En una caseta de lámina hace 50 años, fue como inició el Restaurante Papanoa, establecimiento que durante 20 años reunió a futbolistas, artistas y a la clase política y social del estado. En aquel entonces Ernestina Galeana Sánchez, no visualizó que ese lugar sería una de las zonas más transitadas del país y que el nombre del establecimiento se convertiría años más tarde, en un referente para el Querétaro actual.
Su casa está en el mismo lugar desde que llegó a Querétaro, en el predio donde por muchos años operó el restaurante cuyo nombre hace alusión a su tierra natal, una localidad ubicada entre Acapulco y Zihuatanejo. En compañía de tres de sus nueve hijos, doña Ernestina platicó con Diario de Querétaro sobre la historia del lugar que le da nombre a una zona de la ciudad.
Ernestina Galeana con 85 años de edad, recuerda cómo llegó a Querétaro para buscar escuela para sus hijas, fue ahí en lo que ahora es la colonia Lomas de Casablanca, que su esposo compró el terreno para hacer un gallinero, sin embargo, la construcción de la carretera 57 los llevó a establecer su casa en esa zona.
“Era puro tepetate y él compró este pedazo para hacer un gallinero para criar gallinas, hicimos aquí el gallinero y cuando ya estaba comenzaron a medir qué iba a ser carretera por eso nos quedó aquí, porque no era pensado que iba a ver carretera, fue suerte, nos tocó que lo hicieran”, afirmó Galeana Sánchez.
Menciona que la zona de Lomas de Casa Blanca era un cerro lleno de nopaleras y garambullos siendo testigo de cómo llegó mucha gente a invadir la zona, e instalarse en el terreno para habitarlo.
A partir de la construcción de la carretera 57, fue que Ernestina instaló una caseta de Coca-Cola en la que vendía refrescos y tortas a los trabajadores, fue tal el éxito que tuvo su negocio que construyeron un primer salón en el que oficialmente inauguraron el Restaurante Papanoa, espacio visitado por choferes de tráiler’s, familias y personas que transitaban por la nueva autopista en el establecimiento que trabajaba las 24 horas del día.
Recuerda que la creación del restaurante coincidió con las Olimpiadas de 1968 y el Mundial de futbol de 1970, siendo el restaurante paso obligado de las selecciones para llegar a las sedes del encuentro en Guadalajara y León.
“Pasó la Olimpiada y llegó el Mundial, por aquí pasaron las selecciones que iban a Guadalajara y León, por aquí pasó muchas veces Pelé con su familia, así como la selección de Francia que le decían a mi mamá que les comprara jitomates, baguettes, aceite y aunque traían su chef, llegaban y les encantaban las tortillas con salsa”, recuerda una de las hijas de doña Ernestina.
Por muchos años fue el sitio favorito de artistas y personajes de la sociedad queretana, la creadora del Papanoa, recuerda que en muchas ocasiones recibió la visita de Vicente Fernández y su hijo Alejandro con tan solo 7 u 8 años de edad, Lola Beltrán y” “El Púas” Olivares; además de los queretanos Teresa Rovirosa, Mariano Palacios Alcocer y Josecho, entre otros.
Con el restaurante bien aclientado y una platilla de al menos once trabajadores entre lavaplatos, cocineras y mesera; doña Ernestina sirvió por más de 20 años las especialidades de la casa, la cecina, el cabrito y el pozole verde, en un ambiente que atraía a las familias por ser de los pocos lugares en los que se podía comer en la ciudad.
“Yo iba a la prepa y se venían de la Universidad Pedro González Rivas, Mariano Palacios a ayudar a la gente que había caído de paracaidistas y bajaban acalorados y llegaban al Papanoa, prendían la sinfonola y se quedaban hasta que se cansaran; no había nada aquí a donde ir, entonces venían aquí”, narran sus hijos.
Tras más de 20 años de trabajar día y noche en restaurante, doña Ernestina sufrió una embolia, y fue el momento en el que decidió cerrar el negocio, ya que la carga de trabajo era tal que mermó en su salud y optó por dejarlo.
“Me dio una embolia porque yo trabajaba mucho y cuando había bailes en el centro aquí era el punto de reunión para cenar, así que yo me iba en la mañana a acostar porque no me daba tiempo, habíamos como 11 personas a cargo entre lavaplatos, meseras y demás, pero cuando me enfermé mi marido ya no quiso y lo cerramos”, añade.
Tras el cierre, decidió rentar el lugar, primero para un restaurante que se convirtió en cantina y luego como locales para diferentes giros, sin embargo, pese a que el negocio ya no existía, la zona era reconocida como El Papanoa, al convertirse en el punto de referencia para la prensa local.
Y la familia recuerda que tras la inauguración de la carretera, empezaron a ocurrir una serie de accidentes por la zona, por lo que siempre eran ubicados por el restaurante, esto a pesar de que los hechos en ocasiones ocurrían en puntos diferentes de la región.
“Apenas pasaba la autopista y había muchos accidentes, atropellados y de más, y cuando había un accidente, el periódico decía al frente del Papanoa, y mencionaban mucho el nombre del Papanoa, entonces desde entonces se le fue quedando y hasta la fecha sigue ahí”, refiere Ernestina.
A pesar de que hace más de 20 años que dejó de trabajar el restaurante, doña Ernestina se dice orgullosa de la labor que realizó por muchos y que le dejó, no solo conocer a mucha gente de la sociedad queretana, sino además darle nombre a una zona que con el paso de los años se convirtió en referente para los automovilistas y habitantes locales y fuereños.