Denunciaron 6 veces a policía antes de que matara a Griselda

Patricia López Núñez

  · lunes 18 de septiembre de 2017

Para que no se repita, familia cuenta el asesinato de Griselda el pasado 14 de agosto. (Foto: Martín Venegas/OEM).

A Griselda la “apagó” su expareja mucho antes deasesinarla. Los insultos y la violencia estuvieron presentes entoda su relación hasta que el pasado 14 de agosto la estranguló.Su presunto asesino, ahora expolicía municipal, tenía dosórdenes de restricción y alrededor de seis denuncias en su contrapor violencia familiar. La autopsia no sólo mostró la causa demuerte de la mujer de 35 años, sino que dejó a la vista más de21 lesiones en su cuerpo, todos de diferentes fechas.

Hoy organizaciones sociales y la familia de la víctimareconocen la imparcialidad en el proceso, pero cuestionan lasfallas en la cadena de atención a las víctimas, que evitó que seidentificara pronto al agresor y que se le brindara ayuda previa aGris, que les retrasó el acceso inmediato a toda la ayuda a la quetenían derecho.

Remedios, madre de Griselda, recuerda que toda la familiaatestiguó durante años la violencia que sufrió su hija. Leofrecieron apoyo muchas veces, pero “nunca se dejó ayudar parano mortificarlos”. Semanas antes del asesinato, Gris estabadecidida a iniciar una nueva vida para ella y sus dos hijos, lejosde su pareja. Rentó un cuarto donde llevó su ropa y la de suspequeños de 13 y 8 años, pero no le alcanzó el tiempo paravolver a empezar.

La primera audiencia del expediente CI-25408-2017 por homicidiocalificado dio inicio al caso contra Oswaldo, preso por asesinar asu exesposa mediante asfixia por estrangulamiento el pasado 14 deagosto. Para la familia de Griselda, su muerte empezó muchos añosantes, cuando lo conoció en la secundaria y empezaron un noviazgoque estuvo lleno de insultos, amenazas, golpes y humillaciones queella trató de ocultar. “Ella era muy animosa, pero él laapagó”, dice la familia.

El hermano de Griselda, Andrés, recuerda que uno de losepisodios más difíciles fue cuando acudió con ella y Oswaldo auna fiesta. Ella estaba embarazada de su primera hija. En la fiestaOswaldo sólo tuvo humillaciones e insultos contra Gris. Deregreso, en el vehículo, siguieron los ataques y Andrés recuerda,entre lágrimas, que se sintió impotente por no poder defender asu hermana porque él era más pequeño, era menos fuerte y Oswaldo“imponía”.

El último mes de la familia, apoyada con activistas, ha sidouna lucha constante. Recrear los últimos días de Gris, encontrarpruebas, reunir documentos para obtener la custodia de los dosniños, conseguir dinero para pagar el funeral y hacerse oír antelas autoridades porque si bien les brindaron el apoyo legal, no seles dio el apoyo económico para cubrir los gastos funerarios ni seles brindó la contención psicológica inmediata, a pesar de quetenían derecho a todo eso por ser víctimas indirectas.

A partir de la intervención de diversas activistas, losfamiliares de Gris consiguieron apoyo y respaldo total de lasdiferentes autoridades estatales y municipales. Reconocen elinterés de la fiscal del caso para intentar reclasificar elexpediente como feminicidio, por la gran cantidad de denunciasprevias y las órdenes de restricción, escuchan una y otra vez queOswaldo “no va a salir, va a pagar por lo que hizo”, perolamentan que la ayuda sólo llegó con la intervención de genteque se hizo oír. Antes, estaban solos.

LAS CONFESIONES TELEFÓNICAS DE MADRUGADA

Los padres de Oswaldo tocaron la puerta de la casa de Remedios alas 12:30 de la madrugada del 15 de agosto. Le dijeron que Griselda“se había puesto mal, que estaba enferma”. Los papás de Grissalieron de su casa en La Sierrita hasta la colonia SergioVillaseñor para ver a su hija. En el camino les dijeron que estabamuy grave, que no sabían qué tenía y que los niños teníanalgunos días viviendo en la casa de los abuelos paternos.

