/ lunes 26 de septiembre de 2016

Feria del pulque y la barbacoa en Boyé

En medio de un paisaje conformado por plantaciones de maíz ycon el clima típico del Semidesierto, las larvas de gusano demaguey reposan tranquilamente en las pencas alrededor de 12 años,hasta que llega el inevitable destino: cuando el maguey estálisto, los productores de Cadereyta de Montes lo recogen para laelaboración del pulque, una de las estrellas principales en laFeria de la Barbacoa y el Pulque de Boyé. Cuenta la leyenda quehace más de cien años, en medio de los cactus, en la poco pobladacomunidad de Boyé, hizo su aparición San Antonio de Padua, en unmomento crítico en el que el pueblo lo necesitaba; todos lo vieroncomo un milagro y los pobladores decidieron agradecer la voluntaddel Santo con un banquete que estuviera a su altura, además de laconstrucción de un templo para homenajear que los tuvo en suconsideración.

Sin embargo, las cosechas del pueblo se daban dos veces al añoy la fecha en la que debían conmemorarlo, el 13 de junio, estabaya contemplada entre los jornaleros para recoger el fruto de sutrabajo; lo único que podían ofrecerle ese día era lacelebración de una misa, pero todos esperaban pacientes, porquesabían que la demora valdría la pena al celebrar “a logrande” el cuarto jueves de septiembre, fecha que les designó laautoridad eclesiástica de Cadereyta de Montes.

Desde entonces la celebración ha ido creciendo con el paso delos años y, con la llegada del nuevo milenio, después deconsiderar a Boyé como delegación, los festejos cobraron un matizdiferente: un grupo de amigos, encabezado por “Don Chon”, seorganizaron para que su fiesta local fuera conocida en otras partesdel Estado como “La Feria de la Barbacoa y el Pulque”, puestoque estos dos manjares son parte de la historia del lugar. Todoesto lo conocemos de Iván Mendoza, dueño de la “Barbacoa DonChon”, que heredó de su padre; recuerda que hace 19 añoscomenzó a involucrarse en el negocio familiar y cada año lastareas que tiene a su cargo son más complicadas.

Desde las ocho de la mañana, las personas comienzan a llegar aeste paisaje que recuerda los campos que enmarcaron la Revolución;los integrantes de algunas familias se engalanan con el traje decharro, mientras otros, sin ninguna apuración, se disponen adisfrutar de un conmemorativo desayuno para inaugurar otro día defiesta.

Los pobladores de Boyé están acostumbrados a recibir la visitade miles de citadinos que llegan desde la capital y algunos otrosturistas afortunados que vienen desde el extranjero para disfrutaruna tradición queretana que se celebra desde hace más de unsiglo; se suman así hasta 25 mil personas el último día de lafiesta, conjugándose en un mar de personas que pugnan por servirseuna probadita de Cadereyta.

La diversidad cultural evidencia que el crecimiento en torno aesta celebración patronal se ha dado en gran medida en losúltimos años; el olor de pan de feria llega hasta las orillas delpueblo, la música norteña y de mariachi suena en cada esquina,forrada de puestos que endulzan la experiencia con la venta dedulces locales como el de biznaga, de calabaza o de camote.

Juegos mecánicos divierten a los niños y el espacio se reduceen medio de una mezcla de griteríos, música y carcajadas; lasmujeres de Boyé aprovechan para vender sus tortillas hechas a manoen coloridas canastas a las personas que compran por kilo la carnesazonada del borrego.

Al mediodía ya se puede encontrar uno que otro que se pasó conel pulque y los curados, pero en días como este no importa el quédirán, pues todos se contagian del ambiente amenizado por unosbuenos tragos: “Pulque bendito, dulce tormento. ¿Qué hacesafuera? ¡Vamos pa’ dentro!”, ordena una leyenda en uno de lossiete puntos oficiales de venta.

Después de los tragos de curados con sabores peculiares comonescafé, nuez, piñón, guayaba, coco, avena, fresa y cacahuate,las chicas más atrevidas de la comunidad se montan en el toromecánico, que las sacude con violentas embestidas que divierten alque pasa por ahí.

Hoy la Feria de la Barbacoa y el Pulque reúne a 55 productoreslocales, que desde un mes antes discuten en torno al precio máximodel pulque y la barbacoa que ofrecerán a los visitantes enseptiembre; hasta mil 800 personas sacian su hambre en uno de los55 puestos.

Después del mediodía se vuelve una misión difícil dealcanzar caminar por los pasillos de la feria, que envuelven en elcalor de un sauna humano a los que se dieron el gusto de saciar susantojos por la mañana, pero la fiesta continúa y la experiencia,inolvidable, hace que valga la pena conocer las costumbres de estapequeña, pero cálida localidad.

