de vida.
José González Olvera
Hijo de un asturiano, de Colunga, que llegó a México a los trece años y que perdió su patrimonio cuando las tierras de su rancho fueron entregadas a los ejidatarios, don Pepe González se inició desde los doce años en el trabajo, primero como ayudante de panadero, en su natal Tulancingo, y después como empleado de una tienda de abarrotes. A los quince años descubrió el mundo ganadero cuando entró a trabajar en el rancho San Agustín, de los hermanos Porrúa, y tras de un tiempo se convirtió en comerciante de ganado.
Casado con doña Luz María Téllez Girón, vino a radicar a Querétaro y compró primero la granja Colunga, así llamada por el pueblo natal de su padre, y luego el rancho de San Pedro Mártir. Con tiempo, esfuerzo y trabajo, se hizo del que sería su bastión y su casa, el rancho El Rincón, en las cercanías de Tlacote.
Ahí, y en compañía de sus hijos, convirtió a su ganadería, principalmente de raza Holstein, en una de las cinco de mayor producción lechera del país; por más de veinte años consecutivos fue considerado el mejor criador en México de esa raza, introdujo la siembra de cebada en el Bajío, fue pionero de lavado de embriones en el país, y crió a la vacas “Luchis Gitana Yara”, la única en el mundo calificada ocho veces como “excelente”, y “Luchis Ideal Royalty”, una de las tres vacas más perfectas del mundo.
Y, desde luego, no fueron las únicas vacas de su ganadería condecoradas por los expertos, pues otras dos, “Cuca” y “Perfidia”, obtuvieron cuatro veces la excelencia, otras doscientas una vez, y más de mil de ellas fueron consideradas como “muy buenas”. En resumen, don Pepe es el ganadero con más vacas Holstein consideradas como “excelentes” en el mundo.
De 1968 a 1972, González Olvera fue presidente de la Unión Ganadera Regional de Querétaro, imprimiendo en esa función toda la pasión que ejercía en su rancho, y fue durante su presidencia cuando se construyeron e inauguraron las instalaciones de la Feria en el circuito Moisés Solana. Recibió también la medalla presidencial al Mérito Ganadero.
Jesús Oviedo Avendaño
Heredero de su padre en el negocio de la ferretería, cuyos antecedentes fueron “El Sol de Oriente” y la “Ferretería Nueva”, don Jesús elevó a la cúspide nacional de ese sector comercial a la Ferretería Oviedo, y engendró otros negocios paralelos, como Herramientas de Precisión para la Industria y Distribuidora de Explosivos. Fue tal el auge que le imprimió a las ventas de sus productos, que la sede de la ferretería pasó de sus instalaciones frente al templo de El Carmen a unas nuevas y modernas en Corregidora y Pasteur.
Fue consejero de prácticamente todos los bancos que operaban en Querétaro, desde los grandes como el Banco Nacional de México o el de Comercio, a Bampaís o el Internacional, pero se distinguió, principalmente, por el apoyo que prestaba a organizaciones sociales, entre las que pueden nombrarse al Club Rotario, del que fue presidente en la década de los sesenta del pasado siglo, y la Fundación Fray Junípero Serra.
Casado con Olga Goyeneche Juaristi, don Chucho se distinguió por otorgar becas a estudiantes de escasos recursos y empeñó su vida en traer hasta Querétaro una sede del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, creando la asociación que lo pratrocinaría, en 1974, convenciendo a otros empresarios queretanos de las ventajas de una opción educativa que, a la postre, traería grandes satisfacciones a sus iniciadores.
José Roiz González
Nacido en Veracruz e hijo de asturianos emigrantes, don Pepe llegó a Querétaro a los cuatro años, y diez después empezó a trabajar en el negocio familiar: el reconocido Gran Hotel. Ahí se desempeñó como mozo, ayudante, mesero, recepcionista y bodeguero, aprendiendo todos los entretelares del negocio que después, y por treinta y cinco años, dirigió.
No fue el Gran Hotel el único establecimiento de ese rubro del que se hizo cargo, pues también estuvo al frente del Jacal, del Casa Blanca y del Impala, además de desarrollar un trabajo importante en el ámbito agropecuario, con sus ranchos San Rafael y Amazcala, y en el desarrollo habitacional, al fundar Casas Modernas de Querétaro, empresa que creó una buena cantidad de colonias y fraccionamientos en la capital del estado. También fundó Quesos El Sáuz, que alcanzó relevancia nacional. En algún momento, don Pepe tuvo a su cargo unos tres mil empleados.
Se casó con doña María Teresa González Nova, tuvo nueve hijos, y realizó también una importante labor social, tanto en el cuerpo de Bomberos Voluntarios de Querétaro, como al frente del Patronato de Santa Rosa de Viterbo, y como integrante de la asociación Educación Superior del Centro, que patrocina en nuestra ciudad al Tecnológico de Monterrey.
Por diecisiete años fue presidente del club de futbol Gallos Blancos, colaboró en los inicios de instituciones educativas como el Instituto Asunción y el Cumbres, fue nombrado Ejecutivo del Año, en 1961, y recibió la distinción de Caballero de la Legión de Honor de la Cruz Roja.
Roberto Ruiz Obregón
Nacido en un sencilla vivienda marcada con el número uno de la calle del Rescate, en Amealco, don Roberto perdió a su madre desde muy pequeño, empezó a trabajar en ferrocarriles a los quince años, se convirtió en telegrafista y luego fue jefe de estación, y en el transcurso sobrevivió, gracias a que saltó de un furgón, de un descarrilamiento en Empalme Pedro Escobedo, además de un incendio.
Ya viviendo en Querétaro y trabajando en la estación, empezó a producir, junto con su padre y hermana, un refresco en su propia casa de Filomeno Mata, al que denominó “La Victoria”, que también él mismo repartía. Luego logró la distribución en la ciudad de la Coca Cola, que por 1937 sólo se conocía en Tampico y en la capital del país; en 1945 empezó a embotellarla y tres años después inauguró su primera planta formal, en la esquina del Río con Allende.
Varias fueron las plantas que don Roberto echó a andar con la elaboración de Coca Cola, pero quizá la más significativa, por su producción, fue la que edificó en San Juan del Río, en 1980. De esa planta llegaron a salir 2,690 botellas por minuto, y unas 24,985 cajas diarias.
Fue iniciador de la Federación de Trabajadores del Estado, de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, de la que fue varias veces presidente, y sobre todo, del Club de Industriales, que inició operaciones en su propia casa y del que fue primer presidente.
Casado con doña Consuelo Rubio, a la que conoció cuando ésta era estudiante de piano, y con seis hijos, colaboró decididamente con diversas instituciones sociales, como los Bomberos Voluntarios, el Club de Leones, la Cruz Roja, la Universidad Autónoma de Querétaro, el Conalep y el Tec de Monterrey, para cuyas instalaciones donó un terreno. Se distinguió también con la sostenida labor de otorgar becas a estudiantes de escasos recursos y propició la creación de una Fundación que lleva su nombre, al igual que una calle y una institución educativa.