Cuando llegaron encontraron paramédicos y ambulancias. Uno deellos le dijo a Remedios que cuando pidieron ayuda, Gris ya teníamucho tiempo sin vida. Oswaldo sólo repetía “ya valiómadres”, pero nunca se fue del lugar. Se sentó en una esquinacon sus padres mientras los familiares de Gris pidieron el apoyo dela policía.

Esa fue la defensa de Oswaldo en la primera audiencia: unapersona que asesina a su pareja se va del lugar y él se quedóahí “porque la quería, porque él no la mató”. Losfamiliares de Gris creen que sus abogados lo asesoran bien y tratade engañar a la fiscal, como los engañó a ellos durante muchotiempo.

Javier, cuñado de Andrés, recuerda que mientras la familia setrasladaba a ver a Gris, recibió una llamada de Oswaldo. “Missuegros ya iban en camino, tenían 10 minutos, Oswaldo me dijo: yavalió madres, Gris está muerta. Le dije cálmate, qué lehiciste, pero él sólo decía ora sí me van a llevar alpenal”.  Oswaldo colgó.

Antes de esa llamada, la hija de Gris, la niña de 13 años,recuerda que su papá primero le llamó al abuelo, un expolicía deJalpan. La niña sólo escuchó cuando el abuelo le gritaba“¿Qué pasó? ¿Cómo que está morada?”. El abuelo, elexcomandante de la Policía Estatal en Jalpan, se vistió y salióde la casa pero la hija de Gris confesó después que ya sabía quehablaban de su mamá. Una vez vio cuando su padre quisoestrangularla, muchas veces la vio golpearla.

Después de que los padres de Gris llamaron a la policía, lacasa en Sergio Villaseñor se llenó de patrullas. Los peritos y elfiscal llegaron más tarde. Aunque en el sitio todo parecíaindicar que hubo una riña previa, los peritos y el fiscalcoincidieron en que algo no encajaba. Esposaron a Oswaldo y losubieron a una patrulla.

“El fiscal me dijo: lo estamos subiendo porque él es policíamunicipal y no queremos que tenga contacto con sus compañeros.Nada de lo que dice coincide”, recuerda Andrés. Oswaldo dabaversiones diferentes: que Gris se cayó, que él se había quedadodormido y cuando despertó ella ya no respiraba, que ella estuvotomando y no despertó.

Un mes antes de esa noche Gris se separó de Oswaldo y vivió untiempo con una amiga porque ya tenía daños en diferentes órganospor los golpes y tomaba medicamentos. Una semana antes de suasesinato empezó a rentar un cuarto donde viviría con sus hijos.La familia no sabe cómo terminó otra vez en la casa de Oswaldo,creen que la llevó con amenazas porque ella vivía con miedo.“Ella creía que hacía lo correcto al no decirnos nada, queríademostrarnos que podía sola y él de eso se aprovechó. La tuvo asu merced”, lamenta Remedios.

Esmeralda, hermana de Gris, tiene en su celular el últimomensaje que ella le mandó el 4 de agosto. Le avisaba que abrióuna cuenta de ahorro en una tienda departamental, que Esmeralda erala beneficiaria de todo y quería que lo supiera “por si algo mepasa”.

Gris denunció en seis ocasiones la violencia de Oswaldo ante lafiscalía especializada. Obtuvo dos órdenes de restricción contraél en los últimos cuatro años, la última el 9 de enero de 2017,pero no fueron suficientes para alejarlo de ella. La visitabaseguido, la buscaba y ella solía regresar, muchas veces poramenazas, que llegaron al grado de ponerle una pistola en lacabeza. En julio pasado los familiares de Gris acordaron planear lamanera de convencerla de regresar a su casa, pero el tiempo lesganó.

DENUNCIAN FALLAS EN LA CADENA DE ATENCIÓN AVÍCTIMAS

Si algo reconoce la familia es que en todo momento hubo unaactuación imparcial contra Oswaldo. No se le protegió por serpolicía municipal, la autopsia fue puntual y reveló lo quesospechaban: la causa de la muerte fue asfixia porestrangulamiento. Tenía más de 21 lesiones que podrían ser dediferentes fechas por el color de los moretones.

En la fiscalía les avisaron que el homicidio calificado sepersigue por oficio y necesitaban las declaraciones de todos. Lesdijeron que Oswaldo no iba a salir. Les dieron las instruccionespara recuperar el cuerpo y les asignaron un asesor a víctimas. Elproblema surgió con el asesor. Mientras mandaba mensajes porcelular sólo le decía a los familiares a dónde tenían que ir,pero no les dijo a qué tenían derecho.