En medio de un paisaje conformado por plantaciones de maíz ycon el clima típico del Semidesierto, las larvas de gusano demaguey reposan tranquilamente en las pencas alrededor de 12 años,hasta que llega el inevitable destino: cuando el maguey estálisto, los productores de Cadereyta de Montes lo recogen para laelaboración del pulque, una de las estrellas principales en laFeria de la Barbacoa y el Pulque de Boyé. Cuenta la leyenda quehace más de cien años, en medio de los cactus, en la poco pobladacomunidad de Boyé, hizo su aparición San Antonio de Padua, en unmomento crítico en el que el pueblo lo necesitaba; todos lo vieroncomo un milagro y los pobladores decidieron agradecer la voluntaddel Santo con un banquete que estuviera a su altura, además de laconstrucción de un templo para homenajear que los tuvo en suconsideración.

Sin embargo, las cosechas del pueblo se daban dos veces al añoy la fecha en la que debían conmemorarlo, el 13 de junio, estabaya contemplada entre los jornaleros para recoger el fruto de sutrabajo; lo único que podían ofrecerle ese día era lacelebración de una misa, pero todos esperaban pacientes, porquesabían que la demora valdría la pena al celebrar “a logrande” el cuarto jueves de septiembre, fecha que les designó laautoridad eclesiástica de Cadereyta de Montes.

Desde entonces la celebración ha ido creciendo con el paso delos años y, con la llegada del nuevo milenio, después deconsiderar a Boyé como delegación, los festejos cobraron un matizdiferente: un grupo de amigos, encabezado por “Don Chon”, seorganizaron para que su fiesta local fuera conocida en otras partesdel Estado como “La Feria de la Barbacoa y el Pulque”, puestoque estos dos manjares son parte de la historia del lugar. Todoesto lo conocemos de Iván Mendoza, dueño de la “Barbacoa DonChon”, que heredó de su padre; recuerda que hace 19 añoscomenzó a involucrarse en el negocio familiar y cada año lastareas que tiene a su cargo son más complicadas.

Desde las ocho de la mañana, las personas comienzan a llegar aeste paisaje que recuerda los campos que enmarcaron la Revolución;los integrantes de algunas familias se engalanan con el traje decharro, mientras otros, sin ninguna apuración, se disponen adisfrutar de un conmemorativo desayuno para inaugurar otro día defiesta.

Los pobladores de Boyé están acostumbrados a recibir la visitade miles de citadinos que llegan desde la capital y algunos otrosturistas afortunados que vienen desde el extranjero para disfrutaruna tradición queretana que se celebra desde hace más de unsiglo; se suman así hasta 25 mil personas el último día de lafiesta, conjugándose en un mar de personas que pugnan por servirseuna probadita de Cadereyta.

La diversidad cultural evidencia que el crecimiento en torno aesta celebración patronal se ha dado en gran medida en losúltimos años; el olor de pan de feria llega hasta las orillas delpueblo, la música norteña y de mariachi suena en cada esquina,forrada de puestos que endulzan la experiencia con la venta dedulces locales como el de biznaga, de calabaza o de camote.

Juegos mecánicos divierten a los niños y el espacio se reduceen medio de una mezcla de griteríos, música y carcajadas; lasmujeres de Boyé aprovechan para vender sus tortillas hechas a manoen coloridas canastas a las personas que compran por kilo la carnesazonada del borrego.

Al mediodía ya se puede encontrar uno que otro que se pasó conel pulque y los curados, pero en días como este no importa el quédirán, pues todos se contagian del ambiente amenizado por unosbuenos tragos: “Pulque bendito, dulce tormento. ¿Qué hacesafuera? ¡Vamos pa’ dentro!”, ordena una leyenda en uno de lossiete puntos oficiales de venta.

Después de los tragos de curados con sabores peculiares comonescafé, nuez, piñón, guayaba, coco, avena, fresa y cacahuate,las chicas más atrevidas de la comunidad se montan en el toromecánico, que las sacude con violentas embestidas que divierten alque pasa por ahí.

Hoy la Feria de la Barbacoa y el Pulque reúne a 55 productoreslocales, que desde un mes antes discuten en torno al precio máximodel pulque y la barbacoa que ofrecerán a los visitantes enseptiembre; hasta mil 800 personas sacian su hambre en uno de los55 puestos.

Después del mediodía se vuelve una misión difícil dealcanzar caminar por los pasillos de la feria, que envuelven en elcalor de un sauna humano a los que se dieron el gusto de saciar susantojos por la mañana, pero la fiesta continúa y la experiencia,inolvidable, hace que valga la pena conocer las costumbres de estapequeña, pero cálida localidad.

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