El aroma y el colorido de las flores, así como el momento de oración regresaron al camposanto de Santa Bárbara, donde restricciones por la pandemia prohibieron la música de los tríos y mariachis, reemplazados por la “playlist” en el celular.
Música regional predominó en aquellas tumbas donde la familia acudió desde temprana hora al encuentro con quienes se adelantaron en el camino.
El amarillo y naranja intenso cempasúchil, el blanco de los ramos de nube y el colorido de flores diversas además del encendido de veladoras dieron vida a las tumbas este 2 de noviembre y si bien la recomendación de la autoridad era evitar el ingreso de menores de edad, el paso de éstos se dio, aunque personal municipal dejó en claro que era bajo la responsabilidad de los adultos.
Después de un 2020 que la epidemia de Covid-19, impidió la visita a cementerios, estos martes centenos de personas caminando, en transporte público o en automóvil particular y de alquiler celebraron a sus muertos.
Con flores en mano ya sea naturales o artificiales, como herramientas y productos de limpieza y cumpliendo los protocolos de sanidad y el registro previo de un integrante de la familia ingresaron al panteón de Santa Bárbara en el municipio de Corregidora.
El recuerdo de los momentos vividos se hizo presente.
José Lorenzo Arroyo Martínez, acompañado de su esposa, se encarga de limpiar la tumba de sus padres a quienes dice a diario recuerda. En esta ocasión optó por comprar un pequeño arreglo de flores artificiales que le costó 160 pesos, “porque las de plástico duran más y las otras duran uno o dos días y ya se terminaron”.
“Qué bueno que abrieron (el panteón), ya teníamos rato de no visitarlos. Tristes ellos y tristes nosotros por no poderlos visitar, pero aquí estamos nuevamente y ojalá ya sea continuamente”, confía.
El matrimonio recordó que antes de la pandemia acudían cada año al panteón a traer flores y hacer una oración.
Por su parte, Elena Mendoza acompañada de sus hijos y su padre han terminado de colocar dos grandes arreglos de rosas rojas y descansan sobre la lápida donde desde 2014 se encuentra sepultada su madre.
“Gracias a Dios que hoy si nos dieron la oportunidad de visitar a nuestros seres queridos y venimos hoy a limpiarle, le rezamos, le traemos flores y le ponemos (del celular), las canciones que a ella le gustaban de las Jilguerillas y todas esas canciones antiguas “.
En otros años, le contrataban música con los mariachis que venían al panteón, pero hoy no lo permitieron. “Nosotros la recordamos mucho porque estábamos muy apegados a ella”, rememora.
Metros adelante se encuentra Agustín Licea quien junto con su esposa y teniendo de fondo música de su celular, alistan una ofrenda con pequeños recipientes con flores de cempasúchil, veladora y una cadena de papel de china, dice que en esa tumba se encuentra su madre a quien por el Covid habían dejado de visitar, aunque en su casa siempre es recordada con un altar.
Finalmente, Juana Almaraz, una mujer madura en sillas de ruedas con un arreglo floral sobre sus piernas y auxiliada por su hija busca llegar a la tumba de su marido.
Lamenta que las autoridades presentes en el cementerio y por su condición de discapacidad no le hayan permitido a su hija ingresar en su coche y ahora se enfrenta a un camino de empedrado con serias dificultades, pero lo importante, dice es recordarlos y que esta tradición no se pierda.
A las afueras del panteón, se encuentran instalados comerciantes lo mismo de flores, pan, tacos de guisos que elotes, refrescos y hasta refacciones para licuadoras y sin poder faltar en esta nueva normalidad la venta de cubrebocas.