La oscuridad aún reina en el nuevo día, pese a ello, las calles del Centro Histórico advierten gran vitalidad: por un lado se ve a los mercaderes a quienes se les hizo tarde para cerrar sus puestos ambulantes; del otro lado, un compacto gris emana de su interior gritos de hombres de aproximadamente 30 años que envalentonados con la confianza del alcohol, gritan desde el interior de su vehículo gris compacto que atraviesa calles a gran velocidad, como si de perseguir la juventud se tratara.
Ajeno a esos gritos, incluso a las luces de las patrullas, permanece un hombre, de aproximadamente la misma edad, quien espera en la entrada de un pórtico cerrado, a que pase la columna masculina de la peregrinación a pie de Querétaro a Tepeyac, a fin de unirse a ella.
Las únicas pertenencias que lo acompañarán en ese viaje las conserva en una caja de cartón, amarrada con un cordel, que será su maleta por los próximos días.
Cerca de él pasa, otro grupo compuesto por adolescentes y jóvenes de unos 20 años, encabezados por un hombre de entre 30 y 40 que porta el estandarte de su columna. El recorrido por la calle Venustiano Carranza lo hacen en silencio, pero de manera apresurada, para garantizar que alcanzarán la bendición de buen viaje, antes de sortear los retos del camino hacia “La Guadalupana”.
Arriban al Santuario y se confunden con la multitud que comienza a llegar a La Congregación a eso de las 3:30 horas, pese que será hasta las 4:30 que iniciarán los rezos del Santo Rosario para, enseguida, recibir la bendición por parte del obispo, Faustino Armendáriz Jiménez.
Afuera, policías y paramédicos están alertas para resguardar al contingente, aunque el segundo grupo está más enfocado en ver el desenlace del insistente coqueteo que lanza uno de los rescatistas hombres hacia todas las rescatistas mujeres, como a la espera de que alguna de ellas acepte sus pretensiones.
Adentro, en el santuario, los fieles permanecen en silencio, hasta que un religioso los llama a analizar que su comportamiento debe estar orientado para agradarle a Dios, pues todos recibirán premio o castigo en por los actos realizados mientras “tengan cuerpo”.
“Este es el grupo que viene a tu presencia Señor”, cantan los fieles y oran porque su camino se desarrolle en el mejor de los panoramas. Dan gracias a Dios y porque la Virgen María siempre los acompañe.
Tras recibir la bendición, la columna se congrega sobre la calle de Pasteur, y a paso veloz, pero constante, recorre su camino a la Ciudad de México, para visitar la casa de “La Morenita”, quien están ciertos, sabrá apreciar los sacrificios que sus “hijos” realizaron para estar a su lado.