Ellos tuvieron que conseguir dinero prestado para pagar elfuneral de su hermana, a pesar de que existe un fondo paravíctimas de donde debió salir ese apoyo. Ni siquiera les informóde la fecha de la audiencia inicial.

Tampoco les dijo que podían recibir ayuda para tramitar lospapeles que necesitaban: actas de nacimiento de Gris y de losniños, el acta de matrimonio de Gris y Oswaldo, las copias de lasdenuncias y de las órdenes de restricción. Al no sentirseapoyados encontraron una abogada particular que les pidió 10 milpesos de inicio para solicitar la patria potestad de los niños,pero varias semanas después no inició el trámite.

Fueron ellos solos quienes intentaron cambiar a los niños deescuela para tenerlos cerca, pero tampoco recibieron respuestainmediata de la directora de la escuela que buscaron. “Son niñoscomo cualquier otro, van a lista de espera”, les dijo unadirectora cuando le contaron toda la historia.

La situación cambió cuando a través de Facebook contactaronal Comité Promotor de la Activación de la Alerta de Violencia deGénero para conseguir ayuda. Cuando las activistas informaron delcaso a diferentes dependencias, la Unidad de Servicios a laEducación Básica del Estado de Querétaro (USEBEQ) realizó elcambio inmediato de escuela, el Sistema Estatal para el DesarrolloIntegral de la Familia (DIF) ofreció atención psicológica paralos dos niños y para los familiares de Gris, se iniciaron lostrámites para cubrir todos los gastos que se hicieron en funeral ytrámites.

Para la activista Maricruz Ocampo, vocera del Comité Promotorde la Activación de la Alerta de Violencia de Género, laintervención de las organizaciones no tendría que ser necesaria.La atención a víctimas tendría que funcionar de manerainmediata, pero en algún punto esa “cadena de atención” serompe.

Como ejemplo, señaló a pesar de que muchas veces Grisdenunció violencia ante la fiscalía 4, especializada en violenciafamiliar nunca se le remitió al Instituto Queretano de las Mujeres(IQM), por lo que esta dependencia hará una investigación sobreel caso.

“Hay mucho rompimiento de los eslabones de la cadena deatención a las víctimas: no la refirieron al IQM, la Secretaríade Seguridad Pública Municipal no sabía que había órdenes derestricción o protección, la misma secretaría no identificó queuno de sus elementos tenía órdenes de restricción, tenemos unsistema que le falla a la víctima”, alertó.

QUE NO SE REPITA LA HISTORIA, PIDE LAFAMILIA

Gris prometió ir a ver a su madre el mismo fin de semana que laasesinaron. “Le llamé por teléfono muchas veces, pero norespondió. Ya andaba con él. El día que entró a mi casa ya lohizo en el ataúd. Yo le reclamé: güera, tú dijiste que ibas avenir a verme, pero no me dijiste que así”, llora Remedios.

Ella tiene la custodia provisional de los dos nietos. Los papásde Oswaldo pelean una custodia compartida y aseguran que su hijosaldrá libre, aunque los fiscales responsables del caso dicen queel expolicía municipal podría recibir hasta 50 años de cárcel,incluso creen que podría catalogarse como feminicidio.

Remedios sólo quiere que ninguna otra mujer sufra lo que pasóGris, que se dejen ayudar, porque su hija no dejó que laprotegieran. Hay testigos que cuentan todas las veces que Grissalió corriendo de la casa, sangrando, semidesnuda, golpeada,descalza, sin dinero.

Cuando estaba en la casa materna, Gris era muy alegre, estabafeliz. Pero cuando llegaba Oswaldo cambiaba, se apagaba. Bastabaque él la mirara para que ella supiera si se debía callar o tomarsus cosas e irse.

“Mi hija sufrió golpe tras golpe, todavía no se le sanabauno y ya llevaba más. Le decíamos: vente para acá, pero no sedejaba ayudar, quería demostrar que podía sola. Yo no quiero queesta historia se repita, ya no me interesa que la gente se entere,ahora quiero que la gente lo sepa, que las muchachas que viven estose dejen ayudar, que esto no vuelva a pasar”, expresaRemedios.