Efraín, de 65 años, realiza todos los días el mismo recorrido desde su casa en Bolaños hasta el Centro Histórico de Querétaro. Su salida diaria no tiene un objetivo específico más allá de mantenerse activo y encontrar una forma de ocupar su tiempo. Efraín vive solo y, desde hace 20 años, ha enfrentado su vida con discapacidad visual.
Cada mañana, sin importar las circunstancias, Efraín emprende su caminata desde su hogar, orientándose por las calles que ya conoce. El trayecto hacia el centro de la ciudad es para él una forma de mantenerse en contacto con su entorno y de seguir participando en la vida cotidiana de Querétaro, donde ha residido toda su vida.
"Vengo de Bolaños y diario vengo aquí al Centro, por Invierno, para pasar el tiempo", comenta Efraín. Desde que perdió la vista, ha tenido que adaptarse a su nueva realidad.
A pesar de la falta de visión, su memoria le permite recorrer estas calles sin mayores dificultades. "Quedé ciego hace 20 años y vivo solo. Me gusta salir para pasar el tiempo, desde allá hasta el Centro caminando. Ya de regreso me voy en camión, pero al menos ya me ocupé toda la mañana para ir", agregó.
Para Efraín, caminar por las calles de Querétaro es enfrentarse a una serie de desafíos que otras personas pueden pasar por alto. Cada mañana sale con su bastón, guiándose por el sonido del tráfico, las voces de las personas y su memoria de las calles.
Aunque ya conoce el trayecto, los obstáculos en la vía pública, como baches, banquetas irregulares y la falta de señalización adecuada para personas con discapacidad, hacen que su recorrido sea una prueba constante.
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En más de una ocasión, ha sido víctima de agresiones, como cuando alguien lo empujó intencionalmente, haciéndolo caer. “Me tiraron, yo iba caminando y de repente sentí el empujón. Caí al suelo, y nadie hizo nada”, relata con calma.
El tráfico es otro de los peligros que Efraín debe sortear. Sin la posibilidad de ver los autos, confía en su oído para cruzar las avenidas y escuchar las señales del ambiente, pero esto no siempre es suficiente. Aún con ello, Efraín sigue saliendo, caminando por las mismas calles que lo han visto día tras día, y al final de su recorrido, toma un autobús de regreso a su casa con la satisfacción de haber ocupado su tiempo y, aunque sea por unas horas, haber sido parte del ajetreo de la ciudad.